viernes, 31 de julio de 2009

¿QUÉ DECISIÓN TOMAR? 7

* * *
Cada diez minutos Gilberto actualizaba la página de la edición digital del Diario de Euritmia. Cada diez minutos se sorprendía, porque no saltara en su pantalla la página correspondiente al nuevo día. Es como si se hubiera atascado la edición. Las mismas noticias de la víspera que ya eran humo en el recuerdo de los posibles lectores. Además de los miembros del equipo del periódico, seguramente no hubiera ningún habitante de Euritmia tan interesado en esa nueva edición. Podía intuir que las amenazas y el chantaje habían surtido efecto, pero podía intuir lo contrario. No se fiaba mucho del viejo director, y suponía que acabaría enterándose de todo. Había escuchado muchas historias sobre él. No se fiaba nada.
Tampoco le tranquilizaba la ausencia de noticias de Lauro desde la casa del redactor del periódico.
Sus ojos parecían presenciar un extraño partido de tenis pues no dejaban de viajar desde la pantalla del ordenador al móvil que descansaba un poco más allá. No le podía fallar al Diputado. No tendría más oportunidades. Sólo quedaban dos semanas. Y el tema estaría resuelto, salvo que los del periódico levantaran la liebre, si lo hacían, por mucho que cumplieran con las amenazas toda la operación de vendría abajo.
Si decían lo que sabían (y lo sabían casi todo según pudo comprobar aquella noche) era imposible que alguien no siguiera la pista de la noticia: la oposición, la fiscalía, la policía…
Fue una suerte que coincidiera en aquella cafetería con aquel par de hombres. Sólo él pudo entender el contenido de sus frases que para otros pasaron desapercibidas. Sólo él comprendió en su verdadera magnitud la cara de sorpresa que transformaba la expresión del redactor de cultura del diario y que se veía en las manos con aquella bomba de relojería.
Cuando volvió a refrescar su ordenador la sonrisa que le dejaba al aire una dentadura mellada y amarillenta, no fue sólo por aquel recuerdo, sino porque, efectivamente sus amenazas habían sido eficaces.
¿Llamaría a Lauro para que dejara en paz al periodista y a su novia, al menos por aquella noche?

jueves, 30 de julio de 2009

HERCULES EL EGIPCIO

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Cuando Hércules el Egipcio llegó por segunda vez a Segovia ya estaba muy cansado.
Esto es una conclusión- resumen que hago, para no aburrir a los lectores, de las primeras páginas de la historia de Diego de Colmenares autor de la Historia de Segovia, obra monumental en la que se narra desde la fundación de esta ciudad hasta el año 1621.
La fundación de Segovia la realizó este héroe egipcio al que, según Colmenares, otros grandes capitanes y héroes posteriores le copiaron el nombre, durante su primera visita a España cuando fundó, entre otras, Cádiz, Ávila, Sevilla... El propio Colmenares atribuye a Hércules la primera fábrica del Alcázar y el Acueducto o Puente Seca (1). Y muchas otras tareas que añadir a las conocidas por todos, así que la conclusión es evidente.
Repito, cuando regresó a Segovia por segunda vez ya estaba cansado.

Esta torre, que veis en foto aérea tomada de Internet, cigüeña incluida, desde siempre -y así lo sostiene el propio Colmenares-, fue conocida y se conoce como la Torre de Hércules. Desde mil quinientos y pico es sede del convento de las Madres Dominicas, pero en su base hay señal a través de un bajorrelieve de la fundación de Segovia por parte de este héroe.
Este fue su hogar, y según mis informaciones (cuyas fuentes no citaré, pues tienen que ver con intuiciones, mariposas, pensamientos alocados y mensajes cifrados de las estrellas) se convirtió en el lugar de su retiro definitivo.

