martes, 15 de marzo de 2011

Un micrófono (Crónica suigéneris de la presentación)

Foto Javier Gil
El hombre que estuvo ayer delante de mí no tiene muchos ánimos para escribir nada de lo que sucedió en este salón que ahora está a oscuras. Hay demasiados acontecimiento gravísimos en el mundo que le impiden concentrarse para hablar de lo suyo, de esos versos y esas palabras que salieron de su boca y de quien lo acompañó.
Hay lugares que parecen muy lejanos de este espacio en que están sufriendo una destrucción que no concluye, más aún, que parece estar llevando a una situación de Apocalipsis a una zona que ha sufrido mucho a lo largo de la historia. Empiezan a sonar palabras terribles en el mundo, y a él le parece que lo de ayer es menos que una brizna de aire…
Pero a mí me parece que, a pesar de todo, no está mal dedicar algunas líneas a este asunto.
En esta sala, que se controla perfectamente desde la altura en que estoy, y desde donde habitualmente recibo la voz del Presidente de la Diputación de Segovia, ayer, antes de las siete de la tarde, el bueno de José Luis encendió las luces. Y me sorprendió, porque no es lo más habitual que a esas horas de un lunes haya nadie incordiando este silencio oscuro y escondido.
Fueron llegando personas. Junto a mí, una mano más bien rechoncha y poco estilizada, dejó unos delgados libros cuya cubierta me pareció muy cálida y atractiva. Pero no se sentó. Tuve tiempo de detenerme en quien se iba aposentando en las diferentes butacas del salón. A algunos ya los conocía, no son extraños aquí, pero a otros es la primera que los veía. O al menos no los recordaba de otras ocasiones. Apareció hasta a una niña de muy pocos años. Aún no sabía lo que ocurriría, pero notaba el ambiente diferente al de otras ocasiones. Un ambiente más relajado, casi festivo. Como si todo el mundo se conociera o conociera a quien ahora se niega a escribir sobre sí, y proyectó sobre mí el aliento de su voz.
Siempre que alguien se sienta por vez primera frente a mí, sucede igual. Y él no iba a ser más inteligente. Quería empezar a hablar y apretó el pequeño interruptor que tengo en mi regazo. (Convendría quizá aclararles que soy un poco diferente a los humanos, soy una cabeza, un cuello estrecho y largo, un regazo redondo y un solo pie en forma de cable que se une a un enchufe que no veo). Digo que pulsó el botón y se encendió la luz roja. Intuyó que algo iba mal, pero no supo qué. Menos mal que se acercó Javier, que conoce bien mi funcionamiento y le explicó que si se me enciende el pilotito rojo estoy obturando la salida de sonido del resto de mis hermanos. Para que la voz que llega a mi cabeza resuene en la sala es necesario que se me encienda el pilotito verde, y para eso hay que apretar el interruptor en el centro, suavemente, hacia arriba, como hizo Javier…
El caso es que la cara de este hombre me sonaba. Yo le he visto más veces en estos años; pero nunca aquí arriba… No, no… Hace diez años ya estuvo en esta parte, presentando una novela. Sí era él, pero entonces estaba más gordo que ahora, y usaba barba completa, y traía corbata y traje…, pero era él, seguro. Seguro que era él… Normalmente, cuando está por aquí, suele estar sentado ahí abajo, como mucho, cuando hay poetas por aquí lo he visto acercándose a saludar a algunos, a pedir firmas… Ayer no. Ayer ha ocupado la presidencia… Pensé, ‘Será osado y atrevido, como se enteren…’ Pero al fondo vi a personas que quizá debieran enfadarse con él, y le sonreían… Me quedé más tranquilo. No había usurpado ningún lugar que no le correspondiera, al menos por un rato…
Pronto empecé a comprender, iban a hablar de ese libro de pastas naranjas, que me llamaba tanto la atención. Y el otro señor que estaba a mi izquierda iba a ser el encargado de empezar. Sí, definitivamente me quedé tranquilo, dio las gracias a la Diputación por haberle facilitado el salón, por haberle comprado algunos libros, porque estaba como en su casa. Los que estaban sentados (los conté poco más de treinta personas) sonreían. Sí le debían conocer. Me di cuenta que podría estar tranquilo. No hablarían de los asuntos que normalmente se suelen escuchar en esta sala. Dijeron que hablarían de poesía. Su voz me llegaba tranquila y segura, como si tuviera muy bien pensado lo que iba a decir, y eso que no vi ningún papel en su poder, salvo el libro. Al principio estaba un poco más serio, pero me pareció que estaba más bien pendiente del fotógrafo que mandaron los del periódico. Creo que observaba con el rabillo del ojo derecho, cómo el fotógrafo manipulaba uno de los ejemplares del libro y lo colocaba de tal modo que se le viera justo delante de su perfil, para construir una foto en que se viera al poeta y a su libro.
