lunes, 8 de febrero de 2010

COMO BUITRES QUE SIGUEN LA AGONÍA DEL LEÓN


Imagen tomada de internet



La palabra de cada día.
El camino que serpea.
Agosto de 2005


Todo parece que marcha más o menos con calma. Todo parece que ha entrado en cierta rutina de tranquilidad quizá anodina, pero desde luego reparadora del alma. De repente, una llamada trastoca todo. De repente, la vida con un impulso un poco dañino golpea a la puerta de la preocupación feroz y aterradora.

El caso es que uno se viene preparando para estas cosas desde hace tiempo. Desde hace muchos años, al menos algunos, procuro despegarme más de las cosas, y tengo claro que apegarme a ellas es más contraproducente que un baño desnudo en medio del Antártico. Tengo claro que las cosas se acaban (y las situaciones y las personas), tengo claro que nuestra carrera es una carrera de fondo hacia el atardecer. Después, no sé qué ha de pasar. Tengo mis esperanzas, incluso podría decir que son casi evidencias que se podrían demostrar matemáticamente, lo que ocurre es que uno es tan malo en las Matemáticas, que mejor no intentarlo. Pero no iba a hablar de la inmortalidad o no inmortalidad.

Al igual que creo a pies juntillas en esta probabilidad, también tengo cada día más claro que no podemos vivir preocupados por ella, sino que hemos de vivir sabiendo, simplemente, que los instantes de aquí concluyen, van concluyendo cada día, y que lo más pernicioso para nuestra salud es precisamente aferrarnos a ellas como si este fuera nuestro destino.

Pues bien, y dicho todo lo anterior, sin embargo, hay una especie de gancho del que uno no se puede deshacer del todo que te mantiene totalmente unido a las cosas y a las personas de acá abajo. Y cuando se oye el lejano runrún de que algo podría ocurrir antes de que ni siquiera podamos darnos cuenta de que está sucediendo, entra una tiritera de corazón de grandes dimensiones, casi apreciable por los sismógrafos. Y todo ello a pesar de que uno intenta con todas sus fuerzas que estos golpes duelan menos. Cada día un poco menos. Pero ahí están los lazos afectivos, que como digo en la novela, mejor dicho como dice Oliver en la novela, cuando se rompen causan más desgarros que las gruesas cadenas de hierro. Probablemente no se puedan hacer las cosas de otro modo y manera. El ser humano tiene esta condición. Quizá por ello es humano, pues de otro modo no podría serlo.

De todos modos los truenos están lejos. Y la intensidad de la tormenta que se puede avecinar más o menos pronto, también parece que no ha de ser destructiva del todo. Pudiera ser que todos los vaticinios sean erróneos. También podría ser que no todo lo que se dice sea exacto y se nos está ocultando alguna cosa que, ahora mismo, parece que no es así. De todos modos ya se verá.

Las nubes avanzan en el horizonte. Las primeras que vienen parecen grises y dañinas, pero, de momento no parecen suficientes.

El miedo, sin embargo, va tomando posiciones, como los buitres, que están siguiendo la agonía del león.

29 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

Leyendo tu entrada, en la que bien podrías referirte a cualquier miedo: un desastre, la muerte, la ruina..., qué se yo, cada cual tiene sus propios miedos. Yo tengo uno que me estremece y que cuando me asalta siento cómo se me encogen las tripas de puro frío interior: hace poco más de tres años nació en casa un pequeño al que no se puede querer más. Cuando lo miro, de vez en cuando, recuerdo que morirá algún día. Es un pensamiento que se me hace insoportable; creo, ilusa de mí, que podría soportar cualquier cosa, pero que esos ojos tan vivos e ingenuos, que ven el mundo infinito, que creen en todo lo bueno, como te digo, pensar que algún día se rodearán de arrugas; que sufrirán y verán sufrimiento; pensar que su bonito, fuerte y rebelde pelo negro se pondrá blanco y caerá... Es un dolor demasiado hondo para mí. Pero ha veces encuentro una luz en tan duro trance y pienso que lo único importante es que mi pequeño Miguel encuentre su misión, que la cumpla y se una al espíritu universal. Nada más importa. Después ya todo es más fácil y vuelvo a ser feliz.
Espero haberme explicado.
Un placer leerte.

María Eleonor Prado Mödinger dijo...