Lo que nadie sabe es que Hércules llegó a Segovia montado sobre un elefante. Y lo que menos gente sabe aún es que poseo el testimonio de su recuerdo:
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Descubrí el valle por casualidad. Venía del Sur cálido. Estaba cansado. El alcor se alzaba apetecible y hermoso, pacífico y puro. Bien protegido por escarpadas laderas y bordeado por dos ríos. Decidí fundar la ciudad. No es una de mis famosas hazañas glosadas por poetas, pintores, escultores y cineastas... Por el contrario, es una historia tranquila, cotidiana. Sólo el historiador adivinó mi paso por estas tierras. Aquí descansé de los trabajos y peligros que acecharon mi vida. Aquí volví cuando lo necesité.
Soy Hércules, el fundador, entre otras ciudades, de Segovia. Por más que otros historiadores y eruditos atribuyan a la fantasía del buen cura de san Juan, el hecho de que yo fundara una ciudad por estos pagos, la realidad es la que es…
Dentro de los muros de este recoleto convento de monjas dominicas, reposa, arrullado por sus rezos, el testimonio de mi hacer. La torre que en Segovia llaman de Hércules, de traza antigua y poderosa, casi no se ve desde esta plazoleta empedrada de morrillos. La iglesia románica de la Trinidad me contempla. Un poco más abajo descansa la de San Quirce, pequeña y silente, lugar de las meditaciones de los académicos…No es mal lugar éste para descansar, después de tantos trabajos, de tantas luchas.
La vida de un héroe, como todo el mundo sabe, es ajetreada y llena de peligros, por eso procuré un lugar retirado y hermoso, donde reposar mis agotados músculos... De ahí que las pruebas de esta fundación más bien sean atisbos, indicios: un relieve que me representa luchando contra el gran jabalí, justo cuando voy a acabar con él, labrado en la base de mi Torre.
A pesar de todo, los segovianos me conocen, saben de mí, saben que sobre estas altas tierras iluminadas de forma tan hermosa fundé su urbe. Aquí reposan mis sueños más hermosos, mis íntimos recuerdos. Aquí, en la parte más elevada del alcor, dormía arrullado por la brisa, acariciado por el tibio sol.
Quizá no me creéis, quizá los documentos no prueben científicamente los hechos, pero estad seguros de que los héroes descansan, estad seguros de que, a veces, las fuerzas son necesarias reponerlas. Estad seguros, en fin, de que el héroe necesita de su reposo…
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Mariano Carabias sabía de estas cosas mucho más que yo, así que cuando recibió el encargo de crear un mural para el Patio del Palacio de las Monas, propiedad de la Diputación Provincial de Segovia, decidió homenajear a este héroe mitológico. Él mismo lo fotografió y podeis verlo con más detalle en su blog. En esta foto se ofrece una buena imagen del conjunto: elefante y Hércules
Para completar esta magnífica obra de cerámica, mi hermano me regaló la posibilidad de escribir un poemita que él incluiría en el mural. Y así lo hizo. Así, mis letras bordean el mural siguiendo su forma de arco de medio punto, formando un pequeño marco de palabras.
Estos versos que transcribo a continuación, probablemente, serán los que más perduren de cuantos he escrito y aún escriba, al menos han quedado tallados en piedra.
El tiempo quizá borre la huella de su autor. Poco importa. Al menos quedará, para el que los lea, el recuerdo de quien un día pensó en crear en esta zona de la Meseta ibérica una ciudad que más parece un sueño.
Atravesando tiempos olvidados
llega el coloso y marca con su paso
la senda de la tierra aún intacta.
Transformando semillas acunadas,
labran piedras sus manos poderosas:
cimientos, muros... la ciudad que aflora.
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(1) No pretendo llevar el ascua a mi sardina, como suele decirse, pero ya en el primer capítulo de esta historia, Colmenares establece varias teorías sobre el origen del Acueducto. Habla de su origen egipcio, através de este héroe, teoría que retomará siglos después Ramón Gómez de la Serna en su novela El Secreto del Acueducto. También se habla de pobladores posteriores y por último del emperador Trajano. Esta posibilidad, no la niega, pero se nota que es muy reticente a ella y da argumentos innumerables para rebatirla. Contemporáneamente se ha llegado al unánime acuerdo (¿unánime?) de La Puente es fábrica de tiempos del emperador Teodosio.
Ni pongo ni quito rey, pero si desde tan antiguo se presentan tantas dudas, ¿alguien puede rebatirme que no haya vencejos, cigüeñas y búhos, trasgos, unicornios y ángeles, detrás de su construcción?

