domingo, 25 de octubre de 2009

FIN DE LA PRIMAVERA

La palabra de cada día.
El camino que serpea.
Junio de 2005


Estaba gris el cielo de este final de la Primavera. Pero no ha llovido. Sobre el lecho de la Meseta se derramaban lluvia de sol. Leves haces inasibles de luz solar que apenas acariciaban sutilmente los minutos de la tarde. La carrera hacia el ocaso era como sumergirse en un baño luz dorada, de luz delicuescente, precipitada sobre un rocío que flotara más arriba, mucho más arriba de mi cabeza.
La respiración atormentada por el esfuerzo de las zancadas —ni muy amplias, ni muy elegantes, todo hay que decirlo—, era el único sonido que llegaba a mis oídos. Acaso ese resuello tapara los trinos de las aves que se sumergían, como en una piscina, entre las espigas de cebada. Unas espigas que en menos de una semana se han vestido de sol, se han cambiado el traje de esmeralda que las cubría y se han dorado. Son espigas pequeñas, humildes, supongo —porque de esto no entiendo absolutamente nada, como de tantas otras cosas— que son la prueba evidente de la mala cosecha que este año se va a dar. El secano, ha sido más secano que hace muchos años. La falta de la lluvia de plata, unida a los rigores del invierno y de la primavera —el uno por defecto y la otra por exceso—, ha organizado un estropicio de proporciones notables. Sólo hace falta pasear la mirada —incluso una ojeada inexperta como la mía—, para advertir que estamos ante una paupérrima cosecha. Sospecho, incluso, que la siega no se demorará más allá de un par de semanas. Como suele decirse, está todo hecho.
Pero aunque todo ello es importante, y seguro que alguna economía se va a resentir, mi espíritu se ha sentido gratificado por la magnificencia de este paisaje, por lo demás tan cotidiano y tan conocido. El trabajo de mis músculos se ve compensado con la dicha de verme buceando en una inmensidad de oro, azotado por un viento que eliminaba, como si fuera un muro pétreo, cualquier sonido que procediera de la ciudad, tendida hacia el norte, como una hermosa dama abandonada y silenciosa, acaso algo orgullosa, sabedora de es hermosura que la engalana. Vuelvo a escribirlo, no se me ocurre otra comparación, este espacio se me parece a una inmensa catedral de paredes acristaladas, mejor dicho, de paredes invisibles, cuyos verdadero muro es la luz infinita y diáfana, esa luz hialina que es imposible de describir, como no sea comparándola con el arrullo de una madre o con caricia de la amada. Y el silencio, en realidad, es tan poderoso, tan enérgico, que hace el mismo efecto que una tocata de Bach resonando en cualquier catedral gótica. Es un silencio que te envuelve por fuera, pero, al mismo tiempo, te penetra en el corazón de tal modo que te eleva.
Desde luego, he encontrado una buena terapia para mis tardes de estío.

18 comentarios:

Flamenco Rojo dijo...

Bash, siempre Bash...

Amando eres un maestro de las metáforas...que bien las dominas chico.

Amig@s del blog, un vistazo por favor al enlace que tiene Amando titulado SIN PALABRAS (tomada del Blog de Solidaridad y Paz). Se ve a un chico de color con una pizarra verde y letras en blanco.

Buen domingo.

Amando Carabias dijo...

Pepe Gonce
Muchas gracias...
Como hay dificultades para leer el texto, acabo de ponerlo en letra alta y clara, digo yo...

Amando Carabias dijo...

Me refiero al texto de la pizarra que porta el niño de la foto que he fusilado -con su beneplácito- del blog de Beatriz, Solidaridad y paz.

Hortensia M.A. dijo...

Ay Amando, una vez más, me “llevas” a la infancia… Campos de Castilla, Campo Charro, mañanas de Junio…después del almuerzo, me iba con mi padre a ver los sembrados y las besanas. “Vamos a ver cómo sazonan las mieses” decía él. Por los caminos, iba aprendiendo más de lo que entonces imaginaba…”no hablemos, hija, que vamos a pasar junto a un nido de perdices y se puede alterar la madre…” “¿escuchas al cuco? Coloquemos bien esa portera, que alguna vaca la ha saltado… ¿reconoces esas señales en la arena? son las huellas del paso de un gato montés, ¡ya quedan pocos!”…Y así hasta que llegábamos a la ladera para ver desde lo alto el sembrado…. Recuerdo el “sonido” que producía el movimiento de las espigas… Y, siempre, me contaba lo mismo: “tu abuelo conoció el mar a los sesentaytantos, ya enfermo. Regresó diciendo que era como estos sembrados, pero azul… que el movimiento de las olas le había parecido el de las mieses… Recuérdalo cuando tú lo veas por primera vez…”.
Hoy ha amanecido precioso, el Mediterráneo lo tengo delante… lo observo y recuerdo al abuelo que no conocí y a mi padre. Creo que tenían razón… La música que me acompaña es Vivaldi: “Las cuatro estaciones”….
Me voy de excursión… A Tánger… a pasear por sus calles y reencontrarme con antiguos amigos/as de hace más de 20 años… Abrazos africanos.