Foto El Adelantado
Cuando el otro señor, a quien llamó Luis Javier Moreno, tomó la palabra, me di cuenta que se relajó completamente, y se dedicó a escuchar las palabras que decía este hombre, que había traído, él sí, unas notas escritas en un par de octavillas manuscritas. Me pareció que a medida que Luis Javier hablaba, el autor se estremecía y pensaba que eran un tanto exageradas las palabras que se decían. Comenzó diciendo que le había sorprendido la poesía del escritor, pues conocía su prosa, pero no sus versos. Y que le había sorprendido muy agradablemente, porque esta tierra –según él- era escasa en escritores. Escuché hablar de trabajo, de dedicación, de mucha elaboración, de mucha calidad formal, de una estructura del libro muy pensada y muy acertada. Y que algunos poemas le habían encantado especialmente. Y sí debía ser, porque pude ver desde mi altura que algunos de ellos estaban marcados con aspas, o levemente subrayado.
Al terminar sus palabras, supe que me había llegado la hora de trabajar. El llamado Amando volvió a lanzar su voz sobre mi cabezal y yo, obediente, amplifiqué sus ondas para que todos cuantos estaban tan atentos escuchasen sin problemas. Me sorprendió la tranquilidad con la que habló. Se le notaba preocupado por vocalizar bien, que se le entendiera. Me parece que una señora que había sentada en la primera fila era culpable de tanto cuidado. Quizá no oyera muy bien. A esa señora se le veía especialmente feliz, como si tuviera mucho que ver con él. ¿Sería su madre?
Aprovechando las últimas palabras de Luis Javier, habló primero sobre la importancia de los lectores para cualquier poeta, y cómo él había contado con ellos desde que empezó a publicar los poemas en su blog. Esto me sorprendió. Normalmente no suelo ampliar frases de este tipo. Me pareció raro que se publicaran poemas ya públicos de algún modo, pero seguí a lo mío, sin interferir en el discurso. Habló de los sábados, cuando Internet lanzaba a sus ondas los versos que semanalmente publicaba. Habló de la fidelidad de algunos de sus lectores. Y dijo –seguro que fue un farol suyo, no sé si creérmelo- que había tres personas en la sala que habían venido desde otras ciudades para este acto. Pero pronto tuve que convencerme de la veracidad de sus palabras, porque hubo tres mujeres que sonrieron de modo muy especial. A continuación dijo que durante este tiempo aprendió muchas cosas relacionadas con la poesía, y que los blog se están convirtiendo en buen refugio de los poetas.
Sentí que se empezaba a emocionar. Algo en la vibración de su voz me advirtió del asunto. Comentó que al igual que hace treinta años, fueron personas ajenas las que le empujaron a publicar el libro. Parece que hace treinta años una profesora suya, Cristina Guerra que debía ser esa otra señora que estaba sentada en la segunda fila, fue quien le convenció, y que ahora han sido dos amigas que estaban en la sala una venida desde Málaga y la otra compañera de trabajo. Después de revisar aquellos poemas de los sábados y corregir algunos, los ordenó y formó la estructura del libro.
Cristina Guerra y Amando,al finalizar el acto. Foto Ángeles Hernández
La emoción se acercaba cada vez más a la garganta. Detuvo unos segundos el discurso y bebió agua. Cogió el libro en la mano y comenzó a hablar de él. Del objeto que sujetaba. Alabó el trabajo de su hermano –tal y como miró a cierta parte de la sala, me pareció entender que era aquel señor de americana en tonos verdosos y sonrisa amplia-. Sí estaba emocionado. Creo que a pesar de sus intentos, no lo pudo disimular, y yo me encargué con fidelidad de transmitir hasta el más pequeño recoveco de su voz.

