lunes, 22 de noviembre de 2010

A dieta

Se enciende la luz. ¿La primera de la ciudad? Su llanto le convoca. El llanto de cada madrugada. Las cuatro y cuarto según los relojes. El cuerpo —antes que la mente— ha reaccionado con gestos automatizados: brazo que se estira para que la yema del índice pulse el interruptor, movimiento de piernas para que los pies ocupen las zapatillas antes de erguir la espalda, bostezo avaricioso... Una vez levantado, trastabillándose, dieciocho pasos hasta el dormitorio donde dormía quien ahora es llanto. Que el pediatra sugiera que no se coja en brazos al niño para que duerma, no cabe en la cotidianidad de su madrugada. ¿Qué sabrá el pediatra de su niño? Son apenas diez minutos, los únicos nutritivos de su existencia, después de que ella sólo sea el recuerdo que llaga sus pupilas al amanecer; diez minutos de los que, barrunta, se alimentará durante decenios… Al llegar al dormitorio, y escuchar el silencio de una plácida respiración envolviéndolo todo, comprende que el llanto anida en sus entrañas, entiende que su cuerpo es el que necesita la protección de ese calor, y sospecha que ha comenzado una dura dieta para su corazón, una dieta compuesta de recuerdos y ausencias.

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17 comentarios:

Verónica O.M. dijo...

Interesante y bonito relato, Amando.
Muchas veces, nos sentimos desamparados y necesitamos que nos quieran y arropen como niños.
Nuestra alma, necesita de esos afectos, para sentirse plena.
Buena semana para ti
Abrazos

Isolda Wagner dijo...

¡Qué tierno y qué triste! ¡Qué no habrá pasado este hombre para sentir su propio llanto cada noche! O quizá se adelante a su propia nostalgia, cuando se imponga la dieta que le espera.
¿Y si sólo es un sueño?
Me encanta, Amando, se puede interpretar de tantas maneras... Lo que no falla nunca es tu deliciosa forma de narrarlo.
Besos sin sobresaltos.

Ana J. dijo...

Me ha emocionado, Amando.
Muchas gracias
Un abrazo fuerte

Fiaris dijo...

Triste pero muy bien llevado el relato amigo,un abrazo.

emejota dijo...

Dieta de añoranzas en el corazón adulto de un niño recordado. Me gusta como lo cuentas. Un fuerte abrazo.

María dijo...

No se de donde sacas tanta sensibilidad, puede que sea una condición propia de escritores.

Precioso relato, me emociono cuando leo algo, que me remueve por dentro. Hay veces que se entierran los sentimiento tan hondo, que olvidas que los tienes.

Un abrazo.

Marina Filgueira dijo...

¡Hola Amando! Muy buenos días.
Es una entrada preciosa con ese punto de delicadeza y ternura que abraza la inocencia de un pedacito de nuestro corazón recién nacido.
Excelente. Un abrazo grande. Ser muy felices.

Beatriz Ruiz dijo...

Ya lo afirma María, remueve por dentro...

Con el tiempo una aprende que no, que no es nada bueno enterrar lo que una siente...

Gracias amigo...

Flamenco Rojo dijo...

Entre el día lluvioso, la música de fondo y la lectura de tu micro me ha tocado la fibra. No sé cómo lo haces, pero tiene muchas interpretaciones…todas llenas de ternura.

Un abrazo.

Unknown dijo...

La conmoción me ha hecho un nudo en la garganta.
Derroche de sensibilidad y tanto dolor...
Un abrazo.
Leo

Marian Raméntol dijo...

Un placer volver, Amando, y como siempre gracias por "golpearnos".

Besos
Marian

Zig- Zag dijo...

Estoy llorando que no puedo más.
El día lloviendo humo y ahora que entro aquí ,la congoja sin correa saliendome por los ojos.
¡Ay , qué presiosso D. Amando!
¡Lo que me costó conformarme, lo que me costó no volver a leerle !

Me voy, me voy .. que puedo hacer un mar con lo que estoy llorando . Mi alma no está hecha para el humo ,D. Amando.
Ya que estoy por aquí , voy a tirar p'abajo y a dejarme caer en las montoneras de palabras que el tiempo y su mano han ido dejando .
Mrina, Mrina .. ¿ Por qué me has olvidado?

catherine dijo...

Me haces pensar en el fenómeno del miembro fantasma que sigue doliendo como parte del cuerpo todavía presente a pesar de la amputación.Nos cuentas de manera menos médica, más literaria y delicada como es difícil acostumbrarse a la ausencia.
Quedan los recuerdos.

neko dijo...

De todo lo que te he leido hasta ahora, me quedo con este relato.

Precioso a la par que triste.

Odiseo de Saturnalia dijo...

Me dan mucho respeto los llantos que no se oyen...

Marina Filgueira dijo...

Hola Zig Zag... ¿Sabes que me suena?
Y, siento buen paladar con esa salsita de palabras tan simpaticas que como digo, me suenan. Un puñado de besos. Se feli.

Pero, por si a caso me equivoco perón.............

Ángeles Hernández dijo...

"Por alusiones" esta vez me meto en el relato con un punto de vista pragmático, nada poético.

El llanto es la única manera que tiene los niños muy pequeños de comunicarse, por eso es normal que varias veces al día nos deleiten con él, sin que traduzca, en general,sufrimiento por su parte . Pero a los bebés hay que sobarlos, incluso aunque no lloren; el mimo y el contacto alimentan casi tanto como la leche.

Dices muy bien que para muchos padres, sentirse necesitados por sus hijos, puede dar sentido (único) a su vida. El límite entre el amor , la sobreprotección y el refugio del silencio afectivo propio en el niño, es muy sutil.

Difícil pontificar al respecto, pero muy sencillo emocionarse con tu bello y emotivo relato.

Gracias Amando, un abrazo Á.