Amando Carabias dijo...

María A.:
También conocí el mar tarde... Tarde para lo que se estilaba ya por entonces. Fue el Cantábrico y fue en Vizcaya, durante la mili. Y también tuve la misma impresión: el movimiento de la superficie del mar (al menos cuando hay calma) es similar al mecerse de los campos de cereales. Y esa impresión de semejanza se acentúa más, cuando las espigas han crecido, pero todavía no se han granado y no han sido maduradas por el sol. Cuando el verde de la primavera pigmenta las cosechas.

maririu dijo...

prosa poética
que tu cosecha sea espléndida
Domingo feliz

Isolda Wagner dijo...

Nadie describe mejor esa sensación que nos cuentas en los últimos párrafos. El silencio que nos rodea como si se tratara de una catedral diáfana, y donde sonara el órgano.

Uno de mis primeros recuerdos penetrantes (por el olfato y el oído) sucedió unas navidades en la feria que se sigue poniendo frente a la Catedral de Barcelona.
Después de comprar alguna figurita para el belén, me veo de la mano de mi madre en la nave central y escuchando la tocata y fuga en Re menor, creo que tenía cuatro años.

Os dejo un regalito, que no es nada en comparación con la prosa poética del escribidor.

http://cisne.blogspot.com/2009/05/tocata-y-fuga-en-re-menor.html

Besos con sabor a Bach y aunque no es lo mismo (os dejo también) una de las bachianas basileiras. Maravillosas

http://www.youtube.com/watch?v=sPf5GZYzhJk&feature=related

Amando Carabias dijo...

De parte de Isolda, 1

Amando Carabias dijo...

De parte de Isolda, 2

Amando Carabias dijo...

maririu
Espero que así sea, que mi cosecha y la de todos los que nos dedicamos a esta tarea, lo sea.

Amando Carabias dijo...

Isolda
Seguro que fue un momento espléndido, y por ello inolvidable. La tocata y fuga en re de Bach escuchada en una catedral con una figurilla de un belén, tiene que ser algo irrepetible... Irrepetible...

catherine dijo...

Al salir de Segovia en la estaciòn del AVE hizo una foto de la Castilla dorada, con vacas blancas y negras en el primer plano. Era por los colores y el contraste con todas las otras fotos, de edificios!
Un texto hermoso, Amando.

Amando Carabias dijo...

Catherine
Como bien sabéis los que habéis llegado a esta ciudad en el AVE, la estación de este ferrocarril está como arrojada en medio del campo, a unos tres o cuatro kilómetros de la ciudad unos cinco o seis del casco antiguo. Ese paisaje se parece en algo al que sirvió de inspiración para este texto, de hecho podría decirse que si no fuera por la ciudad es su prolongación natural.
Muchas gracias

maririu dijo...

Cathérine "hice una foto y Amando hizo una foto y ambos hicistéis fotos y no me odies.

catherine dijo...

de acuerdo, Maririu, "hice etc..." Cuando quiera escribir ràpido es un desastre.Gracias y no te odio.

Aprovecho mi vuelta para decir que me alegro que Ferran siga comentando los poemas de Amando et que nuevas firmas aparezcan, sin hablar de las que no son firmas nuevas de verdad.

Amando Carabias dijo...

Ctherine:
Hoy estás inspirada, y no lo digo sólo por lo que has escrito aquí.
Digamos que me imagino la picardía de tu sonrisa y el brillo de tus ojos y me río también yo.

Marian Raméntol dijo...

Con una terapia en esas tonalidades cualquier herida sanaría... magnífico cuadro, un paisaje para interiorizar.

Besos
Marian

Amando Carabias dijo...

Marian Raméntol:
¡Qué bien lo sabes, poeta!