Hola mi amigo, sentada en el PC del hotel (y sí, ando enviciada, jajaj), te leo.
Creo que nosotros los seres humanos nunca vamos a poder desvincular los afectos, es algo intrínseco como el miedo y el derecho a sentirlo como sea que vengan. Tampoco podemos del todo dejar de retroceder permanentemente, no como forma de evocación inútil sino como único detalle que nos acerca al crecimiento personal, como alerta.
Los miedos hacen de frenos a eventuales cara a cara con el Hacedor, esa pachorra propia del que no siendo nada se crea un espejismo y compite con la fuerza y en verdad somos ante la vida como los bebés, esos que duermen con el dedo en la boca esperando protección, amparo.


*Espero no haberme alejado mucho del centro, tus textos suelen volarme de alguna forma.

Te abrazo con 30 grados de verano.

Amando Carabias dijo...

Mercedes:
Te explicas admirablemente. A ese mismo miedo, me refería en este pedazo del diario. A ese miedo que se hace, como bien dices, insoportable y que parece insuperable.
De todos modos, y siendo lógicos, si se cumple tu pronóstico que se cumplirá, tu hijo, mis hijas, serán quienes sufran nuestra ausencia.
También para eso hay que prepararse.

Amando Carabias dijo...

María Eleonor:
Allá en plena canícula veraniega, aquí traspasando el invierno que, como siempre, se hace largo, casi interminable, y eso que este año está siendo más soportable -al menos en esta ciudad- que el del año pasado.
Tienes razón, no podremos desprendernos de nuestros afectos, y esto es bueno, puesto que somos humanos. Si nos los quitásemos quizá nos convirtiéramos en alguna suerte de replicantes sin corazón.
Y también estoy de acuerdo en que somos como bebés indefensos, por más que cada día avancemos más y más, hacia no se sabe dónde.

Tempero dijo...

A ver Amando, que la Segovia festivalera te ha dado un repaso a través del subconsciente o, si lo has hecho adrede, pues mejor:

'entra una titiritera de corazón de grandes dimensiones'

A mí, si me entra una titiritera de corazón es que estoy más contento que unas castañuelas. Bien al contrario si el frío enreda en ese músculo literario que vale para un roto, para un descosido, para un poema y para que nos mantengamos vivos: me refiero al corazón.

Esto es un tiritrantrantran, unas alegrías trufadas de Clásica. Para todos

Por cierto, ¿no será uno de esos dos buitres Pepe Gonce? (El sabe porqué lo digo)

Abrazos (¿Llueve mucho por allí?)

Evaasecas dijo...

El apego a las personas, a las rutinas, a lo que sea... tienes razón en eso de que deberíamos aprender a ser más desprendidos en ese aspecto, a despegarnos, pero eso sería como no implicarnos y en cierto modo dejar de vivir un poquito.
Los miedos, hablamos el otro día respecto a eso.
Al igual que Mercedes y cualquiera que tenga hijos, a veces me meto en la cama, cierro los ojos y me monto unas películas yo sola que para que contaros.
Y lo normal es que sufran nuestra ausencia en un futuro esperemos que muy lejano, pero no siempre es así y además cuando llega la adolescencia los miedos de una madre se multiplican por millones.
Y esa llamada que te hace tiritar el corazón... espero que no suene nunca. En mi casa, una llamada a según qué horas siempre hace que me tirite el corazón.
Feliz semana a todos.

Amando Carabias dijo...

Tempero:
Gracias por la corrección, tanto tiritaba que se duplicó el ti, y hasta en el díario figura así, que tendré que corregirlo como he hecho ya aquí.
Gracias, nuevamente.
Me parece que Pepe no buitrea, sino que flamenquea.

Amando Carabias dijo...

Evaasecas:
Feliz semana Eva.
Por desgracia todo es posible.
Y me doy cuenta que nos repetimos en los temas. Esto me lleva a otra reflexión.

Flamenco Rojo dijo...

Los truenos están lejos, pero menos…el tiempo no pasa en balde amigo. Y para retrasar la visita de la parca algunos tenemos que hacer verdaderos malabares.

Tempero, soy más buitre que cigüeña, pero más flamenco que buitre. Como el buitre soy incapaz de matar para comer…y como flamenco me gusta estar en silencio y escuchar, llegado el caso, el piano de Miriam Méndez fusionando unas bulerías o unas alegrías con Bach o Mozart.

Un abrazo.

catherine dijo...

A veces somos como "bebés con el dedo en la boca" llenos de confianza, otras veces como títeres manipuladas.
Lo que me da más miedo es tener Alzheimer, como lo temía mi padre al ver sus colegas con esa enfermedad y que lo tuvo.
Escuchar las Bodas de Figaro flamencas es un buen consuelo.