miércoles, 29 de julio de 2009

¿QUÉ DECISIÓN TOMAR? 6


(Uno... Dos... Tres... Cuatro... Cinco...)
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Las órdenes que había recibido eran precisas. Hasta que no se apagaran las luces de cualquiera de las dos ventanas del lado derecho de la tercera planta del edificio, no debía actuar. Treinta minutos después, para ser exacto. Habían pasado unos veinticinco desde que él se dio cuenta de tanta oscuridad. Antes de salir del coche miró a uno y otro lado de la calle para asegurarse de que nadie descubriese sus movimientos de gato bien adiestrado. Mientras abría el portal, sin mucha dificultad, pensó en el dinero que había cobrado como anticipo y que aún estaba intacto en su cartera. Aquellos billetes, más la promesa de los siguientes, suponían un alivio que el pequeño y su madre necesitaban. Quizá la madre del niño se preguntara de dónde había salido aquel caudal que le podría hacer respirar después de tanto tiempo, pero supuso, mientras esperaba la llegada del ascensor, que serviría cualquier respuesta, que, en el fondo, la madre no necesitaba de muchas explicaciones. Mejor dicho, no las querría. Sobre ciertas cuestiones es mejor no saber. Importaba lo que importaba, y mirar la cuna del bebé sabiendo que no le faltaría lo imprescindible durante muchos meses era la mejor de todas las posibles explicaciones. Cuando el ascensor estaba a punto de llegar, se apartó a un lado. Era una elemental norma de seguridad para quienes quieren ser invisibles la mayor parte del tiempo. Sabía que era prácticamente imposible que nadie bajara en aquel preciso momento, pero había determinadas cuestiones que tenía bien mecanizadas. Lo malo que tenía actuar en la noche es que cualquier ruido normal, esos sonidos que durante el día pasan desapercibidos, se tornan como alaridos. Pero no, allí no había nadie.
Sólo le restaba esperar a que el periodista llamado Elio Castro llegase al portal. Sabía que la presencia del ascensor le alegraría, pues ni siquiera tendría que esperar a que bajara. Esperaba que ese fuera cebo suficiente para que no cayese en la cuenta de su presencia en el portal, como un felino silencioso.

martes, 28 de julio de 2009

TRIBULACIONES DE UN ESCRIBIDOR REBLANDECIDO


Sí, reblandecido por el calor, este calor que me agobia y que consigue que mis sesos entren en un proceso de pulverización que amenaza con convertir en puré de calabacín todo lo que piense, y peor aún, en paparrucha lo que escriba.
Así es imposible centrarse en la tarea.
El mundo debería detenerse, aunque es probable que su final consista en hervir y flotar calcinado en mitad del universo.
El domingo al mediodía, mientras tomaba un tinto de verano con Marián, casi al lado del Acueducto, era tanto el calor que hasta me pareció que sus piedras cúbicas entraban en ignición. La luz (¿o era por culpa del filtro casi negro de mis gafas de sol?) adquiría matices diferentes menos blancos, como sumergida en un horno.

Después de comer, mejor dicho, después de sestear mientras acababa el Tour de Francia que por segunda vez ganó Alberto Contador, me llamó Elio desde Euritmia, y allá nos fuimos Marián y yo.
El caso es que lo sabía, pero se me había olvidado...
Ni hacía más fresco ni tomaríamos un baño en ninguna piscina. Y eso que pensé excusarme ante el periodista, pero al final, por suerte, cedí a su invitación.
Como había sido anunciado por la prensa, durante la tarde dominical se celebró la Pasarela Euritmia.
Este año, a pesar de las primeras impresiones pesimistas hechas públicas por algunas de las empresas patrocinadoras, que estuvieron a punto de suspender su aportación a la gala, los organizadores decidieron que la muestra se desarrollara el último domingo de julio, en vez del segundo de mayo...
