viernes, 17 de diciembre de 2010

Navidad sin Cuento. (Cuento de Navidad) 3 de 7

Imagen tomada de Internet


Había hablado con Alicia y ésta le había rogado que dejase Euritmia y viajase hasta Madrid, donde ella vivía con su marido y sus dos hijos. Pero Dalmacio se negó en rotundo. Después de un intenso diálogo, la hija consiguió que su padre le prometiera que acudiría a la Comisaría a poner la denuncia. Ambos suponían que parecía imposible que aparecieran las joyas robadas, pero al menos, si ocurría el milagro, todo sería más fácil, por no hablar de los riesgos que corría. Ante semejante miedo, Dalmacio argumentó que no se habían producido daños personales, por tanto no era de esperar que él se convirtiera en el primero. Su hija, no obstante, sostuvo que siempre había una primera vez para todo, así que, o iba a la Comisaría, o se encargaba ella misma de hablar con Balmes, pues para eso era su amigo…

En cumplimiento de su palabra, aquella misma tarde Dalmacio atravesaba las puertas de la Comisaría, y solicitaba información para poner una denuncia.
—¿Un robo? —preguntó el agente, seguro de que no erraba. Dalmacio no contestó, esperó a que el hombre uniformado continuase. —Sí, mire, llegue a la esquina, coja el pasillo de la izquierda y en la primera puerta, allí es.
Para su sorpresa, a pesar de lo que se había dicho en los medios de comunicación, no había nadie dispuesto a denunciar el robo. En algunas ocasiones los datos necesitarían alguna explicación más precisa o clara para que los ciudadanos corrientes tuvieran comprensiva percepción de los acontecimientos. Un incremento tan abrumador del número de delitos contra la propiedad en una ciudad como Euritmia, no significaba que todos los días hubiese cincuenta o cien robos. Diez o quince diarios –teniendo en cuenta el número de habitantes de la ciudad- serían suficientes para que las alarmas policiales y políticas se disparasen. La joven policía que se sentaba ante un ordenador, le hizo un leve gesto para que Dalmacio se acercase.
—Buenas tardes, señorita, no parece que hoy haya habido tantos robos…
Maribel, policía en prácticas, le sonrió sin comprender lo que le había dicho aquel hombre de porte distinguido y avanzada edad.
—No entiendo a qué se refiere.
—En la prensa han publicado el alarmante incremento de robos en la ciudad, y a mí me han robado esta mañana, a eso del mediodía, ¿sabe usted? Lo sé porque al poco han sonado las campanadas de la Esbelta Dorada. Como no hay nadie, será que hoy sólo me ha tocado a mí.
—A veces no se publican bien las cosas —comentó Maribel, mordiéndose los labios de inmediato. No debería haber hecho semejante comentario, extralimitaba sus funciones— ¿Va a denunciar el robo? —Dalmacio asintió y ella prosiguió—. Si me permite su DNI…

Después de acabado el trámite burocrático, se dirigió a Maribel.
—¿Cuándo cree que recobraré las joyas de mi mujer…, es lo único que me queda de ella?
La joven agente se encogió de hombros.
—Llevamos más de tres meses detrás del asunto. No le puedo decir más. Lo único que le aseguro es que estamos haciendo lo que podemos.
—¿Sabe usted si el comisario Gayano…?
Maribel se tensó. No era una buena señal para ella que Dalmacio preguntara por el Jefe. Quizá quería quejarse por algo que ella, inconscientemente, hubiera hecho mal. Los pensamientos cruzaron su cabeza como una daga de hielo y anidaron en su rostro, puesto que Dalmacio precisó a toda prisa.
—Soy viejo amigo suyo. Nada que ver con usted… Me gustaría hablar con él del asunto, seguro que si sabe que las joyas de Anunciación me las han robado. ¿Dónde podría verle?
—Su despacho está en el piso de arriba. —Maribel parecía más calmada—. Pero quizá a estas horas ya se haya marchado. Pregunte a alguno de mis compañeros.