Mariano Carabias, José Antonio Abella, Luis Javier Moreno. Foto Ángeles Hernández
Pero al acabar aquella parte, noté que la calma volvía a él.
Por fin iba a leer algunos de sus poemas…
Creo que me gustaron, pero tengo órdenes estrictas de no emitir mi opinión sobre este asunto. Me di cuenta de que no tenía preparados los poemas. Improvisaba. Empezó por el primero del libro y luego iba pasando páginas. No sé si estoy autorizado a explicar que algunos no los leyó, porque sabía que al recitarlos se entenderían peor, que algunos poemas es mejor leerlos que recitarlos, por su construcción, por el tipo de versificación… Creo que se equivocaba, pero… Luego siguió leyendo de la primera parte. Ésa que según dijo hablaba del mundo, del dolor, del sufrimiento, de las cosas tan terribles que les suceden a algunos seres humanos. Recitaba con calma, pero sin exagerar. No, no es un rapsoda, indudablemente.
Abajo, entre el público, se notaba tranquilidad. Algunos rostros sonreían, casi parecían embelesados, otros empezaban a cargarse de aburrimiento. Casi seguro que no estuvieran tan acostumbrados a la poesía. Más que nervioso, comenzó a impacientarse, pero noté que sobre la marcha había decidido qué poemas iba a leer, y supe que los leería todos…
Cuando llegó a la segunda parte del libro, volví a notar en su voz cierta emoción. Sabía que no podía extenderse aquí, pero no quería dejar de leer los dos poemas que leyó. Y sobre todo el último, los últimos versos del libro que, según él dijo, no están ahí por casualidad.
Al otro lado de su vientre herido,
mi reino es conquistado por tus huestes,
mi ejército se rinde a tu estandarte,
mi pulso muere en una luz de ocaso,
soy ciudadano de tu piel de viento,
mi bandera la tejen tus anhelos,
es mi patria el latido de tus venas
.
Y aquí se equivocó.
Quiso haber acabado en ese momento, pero Luis Javier le advirtió que debían dar oportunidad a los asistentes para que preguntaran o comentaran.
Hubo varias preguntas y algunos comentarios. Comprendí que este hombre sólo había traído a la sala personas que le quieren. Una de las mujeres que había venido desde lejos –creo que dijo Cádiz, y me asusté, y tuve que reconocerme que tenía buenos amigos, si eran capaces de acercarse desde tan lejos como Málaga o Cádiz, o incluso desde Madrid para un acto así- le preguntó por cómo se le ocurrían los poemas, si los escribía del tirón o le llevaban mucho tiempo, y si al escribir el poema Seis de enero había tenido alguna especie de premonición sobre lo que está sucediendo en el Oriente Próximo. Me di cuenta que eso de responder preguntas le gustaba. Se sentía cómodo, como si se supiera las respuestas. También se escucharon a otras personas hablar sobre cuándo les llega la inspiración. Una señora dijo que lo peor era cuando se le ocurría algo mientras conducía, y un señor habló de que cuando él trabajaba como veterinario, mientras iba de pueblo en pueblo, a veces tenía que aparcar la furgoneta y anotar en una libreta la idea o el verso que se le había ocurrido. Se dijeron cosas excesivamente exageradas, o a mí me lo parecieron, pero tal y como se decían ellos lo debían sentir así, sobre todo esa mujer que es también poeta y vino desde Madrid. Y él las encajaba con tranquilidad y agradecimiento, pero pensaba siempre, ojalá, ojalá… Y hablaron de la lectura de la poesía, de que había que perderla miedo y que, aunque es algo más difícil que otros géneros, también puede resultar fascinante...
Cuando dijeron que se acababa el acto, él no se movió de la silla. Me apagó, pero seguí viéndole. Se quedó para firmar algunos libros que le compraron quienes se acercaron por ahí. Allí pude escuchar algunas cosas, pero creo que esas sí me las debo callar, puesto que si me habían apagado es que no querían que se dijeran en voz alta.
Un momento de la firma. Foto Ángeles Hernández
Todavía tardaron un rato en dejarnos en paz, a oscuras, con nuestras cosas. Me hubiera gustado que se hubiera olvidado alguno de los libros, para echarle algún vistazo, pero tuvo buen cuidado de llevarse todos. Será que le hacían falta para algo.
Desde luego es un mal educado. Cuando se fue, ni me dio las gracias, por haber cumplido tan fielmente con mi trabajo…