Elio Castro me comentó que las protestas nacieron debido a que durante el mes de julio las nubes suelen huir de Euritmia, pero la organización decidió modificar la fecha, porque en mayo las nubes están muy ocupadas en trabajar al servicio de frentes fríos y en dotar de espectáculos pirotécnicos a las tormentas de las zonas montañosas, y no tienen tiempo de acudir a probarse los atuendos creados por los diseñadores.
(¿He comentado que se trata de una pasarela de vestidos y complementos para nubes? Ustedes dispensen; ya saben, el calor.)
Según la opinión expresada con malestar por algunos de los que más protestaban, ninguna nube acudiría a la convocatoria de este año debido a las altísimas temperaturas que se alcanzan en las latitudes euritmitenses.
Como estarán ustedes hartos de comprobar, con el excesivo calor, las nubes aumentan de talla, lo que va en detrimento de algunos de sus diseños. Les confirmo, por si les restan dudas, que las nubes son criaturas coquetas y sensibles y frágiles y en cualquier momento se quiebran en llanto.
Otros empresarios argumentaron en las jornadas previas, que, aunque acudieran las nubes a la cita, para que el evento mundialmente conocido se desarrollara en las mejores condiciones, era necesaria la participación de la compañía EOLO, SA, y que a esas alturas de julio no estaba en sus planes participar en semejante acontecimiento. Alguien fue más allá y afirmó: "EOLOSA durante estas fechas aumenta su carga productiva en las plantas repartidas por el hemisferio sur; por tanto, traer hasta Euritmia una dotación de sus arsenales, supondrá un gasto añadido que repercutirá negativamente en su cuenta de resultados y con la situación de crisis que se vive seguro que no incrementa sus gastos..."
Sin embargo, tal y como comprobó este escribidor, las nubes fueron fieles a su cita y lucieron con sus mejores galas y pasearon sus modelos sobre la sección PONIENTE de EOLOSA, que prestó sus servicios, aunque algo no debía funcionar muy bien en el motor de cola, en concreto el refrigerador.
Fuimos testigos afortunados de los modelos de fantasía más inusitados: delfines que se convertían en patos con un simple giro apenas perceptible, gatos que se tornaban en elefantes, flores que trotaban como caballos, leones devorados por mariposas, árboles derramándose cual cascadas, osos que se estrechaban como serpientes, una mujer y un hombre se besaban, un barco sonreía a un bastón, una pelota se estilizaba hasta ser aro...
Pero el instante mágico sucedió al comienzo de la sobretarde...
Entonces los modistos del cielo cambiaron el color de los atuendos, una hermosa sucesión de variaciones del blanco. Entraron en escena los tornasolados, las irisaciones.
La multitud congregada por las zonas de Euritmia orientadas al mediodía o al poniente aplaudía enfervorecida y gritaba cada vez más.
Quedé anonadado por lo que mis ojos contemplaban.
A lo largo de mi multitud de viajes no había visto nada parecido. El esfuerzo de las nubes o de los diseñadores encargados de vestirlas con semejantes modelos, no lo había contemplado nunca. No es de extrañar, pues, que esta Pasarela de nubes sea de prestigio internacional.
El primer premio, nube indultada, es decir que, gracias a este galardón, ni se fundirá con otra, ni desaparecerá, ni se convertirá en lluvia o granizo o nieve, sino que permanecerá siempre de este modo en el Museo de Nubes Hermosas al que no tienen acceso los humanos (salvo unos pocos soñadores y poetas, músicos y pintores, niños y místicos), lo obtuvo aquella que vestía en tonos de oro, aguamarina y nácar y representaba dos manos de diferente tamaño que se entrelazaban con fuerza, con mucha fuerza.
Una fuerza inusitada para tratarse de dos nubes.

