lunes, 7 de febrero de 2011

Navajas de cristal, ojos de fuego

Desde la oscuridad, 2006
© Pilar Aguarón Ezpileta


Cuando te fuiste, nunca pensé que olvidaría tan pronto la temperatura de tu piel, ni el peso de tus pechos sobre la cuna de mis manos, o el olor con el que impregnabas cada uno de los rincones de la casa. Cuando te fuiste, detrás de la frustración regalada por mi impericia, nunca pensé que olvidaría tan pronto el ritmo de tus pasos sobre la alfombra. Cuando te fuiste, harta de esperar alguna sonrisa, o alguna caricia, más allá de las rituales e innecesarias, no pensé que tu estatura se me perdería en el borde rojizo de la tarde, o el volumen de tu silueta se esfumaría junto a la sombra larga del ocaso. Cuando te fuiste, no intuí que el sonido de tu voz se desaguaría tras un torrente de olvido.
Cuando te fuiste, sin embargo, esos ojos que tanto anhelaron mi presencia —más allá de la corporal—, se alojaron dentro de mis latidos como saetas disparadas con puntería infalible. Se me clavaron tus ojos como navajas de cristal, me besaban tus ojos como labios de fuego, cuando te fuiste. Nunca pude vaticinar semejante acontecimiento.
Sólo cuando te fuiste, al escarbar angustiado en mi recuerdo, descubrí que en tus ojos flotaba la espera, haciéndose luz en tu vislumbre. Sí, querida, sólo cuando fuiste ausencia, comprendí que cada día tus pupilas se revestían con la túnica de la paciencia recién lavada y planchada para regalarme una nueva oportunidad y otra y otra y otra. Yo llegaba cada noche, henchido de los acontecimientos que el mundo ha dictaminado como trascendentales, y no comprendía el significado de tu avizorarme continuo y paciente. Sólo estaba pendiente de lo que me dijeran los de fuera, de sus palmadas en la espalda, de sus billetes en la cuenta corriente, de sus saludos por la calle principal a la hora del vermut, de sus cuerpos conquistados a traición y con engaño…
Nunca te conformabas con las apariencias, sino que escrutabas el contenido de mis pensamientos. Y cada noche, después de acercarme al dormitorio para desnudar mi cuerpo y ponerme armadura en el corazón, comprendías con dolor, tras esa inspección morosa y detallada de tus pupilas, que había retornado el mismo pedazo de piedra que te acompañaba a diario un puñado escaso de horas. Un ser que enmudecía, ensordecía y enceguecía a tu costado. Cuando aún no te habías ido, no advertí que tu mirada conjugaba al verme todos los matices que el diccionario otorga a la acción y efecto de poner los ojos sobre algo o alguien, en este caso sobre mí. Un esfuerzo titánico que nunca intuí, pues creía que aquel papel firmado era como haber adquirido el derecho a gozar de tu eterna presencia a mi lado.
Tú, mirada alerta; yo, ceguera…
Hasta que te hartaste.
Cerraste la puerta para siempre. Detrás de ti, salvo el eco de tu perfume (que también he olvidado) y una nota con una frase (“No te molestes en buscarme, porque nunca me encontrarás”), únicamente dejaste, como alboroto de luz, tu mirada, que, desde entonces, llevo incrustada como si se me hubieran clavado en el corazón un millón de esquirlas o como si se me hubieran prendido labios de fuego que me besan sin cesar.
¿Sabes, querida…? Al principio creí que ese recuerdo era un veneno lento que me destruiría, como un asesinato en la distancia que ninguna Policía podría detectar o calificar como sustancia mortífera. Sin embargo, con las semanas o los meses, comprendí que, a pesar de tu huida (que no te puedo reprochar), aún quisiste permanecer a mi cuidado. No será amor el rastro de tus pupilas en mi memoria, pues me encargué con mi torpeza y mi traición de apagar la hoguera que una vez quizá existió entre nosotros, pero al menos será rescoldo donde se evapore el hielo de la soledad.
¿Sabes, querida…? Cuando llego a casa, al prender la luz de la entrada, me doy cuenta que me espera tu mirar. Como revoloteo de pájaros, están ahí tus ojos, y ellos me sirven para acompañar a la soledad. Ahora no enchufo la televisión, ahora te cuento (o cuento a tus ojos) las cosas del día. Ahora no revisto mi corazón de coraza y yelmo.
Cuando te fuiste, se me clavaron tus ojos como navajas de cristal.
Como labios de fuego, me besaban tus ojos, cuando te fuiste…
Cuando te fuiste, no comprendí que la mirada es el cauce por donde transita la vida, o su esencia, al menos.

En este enlace se pueden encontrar el resto de colaboraciones.

Mañana se inaugura la exposición:


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La generosidad de Pilar nos regala un par de fotografías. En la de arriba apreciamos, aunque sea mínimamenteel resultado de su obra ya montada en la sala Espacio Cultural Adolfo Domínguez. En la de más abajo la pintura y el propietario de la sala Eugenio Mateo, quien en su blog (este es el enlace), realiza una bella crónica así como un buen reportaje fotográfico del acontecimiento. Gracias Pilar, gracias Eugenio y enhorabuena por el éxito obtenido.



20 comentarios:

Unknown dijo...