No fue necesario. Nada más salir de la oficina, se encontró con Gayano que abandonaba la Comisaría. Se escuchaba su voz de lija gruesa por culpa del tabaco.
—Hasta mañana, Ramón. Espero que no suceda nada grave esta noche. Como tenga que salir de casa, creo que mi mujer no me lo perdonará nunca.
—No se preocupe, Comisario —respondió Ramón como si recitara un papel memorizado—. No creo que sea necesario que abandone su casa. Ya sabe que esta ciudad es muy tranquila.
—No se fíe, las apariencias engañan… Y ya sabe el crimen nunca descansa.
—¡Gayano!, ¡Gayano!
—Dalmacio… Benditos los ojos… ¿Tú por aquí? ¿No me digas que…? —Balmes se giró hacia la oficina donde se denunciaban los robos e intuyó el motivo por el que el viejo Allende estaba en la Comisaría—. ¿Cuándo te robaron?
—Esta mañana… Lo peor es que eran las joyas de Nunci.
El cariñoso apodo de la esposa, reservado para el coloquio íntimo, sobrevoló la breve distancia que separaba a ambos cubriéndola de recuerdos. Evocaciones de años transcurridos demasiado rápido, truncados con uno de los mordiscos que la vida da sin previo aviso.
El Comisario, desde hacía muchas décadas, no se implicaba emocionalmente en los casos que tenía que resolver. Era una medida, no sólo de higiene mental, sino de eficacia profesional. Pero aquella frase había desbaratado, sin buscarlo, tal precaución. Desde ese instante, el caso de los robos en Euritmia, ya no era uno más –especialmente delicado a causa de la alarma social que estaba provocando en la ciudad-, sino que había afectado a su viejo amigo Dalmacio Allende, y nada menos que al recuerdo de Anunciación. Era como si le hubieran secuestrado lo último que le quedaba de ella, aunque tal afirmación no se sostuviese objetivamente.

Continuará mañana...

8 comentarios:

Ángeles Hernández dijo...

Aunque siempre es aconsejable separar trabajo y emociones (sobre todo en el caso de servidores públicos) para intentar mantener la lucidez y la objetividad, es inevitable que cuando nos tocan el corazón, actuemos de manera diferente.

El recuerdo de Nunci parece haber hecho cambiar la frialdad del comisario y yo no sé decir si eso mejora o empeora la situación.

Un abrazo al cuentista de Á.

Flamenco Rojo dijo...

Aparte de la entrega de hoy me ha gustado especialmente el villancico de El Barrio...Suena bien.

Un abrazo.

Unknown dijo...

Quizás sea el periodo particularmente rico de emociones para mi, quizás sea que estoy demasiado sensible, pero el modo en que has narrado el episodio, sobre todo el final, he terminado con una lágrima descendiendo de mis ojos, como si quien hubiese perdido algo de valor afectivo hubiese sido yo.
Qué vamos a ser si soy un sentimental empedernido y tu me arrastras con tus letras.
Un abrazo.
Leo

Anónimo dijo...

Vengo de visita del espacio de Leo. No puedo opinar mucho sobre tu historia ya que la dejas a medias y quizás es lo mejor de la misma. Sin embargo esta "Navidad sin cuento" se hace más interesante al dejarlo en suspenso.
Muy interesante tu espacio y bastante acertada la música. Me encanta el Barrio.
Saludos y feliz Navidad.

Fiaris dijo...

amigo ando tratando de distraerme leyendo un poco ,me cuesta pero al menos mientras leo no pienso,mi niña no mejora y la verdad estoy mal,abrazos y gracias por estar.

Amando Carabias dijo...

Fiaris:
Seguimos estando contigo.
Esperemos que en estos días los médicos nos den alguna buena noticia.

Amando Carabias dijo...

Anónimo:
Dado que vienes del rincón de Leo, he roto mi norma. Ojalá te identificarás.

Marina Filgueira dijo...

vaya, menos mal que Dalmacio tiene un amigo de verdad que le tiene en estima. Me gustó esta parte del cuento... También me ha emocionado un poco. Besitos y ser felices.

Le deseo a Fiaris, una pronta recuperación de su niña. Rezré hoy antes de dormirme, por que se ponga buena muy pronto. Ánimo Fiaris.