Ángeles, María Sangüesa, Isolda y Amando, después del acto.

22 comentarios:

Amando Carabias dijo...

Como os he prometido, ahí tenéis la crónica de un micrófono.
Estoy muy, muy satisfecho, como se observa en algunas de las fotos.
El próximo viernes, gracias a Fuencisla, la dueña de la Librería Diagonal, se hará una lectura poética. Estais invitados, lógicamente.
No tengo palabras para agradecer a todos los que asistieron al acto, incluso a quienes estuvistéis con el corazón en él (Sevilla, Madrid, Tenerife, Lleida, Pontevedra, Las Palmas, Barcelona, Buenos Aires...). De un modo muy especial, como se aprecia en la última foto, a Isolda, María Sangüesa y Ángeles Hernández.

Maria Sangüesa dijo...

Magnífica crónica, Amando. Fueron unos momentos llenos de emoción y plenos de esa magia especial que se crea cuando la poesía es compartida por todos los que te rodean y se percibe, con toda claridad, que está alcanzando a todos y cada uno de los presentes. Un acto a la altura del libro y de su creador. Fue un honor estar allí contigo, con Luis Javier Moreno (que fue un excelente presentador) y con tantas personas, amigas o desconocidas, que disfrutaron tanto como yo de tu buena poesía y de los primeros pasos en público de la hermosa criatura literaria que nos has regalado. Gracias y muchos éxitos. Un fuerte abrazo.

catherine dijo...

Muy divertido tu relato, Amando. Este micrófono, más acostumbrado a los discursos oficiales que a la poesía en un ambiente calurosa nos cuenta con gusto muchos detalles del acto. En su comentario María habla de la magia y de la emoción del momento y con las fotos de Ángeles e otros casí me creo que estaba presente de verdad.
Muchos besos a vosotros todos e a la señora de Málaga.

Abuela Ciber dijo...

Recibe mi mas caluroso afecto.
He salido de mi pequeño retiro espirual cuando por Ma. Angeles me entere de esta noticia.
Te he leido y me has emocionado muchisimo.
Mi alegria es doble al ver esa cara risueñaaaaaaaa.

Cariños mil.

emejota dijo...

Grrrr. Menos mal que el micrófono ha relatado con gracia y salero todo lo que aconteció.
Da gusto verte contento, guapetón y tan bien rodeado. Gracias también por las fotos, al menos conozco a algunas amigas blogueras por su imagen actual. Un fuerte abrazo extendido.

Unknown dijo...

A la felicidad que siento por ti, después de leer esta excelente crónica, añado una ligera dosis de sana envidia por los que pudieron asistir y abrazarte en ese momento y participar del nacimiento oficial de tu "hijo", no me queda que unir mis manos en un aplauso desde la lluviosa Italia, desde el norte lombardo en modo que llegue hasta ti en tu Segovia.
Un abrazo fuerte.
Leo

Ángeles Hernández dijo...

Vaya, al final no pude aguantar despierta para leer la crónica microfonil tan anunciada, sobre todo porque sentía curiosidad por saber como se las había arreglado para colocar las fotos que le envie y muchas ganas de disfrutar lo que otro escribe sobre lo que una ha escrito y vivido.

Se nota que el micrófono, que tiene tantas horas de sala , ha sabido captar detalles que para los escuchantes y mirones pasaron inadvertidos y que tanto enriquecen la presentación .

Felizmente he madrugado y he tenido tiempo de regodearme en los recuerdos de tan buenos momentos , antes de meterme de lleno en la vorágine que en el trabajo y en el mundo nos esperan hoy.
Como dice Amando en su diario, disfrutemos con lo intimo mientras llega el día del Apocalipsis.

Un abrazo a todos, especial para Maria, Isolda, Amando y Luis Javier .Os dejo que quiero oír las noticias antes de salir.

Gracias "altavoz". A.

Fernando dijo...

¡Qué susto, al principio pensé que te habían hecho Presidente de la Diputación! Luego ya me tranquilicé. Era un aquelarre de poetas. Bien por la Diputación. A ver si poco a poco llega a esos sitios el alma del pueblo. Me ha encantado el relato, quizás deberían ser así todas las crónicas periodísticas. He sentido, como me es habitual, perderme estas lecturas yu esas emociones. Algún día podré, a lo mejor, y si los tenaces cardiólogos me lo permiten, ir a verte y comer un cochinillo en José María. ¡Felicidades y un abrazo, como siempre, muy fuerte.

Andrea dijo...

Muchas felicidades.
He seguido un poco desde la trastienda el nacimiento de este hijo tuyo que, estoy segura, tanto has querido y deseado. He leído a ese Sr. Que narraba la presentación y que se ha fotografiado con sus amigos. Qué feliz se le veía. Qué cara de satisfacción en las fotos , no solo ya por la presentación sino por verse rodeado de tantas personas que le admiran y que le quieren. Sin estar allí hasta veía a tus amigos y acompañantes mirarte sonrientes, orgullosos de ser tus amigos, deseosos de que tuvieras el éxito , que creo has tenido y que ellos, desde luego te deseaban de la misma forma que lo deseo yo.
Un cordial saludo.
Adrea

Charcos dijo...

Me ha encantado esa crónica y ver caras de letras conocidas. Enhorabuena Amando da alegría leer buenas nuevas en estos tiempos que corren.