Amando, en este hermoso relato, se pierde el limite entre la prosa y poesía, los desbordas y vas de uno a otro, sorteando con eficaz maestria las trampas en las que se pueden caer cuando se corren estos riesgos. Tu sales vencedor.
Un abrazo.
Leo

PilarA dijo...

Es un relato magistral, para mí un honor tener amigos como tú. El enlace para leer las demás aportaciones es http://www.aguaron.net/com/

PilarA

Amando Carabias dijo...

Querido Leo, muchas gracias por tus palabras.
Sí tienes razón, estoy en un momento en que cada vez creo menos en las fronteras.
Es un proceso extraño, pero fascinante.

Gracias Pilar, y gracias por el enlace y gracias por tus palabras. NO sé si magistral, desde luego muy sentido sí es. Creo que estaba puesto, pero por culpa del color no se veía. Ahora, al poner las letras en rojo se accede directamente, pinchando sobre ellas

Isolda Wagner dijo...

Este relato es apasionante como esos ojos que pinta Pilar que se tornan navajas de cristal. Pura prosa poética, como apunta Leo. Una vez más te desbordan las sensaciones y las plasmas como acostumbras. Creo también que hay un regusto a Sabor a sándalo, al menos a mí me lo parece. De nuevo las ausencias cobran más vida que nunca.
He leído todas las colaboraciones. Ese catálogo "pinta" muy bien y hemos podido ver más de la obra.
Besos de ojos negros a la pintora y al poeta.

PilarA dijo...

Gracias Isolda. y Besos, muchos besos

Flamenco Rojo dijo...

Magnífico relato para un extraordinario retrato. Me he dado una vuelta por el resto de colaboraciones y leído los textos de Marcos y Anabel…Me encantan los rostros que pinta Pilar.

Un abrazo para ti Amando y un beso para Pilar.

Pd.- Deseo lo mejor para la exposición que empieza mañana.

PilarA dijo...

¡muacks!

catherine dijo...

Es verdad que las miradas impactan.
Impactan las miradas en los cuadros de Pilar.
Noto que muchos autores eligieron cuadros con miradas.
"La mirada es el cauce por donde transita la vida", hermoso texto, Amando.

lichazul dijo...

gracias por la huella , sé siempre Bienvenido

llegar y saber que nos esperan e sla mejor de todas las recompensas
caro se pagan cuando la ceguera egocentrica nos invade


un abrazo

Abuela Ciber dijo...

Creo que al perder algo tan nuestro, recien valoramos su necesidad, pero la vida no nos permite reconocerlo sino tal vez.....mucho tiempo después y, ya no hay retorno.

Cariños

ARO dijo...

Un relato de amor y desamor perfecto: esa prosa limpia y preciosa engancha por lo que cuenta y por la manera de contarlo.

Fiaris dijo...

Todo un rato de regocijo leerte.
abrazos

Anabel dijo...

Ya lleva nuestra maña media hora. Media hora del evento pictórico más grande de este año en la capital maña.

Estamos contigo.

Un beso al magistral Amando y otro para la pintora,

Anabel

María Socorro Luis dijo...

Un bellísimo relato escrito - sin ninguna duda - por un poeta.

Enhorabuena.

Amando Carabias dijo...

Muchas gracias a todos. Esperemos que todo esté saliendo muy bien en Zaragoza...
Por cierto aquí se lee el relato de Anabel

Marina Filgueira dijo...

Amando, has escrito un fenomenal relato, aquí se aprecia perfecta la forma a mi modo de entender... cuentas una "historia"de desamor y traición- mientras tanto la envuelves con poesía en prosa.
Si, el amor es ciego! y rara vez ve la realidad.

Cuando te fuiste, no comprendí que la mirada es el cauce por donde transita la vida, o su esencia, al menos.

Si,cuanto dice una mira! La mirada habla, acaricia, besa y también interroga y efectivamente se clava como flecha de cristal que puede dejar al otro/a muy herido de amor.

Aunque en esta turbulencia de amor y desamor, me da la impresión
que, el protagonista, a pesar de todo, entiende lo mucho que ganó... Un abrzo y Se muy feliz.

Ángeles Hernández dijo...

1) Felicidades Amando por captar esa mirada con un texto tan bello y tan explícito.
2) Felicidades Pilar por tener tantos y tan buenos amigos que han querido dedicarte su tiempo y su arte.
3) Hoy voy a ser egoista al comentar el texto pues me identifico con la mujer del retrato y también identifico el "cuento" con lo que alguien quizás podría haber dicho, o sentido, seguro que no escrito, cuando me fui.
Y al leerte, me encuentro y ¿cómo no? me emociono y me entristezco.

Pero bueno, hoy es hoy y otros caminos recorren mis pies.

Un fuerte abrazo Amando. Otro para ti Pilar. de Á.

PilarA dijo...

gracias Amando, para los curiosos más fotos aquí: http://www.aguaron.net/ego/croCOM.htm

Amando Carabias dijo...

No, gracias a ti por compartir, desde aquí se accede al enlace que nos ofrece Pilar.

Maria Sangüesa dijo...

Este relato tan pleno de poesía me ha emocionado muy especialmente. El cuadro de Pilar, impresionante. Buena simbiosis. Un abrazo muy fuerte para ambos y mucho éxito en la expo.