lunes, 27 de julio de 2009

EL CADÁVER DEL AVIÓN. (y 2)

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La palabra de cada día 2007.
Asomado al bocal de tu mirada.
Julio

La parte inferior de los aleros de esta casa tiene varios nidos que parecen cuevitas de barro construidos por estas avecillas, quienes por estas fechas vuelan y chirlean a cualquier hora, desde la amanecida hasta estos largos minutos del crepúsculo vespertino.
A pesar de ser nuestras vecinas, a lo largo de la primavera normalmente no somos conscientes de su presencia, son silenciosas y reservadas, discretas y tranquilas en sus paradas nupciales, salvo que éstas se produzcan en lugares más alejados y solitarios. Tampoco se las ve mientras empollan los huevos. Y esto es más extraño aún, no las percibo cuando los polluelos han de ser alimentados con afán por sus progenitores. Sólo desde mediados de mayo, acaso finales, empiezo a ser consciente de su vuelo, efectivamente acrobático, ahilado a la fachada de esta casa. A veces se allegan hasta los Jardinillos de San Roque (1), otras se quedan en esta calle realizando increíbles vuelos circulares o, mejor, helicoidales, en otras ocasiones se elevan sobre el tejado de esta casa y se acercan hacia la zona de las Lastras…
Desconozco todo de sus costumbres, a pesar de compartir edificio, pero me ha apenado ese cadáver, porque, a la postre, era un ser vivo que habitaba esta casa, porque quizá, en unas semanas, cuando nos abandonen camino del sur, tampoco sé si llegan a África o si se quedan en Andalucía y desconozco si, en caso de cruzar el Estrecho, permanecen en el Magreb o atraviesan el Atlas y viajan más al sur aún, llevara en su idioma, fabricado por ruidos que parecen chasquidos, noticia de nuestro amor…
No lo puedo saber, pero podría suceder que sus progenitores le hubieran explicado que el año anterior, uno era un escribidor solitario y silencioso, alguien que no tenía claro que el latido de su corazón fuera capaz de entonar los sones del amor; sin embargo, este año, este humano que se asoma de vez en cuando a la ventana del primero para fumarse un cigarrillo, que sigue siendo un escribidor impenitente, ha cambiado, y en su corazón, para sorpresa del mundo entero, ha brotado el manantial hialino y fresco del amor…
De todos modos, me queda la esperanza de que este avión no haya sido el único conocedor de mi dicha, de nuestra dicha, y que la historia haya sido explicada a más de uno de los nuevos aviones que ya forman parte del mundo y sus moradores. Por tanto espero que esta explicación corra entre los aviones, como una noticia importante, y nuestra historia, Marián, quizá salte por encima de las aguas agitadas del Estrecho, camino de África, y que luego, por los misteriosos caminos de las rutas migratorias, recorra todo el continente y vuelva a Europa y se extienda por Asia también, la próxima primavera, para que todos los aviones del mundo sepan de nuestro amor.
Me asomaré mañana a la ventana, y les diré a los aviones que crucen delante de mí que, como homenaje póstumo a ese hermano que ha dimitido de la vida esta tarde fresca y luminosa de julio, desde ahora sustituirán en nuestro corazón a las golondrinas becquerianas, puesto que son más nuestros y más reales, más sencillos y más cotidianos, porque cuando en la próxima primavera regresen al nido que cuelga encima de esta ventana, nuestro amor continuará con su latido intenso, y quién sabe, lo mismo a su retorno, descubran que tu presencia es una más de las presencias de esta vivienda…
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(1) Jardinillos de San Roque: Estos jardines son una superficie en forma de paralelepípedo (casi un rectángulo perfecto) que tendrá unos mil doscientos metros cuadrados. Fueron diseñados por las Sociedad de Amigos del País en el tercer cuarto del siglo XIX al mismo tiempo que el Paeso Nuevo, amplia avenida que desembocaba en la Estación de Tren (la antigua).  Se dividen en tres zonas bien diferenciadas. Una parte, la más próxima al extremo de Fernández Ladreda, está ocupada por un espacio dedicado a terraza jardín, zona de juegos infantiles y un tío vivo o carrusel, conocido popularmente entre los habitantes de la ciudad como los Caballitos. A continuación, hacia arriba, hay otro apartado presidido por una fuenta de planta circular de piedra granítica rodeada por bancos del mismo material sin respaldo y al fondo una construcción de carácter semirústico que ha tenido diversos destinos y que comenzó por ser sede de la Feria de Muestras de 1943. Estas dos primeras zonas están protegidas del sol del mediodía y del poniente por un buen número de grandiosos castaños de indias, alguno de los cuales viene de aquella época. La tercera zona, es la más parecida a un jardín con sus parterres, sus flores de temporada y allí crecen diversos tipos de coníferas, entre los que destaco dos inmensos cedros del Líboano, que están en el otro extremo y que abrazan el monumento que la ciudad erigió al escultor Aniceto Marinas. Este territorio urbano, además de ser un lugar de esparcimiento para los humanos de cualquier edad y condición, es reino de gorriones, palomas y alguna pareja de cigüeñoas que anidan en la copa de los cedros centenarios. (Nota del Escribidor para quien no conoce Segovia).