Amando Carabias dijo...

Flamenco Rojo:
El problema no es que estén lejos o cerca, el problema es que están allá, y de pronto están acá, eso es lo que a uno le acongoja el ánimo, sobre todo cuando pilla cerca, o relativamente cerca.

Amando Carabias dijo...

Catherine:
Algunas enfermedades son tan terribles como la muerte, quizá porque maten la esencia de lo que realmente somos, a pesar de que la carrocería siga funcionando.
Es como estar sin estar, o no estar estando.

PD: Respecto de "La carta": quizá tuvieras razón y si no llegamos a mayo, nos quedaremos a las puertas. Y aunque parezca contradictorio tu cita del Alzheimer me ha recordado tu comentario del otro día.

Amando Carabias dijo...

Evaasecas:
Quizá tu comentario de esta mañana merecía una respuesta un poco más lucida por mi parte. Pero es que además de pillarme justo en el peor momento, interrupción telefónica incluida, uno escribe cosas y parece que la vida se encarga de traernos pruebas a menor escala para demostrarnos que es cierto lo que cuenta el dicho castellano: Una cosa es predicar y otra dar trigo.
Me explico.
Es verdad que pienso que hay que intentar cierta distancia sobre las cosas, sabiendo que siempre se acaban, etcétera... Pero llega la hora de la verdad, y a la menor complicación que tiene como víctima alguien de tu entorno, te vienes abajo, demostrando que las raíces de uno tienen siempre que ver con los sentimientos.
Un beso.

catherine dijo...

¡Funciona bien tu memoria!
Lo que había dicho una vez es que probablememente nos va a llevar hasta el final de la novela con la carta cerrada. En cuanto al mes de mayo,me refería a los Cuentos de Euritmia eligiendo el de este mes que citaste hablando de Machado. Uno debe tener otras lecturas esperando como sigue La Carta.

Isolda Wagner dijo...

Amando querido, otra vez los miedos en tu diario, de aquel agosto. El miedo, como dices, va tomando posiciones, ante lo que ha de venir. Y se repiten en cualquier otro mes y año, pero ésos ya pasaron.
Mercedes ha limitado su miedo magníficamente: "pienso que lo único importante es que mi pequeño Miguel encuentre su misión, que la cumpla y se una al espíritu universal"
Y tú y todos intentamos que los golpes duelan menos y lo único que nos atempera (Tempero?), es llegar cada noche con el alma sosegada y esperar a que amanezca otro día más, rutinario incluso, que no cause desgarros ni tiriteras, sino lleno de ilusión por esta vida. Lo de la otra, ya sabes, no me preocupa.
Besos de sol, que mentengan alejados a los truenos.

Amando Carabias dijo...

Catherine:
Pues sí que leí deprisa, sí...
Bueno pues ya digo, la primera versión de La Carta nos llevará, al menos quince capítulos. O sea, como poco faltan doce.

Amando Carabias dijo...

Isolda:
Es cierto, volvieron a salir los miedos.
Aquel verano no es que pasara nada especial, salvo aquella llamada de teléfono que tampoco supuso nada, por suerte.
El resto estuve escribiendo y escribiendo y escribiendo, después de un largo trabajo de documentación.
La verdad es que esa parte del diario es bastante aburrida, salvo que se lea en el contexto. Un fragmento aislado no dice gran cosa.
De hecho la novela también aparece en este pedazo cuando digo:
"Cada día un poco menos. Pero ahí están los lazos afectivos, que como digo en la novela, mejor dicho como dice Oliver en la novela, cuando se rompen causan más desgarros que las gruesas cadenas de hierro. "
Oliver, sin tilde porque se pronuncia como palabra aguda, es el personaje de la novela, Gorrión de invierno".

catherine dijo...

Lo que canta este gorrión ¿lo sabremos un día?, podría suceder a Mañana amenecerá.

Amando Carabias dijo...

Catherine:
Pues fíjate si soy iluso, que tengo tres novelas, Gorrión de invierno, Alas rotas y Muerte en noviembre que son perfectamente publicables, aún.
Todavía no tengo muy claro qué tomará el relevo a Mañana amanecerá. Existen varias posibilidades en forma de dos novelas más; pero no está nada claro, nada.

Fernando dijo...