Un abrazo enorme

neko dijo...

Pero cómo se te olvidó darle las gracias al mmicro!! el que te ayudó a evitar estar afónico al día siguiente... bueno, cuando vuelvas a verlo acuerdate de hacerlo.

Y ahora? una vez llegado un día muy esperado es como si se perdiera algo, o ami me pasa.

Flamenco Rojo dijo...

Entre el resumen que realizó Ángeles de “Cronistas sin Fronteras” en el blog “Pienso, luego escribo” y el que nos hace el “micrófono de la Diputación de Segovia” nos permite a los amigos de Amando que no pudimos estar presente en el acto hacernos una idea de lo entrañable que fue el mismo.

Desde Sevilla deseamos el mayor de los éxitos para el poemario “Versos como carne”.

Un abrazo.

Alena.Collar dijo...

¡Bueno!, menos mal que estaba el micrófono para contarlo, que tú eres un "desastrao" y ni palabrita...
No sabes lo agradecida que "le" estoy...
Divertido y entrañable, Amando...
Larga vida a Versos como Carne.
Y al "micrófono" un beso.

J.Lorente dijo...

Amando, me alegra muchísimo verte tan contento y satisfecho... No es para menos... Tan aplaudido y bien acompañado cualquiera tiene buena cara eh?

Mucha suerte con tu Libro y nunca dejes de echar toda la "Carne" en el "Versificador".

Un Abrazo, Amigo.

fcaro dijo...

Amando es un crónica estupenda, creativa, sugerente y completa. Un ejemplo de maestría. Gracias. Ese discreto testigo me ha ofrecido información y buen rato.

Mi abrazo. Pacocaro.

Odiseo de Saturnalia dijo...

Una inmensa alegría. Eso provoca en mí que un amigo publique en versos, sus caminos.

Te deseo lo mejor.

Agustín.

Isolda Wagner dijo...

¡Qué micrófono tan indiscreto! Pero hay que ver que crónica tan bien hecha de estos acontecimientos que se producen tan pocas veces.
Ya sé que fue tu día, pero me alegra tanto que haya entrado Maribel, J. Lorente y Odiseo y todos los que participen de esta alegría.
Gracias querido Amando, por tantos versos.
¿Se puede besar un micrófono?

Mercedes Pinto dijo...

Es, casi, como si hubiera estado allí; pero eso, casi. Ya me hubiese gustado acompañar al orgulloso “padre” y al “recién nacido” en ese día tan especial para los dos, y haber podido compartir con varios de vosotros buenos ratos de charla.
“Versos como carne” es un poemario muy bello, en cada poema se trasluce tu alma sensible y consciente. Es un trabajo magnífico y cuidado; enhorabuena. Me alegro mucho por ti, amigo Amando, espero que haya muchos lectores que tengan la oportunidad de conocer, disfrutar y sentir a este nuevo “hijo” tuyo.
Un abrazo.

Marina Filgueira dijo...

Felicidades guapetón y campeón de veresos como carne! Y por este relato o crónica sobre el magnífico y precioso evento que, los que te conocemos, no lo olvidaremos nunca. Que voces dulces los reciten y que manos suaves los toquen. Suerte mucha suerte Amando.
Estoy ensimismada leyéndolos. Un abrazo y ser muy felices.

francisco gomez dijo...

Apreciado Amando
Estoy de viaje y no puedo extenderme lo que quisiera,pero gracias a Pepe he sabido de la presenatción de tu libro,cosa que en los tiempos que corren solo se le ocurre a los enamorados de la literatura,tu como Alena entrais según mi humilde criterio en el epigrafe de los enamorados de la literatura.Sabes que espero verte algún día en un Sant Jordi frimando libros mismamente al lado de mi paisano M.Rivas.Veo en las fotos a queridas compañeras del blog donde nos conocimos y donde sigo cada día añorando la presencia de seres humanos como tu,que eres generoso y amigo de tus amigos. Te deseo que tengas mucho éxito y que siga tu interés en escribir.
Saludos Paco

Paloma Corrales dijo...

Amando, es como haber estado, no só allí sentada en una butaca, sino dentro de tu cabecita, rozando el pensamiento y exprimiendo la emoción. Gracias, por esa manera tan tuya y por ese magnífico poemario al que deseo larga vida y mucho éxito.

Un abrazo muy fuerte.

Salón Vilches dijo...

Muy ocurrente tu crónica (bueno, la del micro), fiel a lo que ocurrió aquella tarde.
Espero que agotes la edición en breve.