domingo, 26 de julio de 2009

EL CADÁVER DEL AVIÓN (1)

* *
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La palabra de cada día 2007.
Asomado al brocal de tu mirada.
Julio


El sol poniente de esta sobretarde de fresca brisa transparente, a punto de entrar en su ocaso, me cegaba. Ahora mismo empieza el crepúsculo vespertino, con el horizonte vestido de un rubí inmenso, unas cigüeñas planean distraídas. En vez de cubrirme los ojos con la palma de la mano he agachado la cabeza.
Manías.
Al pasar junto a la puerta del garaje de este edificio, que se cerraba después de que haya entrado un coche al que no he visto (¿o quizá, como no lo he visto, es que ha salido?), he descubierto el cadáver pequeño de una golondrina, helado de nata y chocolate, arrojado sobre el pavimento…
(… [En este punto del diario abro un larguísimo paréntesis de una página que resumo].
Se trata de una disquisición que hago a raíz de una consulta al diccionario, ya que descubro esto respecto de las golondrinas:
Nombre común que reciben algunas aves paseriformes de la familia hirundínidos, caracterizadas por su forma aerodinámica y una gran abertura bucal (…). La golondrina común es una de las especies de mayor tamaño, con unos 19 cm. de longitud.
Es decir, nunca he visto una golondrina. Busco la palabra avión y esto me he encontrado, además de lo referido a máquinas voladoras y otros inventos:
Nombre común que reciben algunas especies de aves paseriformes de la familia hirundínidos. Son aves de pequeñas dimensiones, de color pardo o negro según la especie, con el vientre más pálido, y la cola ligeramente ahorquillada. Su vuelo es rápido y acrobático…
Por tanto, seguía en mi paréntesis, no se trata de una forma distinta de nominar al mismo pájaro, sino que existe otra especie con ese nombre: los primos pequeños de la golondrina…, y por tanto, todas las referencias que haya de golondrinas que supuestamente veo, vislumbro, columbro, intuyo, etcétera, desde esta ventana o en esta calle, o en la ciudad o en cualquier punto de Castilla, no se referirán a ellas, sino a estos aviones, más pequeños, más menudos, quizá igual de acrobáticos… A partir de este momento, cuando diga avión, sabré lo que digo, y cuando mis torpes ojos se topen con una golondrina tendré que dejar rastro del hecho en estas páginas…
Y sigo con el relato...).
Estaba en que, al pasar junto a la puerta del garaje de este edificio, que se cerraba (…), he descubierto el cadáver pequeño de un avión, helado de nata y chocolate, arrojado sobre el pavimento…
A penas han sido unos pocos segundos, pues la puerta ha pasado por encima del cuerpo inane de la avecilla y su estructura metálica y opaca me ha impedido tan dramática visión.
No hay por qué quejarse.
Al contrario, se agradece esa obra de misericordia, como cuando las emergencias cubren piadosamente con una manta los cuerpos sin vida de los accidentados, a la espera de que el juez autorice su levantamiento.
La visión de un cuerpo que era vida y ya no es nada, materia fría, tiene algo de sacrílego, algo de infausto acontecimiento.
Desde el comienzo de la primavera hasta el final del verano, no es infrecuente encontrarse con los cadáveres de pajarillos que han caído de sus nidos, quizá porque algo parecido a un espíritu aventurero les ha empujado en exceso al quicio de su hogar.
Este avión no me ha parecido muy joven, aunque no podría determinar si era un pájaro de este verano. Lo más probable.
Cuando veo el cuerpecillo de un ave arrojado sobre el asfalto, cuando está perfectamente formado y su anatomía está cubierta por el plumaje definitivo, ése que le distingue plenamente del resto de las especies y le otorga una posición en el mundo ornitológico, me asalta la misma duda: ¿cómo ha sucedido? Tiendo a suponer que sus restos son la muestra de un accidente, de una muerte en cierto sentido violenta: un choque contra una pared, una caída del nido, un ataque fallido de un rapaz que, no obstante, ha extinguido su vida, un atropello de un vehículo.
Por el sitio en que he descubierto ésta, aventuro la caída del nido.
(Continúa mañana)

sábado, 25 de julio de 2009

MARIPOSAS DE ASFALTO


*
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Mariposas de asfalto mis pisadas.


Veloz mi paso liba piedra y sombra
que nutren mi venero con la esencia
de un néctar milenario que perdura
incansable en el lecho de los siglos,
inagotable fuente que destila
simiente de las vidas que marcharon
tras labrar los senderos del futuro.


Mariposas de arena mis pisadas.


Enhiestos árboles de la ribera,
mis piernas se hunden en el cauce oscuro
de un río que no cesa su tarea
de alimentar los sueños de las hojas,
que el viento azul despeina con sus dedos
de nácar tibio engalanado en oro,
para escribir los versos de la brisa.
.
Mariposas del agua mis pisadas.


Se bañan mis latidos en la tarde,
cortina iluminada por diamantes,
que reviste mi piel con joyas de aire,
y de su esencia cubre mi mirada,
y en su susurro mece mis oídos
para que me haga luz de luz silente,
para que me haga brillo de lo eterno.
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viernes, 24 de julio de 2009