Querido Amando: es lógico que al pensar en el final de nuestra vida, nos entre un temblor ante la siguiente experiencia que vamos a tener. Yo, que he asistido a más de diez muertes de amigos y familiares, y digo asistido porque estuve junto a ellos hasta el final, debo decir que siempre me ha impresionado la paz que nos inundó a todos en ese momento. No sólo por la aceptación de algo inevitable y sin querer en esos momentos deseado,sino porque, de repente, en un segundo parece que todo es más natural, más cercano, que estamos ante un hecho normal de nuestra existencia. E incluso sentí en muchos casos una alegría interior profunda al observar que la persona a quien tanto quería se había adelantado a mí en esa maravillosa experiencia. En esos momentos me parecía que todo lo demás no tenía importancia y me daba la sensación de que la idea central de nuestra vida es precisamente la muerte. Algo así, aunque sin su trascendencia, de lo que pensaba Santa Teresa. Siempre, después de cada una de esas muertes, salía renovado hacia la vida. Ayer me desperté con una sensación muy angustiosa, pensé que estaba sufriendo un posible infarto, me dolía el pecho y tenía una evidente sensación de que podría recibir un ataque mi corazón en cualquier momento. En lugar de reaccionar como mandan los libros, medité en un posible próximo paso y decidí esperarlo con lasitud. Me duró todo el día una sensación inexplicable de tranquilidad y, al mismo tiempo, emoción. ¿Podría llamarse a eso una "emoción tranquila? Un abrazo muy fuerte, Armando, y gracias por esos deliciosos textos que nos regalas.

S.C. dijo...

Tú no tienes miedo a nada Amando.
A mí no me la das.

Amando Carabias dijo...

Fernando:
Estremecedor testimonio. Digo estremecedor y hago referencia a ese sentimiento maravilloso que hace que la vida revolotee por dentro.
No he vivido todavía ningún caso como los que nos relatas, pero intuyo que llegar a ese tipo de vivencia, al final enriquece.
Gracias por compartir con nosotros estas experiencias, y gracias por la valoración que haces de mis textos.

Amando Carabias dijo...

S.C.:
No, si no pretendo asustar a nadie, ya hay muchos que parece que tienen esa labor. Es mejor dedicarse a ver la vida desde la ironía y el buen humor, en lo que vos sois experto.

Anónimo dijo...

el miedo peor es el miedo a tener miedo creo... una vez está cagado, estás perdido..

Amando Carabias dijo...

jordim:
El caso es que tienes razón, pero cómo evitarlo en muchas ocasiones.
Cuando tu propio miedo te inunda, te paralizas y no encuentras las salidas que pueda haber, que casi siempre existen.
Tener miedo al miedo es miedo al cuadrado, mal asunto.

Odiseo de Saturnalia dijo...

Tenemos miedo a lo inevitable. Lo que ocurre es que es inevitable. Dará igual si tenemos miedo como si no lo tenemos, porque es inevitable.

Amando Carabias dijo...

Odiseo de Saturnalia:
No estoy muy seguro. Hablo por mí, claro. Cuando algo es inevitable ya no tengo miedo. Quizá tenga algo mucho peor, si es que hablamos de lo que hablamos.
El miedo lo produce, en mi modesta opinión, lo desconocido, porque, como muy bien dices, dará igual, lo inevitable es inevitable.

Marina Filgueira dijo...

Pues, creo que deberíos estar un poco más preparados para la digestión de lo que pueda sucerder en un futuro. El miedo, coda cual tiene el suyo, porque este es libre. Yo también tengo el mío... y mis fobias! Pero trato de ser positiva, de no pensar en que va, o, pueda ocurrir lo peor, fíjate- que, si pensamos en lo peor, lo atraemos hacia nosotros mismos. Debe ser que yo ya tengo mis años, y confío en ese Dios del universo, que lo que esté de pasar pasará, con miedo o sin miedo. Y tampoco me aferro en demasía, a lo material, sino a lo espiritual, lo primero se queda aquí, a la hora menos pensada. Solo necesito viir el día a día con ilusión, esperanza y confianza en mí- misma- y en projimo. Besos para todos

Amando Carabias dijo...

Marina Fligueira:
El problema, según mi experiencia, es que por más que la 'cabeza' te haga razonar y te 'preparé' para lo que pueda ocurrir hoy o mañana o pasado o en cualquier momento, cuando llega el instante de 'vivirlo', las teorías (e incluso las vivencias ajenas, por muy bien contadas que estén) sirven para poco, si acaso para no hundirte del todo.
La fe en Dios no exime del miedo, ni debe eximir, porque somos humanos y es inevitable. Tener miedo no significa renegar de nada, sino admitir nuestra debilidad.
Un beso.