EL NIDAL DE LOS VENCEJOS. y 5


* * *
Los trasgos se pusieron a pensar.
Ya se sabe que cuando los trasgos piensan suelen llegar a brillantes soluciones, por algo sólo ellos son capaces de cultivar campanillas transparentes o pastorear unicornios azules o inundar de sueños de colores a los niños que duermen sonriendo; pero según dicen, también fueron incapaces de llegar a ninguna, al menos en un principio.
En este punto, don Cosme, hay alguna confusión y las informaciones no son precisas. Quizá sea algo interesado, la consecuencia de algún acuerdo secreto que se ha conseguido mantener así, a pesar del paso de las primaveras, más de dos mil según nuestros cálculos. En fin, ahora mismo es imposible determinar con exactitud cómo sucedieron las cosas. De todos modos no se preocupe ni me ponga esa cara, le prometí que le desvelaría nuestro secreto y lo haré; tanto es así que no me limitaré a explicarle una de nuestras tradiciones, sino que le diré todas las teorías con las que solemos polemizar mientras la tormenta de verano impide que volemos; aunque he de advertirle que, a la postre, ninguna de ellas puede ser demostrada.
Una tradición, sin duda la más antigua y la que parece tener más visos de ser real, a pesar de su irrealidad aparente, viene a decir que unas jornadas después, a la siguiente luna llena, los trasgos solicitaron una reunión extraordinaria con el grupo de ángeles que frecuentaban durante las tres o cuatro noches de plenilunio primaveral. Les contaron el problema y los ángeles simplemente les dijeron que desde ese momento se despreocuparan del tema, pues quedaría resuelto en un par de noches; pero a cambio de solucionarles este problema, cuando vieran lo que pensaban ejecutar, tendrían que inventarse una historia que se extendiera entre los humanos, que a la postre serían los verdaderos beneficiados de este asunto. Sostenían los ángeles que si se sabía la verdad, cualquier día, con cualquier excusa, los seres humanos destruirían su obra…
Otra teoría afirma que un trasgo se coló en el sueño de un anciano de la ciudad que era el encargado de regir al resto de los hombres y mujeres que por allí vivían. Estas cosas, señor, son inexplicables para un vencejo y no sabría decirle más sobre el asunto, pues son extraños comportamientos que a nosotros se nos escapan. El caso es que cuando el anciano despertó, sintió que tenía una gran idea para el desarrollo de la ciudad que le garantizaría el suministro de agua, ya que ése era uno de los problemas importantes, junto con el de las picaduras de los insectos, que tenían que soportar los humanos.
Una tercera teoría, viene a significar que un trasgo travieso se coló en los pensamientos de un ser humano que se dedicaba a dibujar sueños y le ofreció la posibilidad de poseer un unicornio azul, al que sólo podría montar en las noches de novilunio a cambio de que solucionara el problema que les había planteado el Búho Anciano. Aquel ser humano, anduvo muchas noches, sólo alumbrado por la tenue luz de las estrellas, deambulando por los caminos que se extendían al oriente de la acrópolis, junto al valle que separaba dos colinas y escuchando a los lejos el canto de las aguas de un río algo alejado de allí…
Hay aún otra tradición que habla de que los trasgos recibieron la ayuda de los unicornios azules que fueron, en realidad, quienes dieron la solución, ya que estos seres son los que mejor conocen las necesidades de todos los seres vivos, precisamente porque son invisibles para el resto y pueden entrar en sus más hondos pensamientos sin ser sentidos…
Sea como fuere, señor, en el tiempo que medió entre una noche y un amanecer, durante el solsticio de un verano de hace unos dos mil, apareció este nidal para vencejos que, de paso, fue utilizado por los seres humanos como vía de agua y así ahorrarse el camino hacia la ribera de los ríos.
Como puede comprobar,don Cosme, cada vez que se asome a este Postigo en una mañana de primavera o de verano, este edificio reúne todas las condiciones que nuestro Concejo del Vencejo había solicitado: tiene fácil salida y entrada desde el aire, es luminoso y está orientado a los dos crepúsculos del sol, imposible de acceder para cualquier alimaña, aguanta todas las inclemencias del tiempo y no es necesario repararlo o adecentarlo, cada primavera…
Que para los humanos, señor, haya sido una construcción hermosa, que sirva para traer agua a la ciudad, a nosotros nos trae sin cuidado.
Hay un dicho entre los vencejos que establece que lo mejor para que los humanos estén tranquilos es hacerles creer que ellos son la especie más importante de las que habitan el planeta. Si esto se consigue es fácil que le dejen a uno en paz…Perdone, señor, que sea tan franco con usted, pero me parece que su rostro es de fiar, y que no irá con este cuento a sus congéneres. En todo caso, tampoco nos preocupa mucho la cuestión, pues estamos convencidos de que no se creerán esta historia, y pensarán que es una invención suya.
Ya sabe la mala fama que tienen los poetas.

jueves, 23 de julio de 2009

RETRATO IMPRESIONISTA A UN AMIGO PATAFÍSICO



Auscultan tus pupilas lo escondido...
Desenmascaras poses y mentiras...
Ríen tus labios, queman tus pupilas…
Inventas versos, luces de palabras…
Azor en vuelo escrutas el misterio…
Nacen palomas libres en tus lienzos


Danzan tus sueños, órbitas del mundo...
Oteas el abismo con sonrisas...
Robas los sueños de la estrella oculta…
Amas del juego la verdad que muestra...
Danzan duendes dorados en tus dedos...
Ora tu corazón a lo infinito...

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miércoles, 22 de julio de 2009

¿QUÉ DECISIÓN TOMAR? 5



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'Y ahora', me dijo don Efrén, 'No vaya corriendo a llamar a Virginia, para ponerle sobre aviso y que empiece a actuar por su cuenta... Sí, ya sé que tiene que ser duro saber que el ser más querido está amenazado, pero si se lo cuenta, quizá la pongamos más nerviosa y haga alguna tontería'.
Don Efrén tenía la particularidad de adivinarme siempre los pensamientos más ocultos. Creo que se debía a la influencia de su tabaco sobre mis neuronas. Tanto humo a mi alrededor me ponía nervioso y siempre quería salir corriendo de su despacho, porque tanto humo me asfixiaba. Ante la necesidad era incapaz de ocultar mis ideas y siempre las terminaba por descubrir.
'Lo primero de todo', escuché que me decía, 'Será que el periódico no retrase mucho la salida de hoy  por este asunto... Tiene diez minutos para que recomponer la página tercera. A los de la redacción que le pregunten mañana, les dice que hemos cambiado, porque nos llegó una información de una de nuestras fuentes, que nos alertaba sobre la posibilidad de que todo lo que teníamos no fuera cierto, así que hemos decidido contrastar la información...' Tomó aire, sacó otro cigarrillo y lo encendió con la brasa del que estaba a punto de aplastar en el plato que hacía de cenicero. Y siguió. 'Hasta que el periódico no esté en máquinas usted y yo no tenemos por qué hablar de nuevo. De nada. En absoluto. Si se cae el Puente de Euritmia ni me lo cuente. Primero el periódico.
Enviar a Virginia un mail era absurdo, a esas horas estaba siempre acostada.
La imaginaba a punto de dormirse. En secreto había puesto muchas esperanzas en esta noche, pero ya sabía que no habría nada.
'¿Por qué es tan complicada la vida?'

martes, 21 de julio de 2009

AFONÍA

Imagen tomada de internet
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Al salir del estadio se avergonzó de sí mismo. Le dolía la garganta después de vociferar todos los insultos posibles a los rivales de su equipo y al árbitro, durante más de una hora.
Sobre todo al trencilla.
Fuera del recinto de juego, se avergonzaba de tanta barbaridad como habían proferido sus labios, pero ya estaba hecho.
Por más que pensaba (y lo hacía a toda velocidad) no recordaba el instante o el lance del juego que motivó o disparó el ansia de insultar con todo su alma a aquel juez vestido con ropa deportiva de diferente color a la de los dos equipos en liza.
Alguien le preguntó por el partido. ‘Bien, bien’, contestó de modo mecánico y con voz de lija. Pero no se detuvo ante su interlocutor de quien no le eran desconocidas las facciones.
No recordaba ni el resultado. Tampoco recordaba ningún momento preciso del juego. En las retinas de su memoria, sólo se había impreso la imagen del árbitro, su carrera solitaria en diagonal de un lado al otro del campo, su accionar de brazos para conceder la ley de la ventaja a pesar de la falta, o los silbidos agudos que se le clavaban al fondo de los oídos…
Una de las veces decidió callarse, porque la falta, una fea patada sobre una rodilla apoyada, había sido cometida por su hijo. Estaba casi a su lado. Cuando el niño miró el silencio de su padre, se dio cuenta que algo no funcionaba bien. El árbitro le sacaba una tarjeta roja y su padre callaba.
Faltaban cinco minutos para el final del partido, y salió del campo, afónico... y perplejo
No oyó los gritos de dolor de aquel extremo derecha de doce años que aquella mañana de domingo había corrido por última vez la banda.

lunes, 20 de julio de 2009

TRIBULACIONES DE UN ESCRIBIDOR SEDENTARIO



Estoy leyendo Estambul de Orhan Pamuk, editado por Literatura Mondadori en 2006. Lo había sacado Marián de la biblioteca y antes de que se llegue la fecha de su devolución lo leeré. Del Nóbel turco sólo he leído La maleta de mi padre un delicioso librito en el que se recopilan tres cortos ensayos del autor estambulí y que ha sido publicado en España por la misma editorial. El ensayo que da título al libro es el discurso que pronunció durante la ceremonia de entrega de los premios Nóbel.
Pero no quería hablar ni de éste ni del otro libro, sino de una frase que aparece al comienzo de Estambul y que me ha convertido en un ferviente admirador de su obra.
Sobre todo por lo que tiene de justificación de mi modo de vida:
"Hay autores como Conrad, Nabokov o Naipaul, que han conseguido escribir con éxito cambiando de lengua, de nación, de cultura, de país, de continente e incluso de civilización. Y sé que, de la misma forma que su identidad creativa ha ganado fuerza con el destierro o la emigración, lo que a mí me ha determinado ha sido permanecer ligado a la misma casa, a la misma calle, al mismo paisaje, a la misma ciudad. Esa dependencia de Estambul significa que el destino de la ciudad era el mío porque es ella quien ha formado mi carácter" (obra citada, página 16).

'¡Bravo por Orhan!', pensé en un arrebato de alegría inusitada. 'Por fin alguien dice con claridad que viajar o no viajar no determina escribir mejores o peores obras'.
De inmediato, eso sí, me reconvine por el exceso de confianza. Nadie nos ha presentado, y no debo usar tanta confianza, ni siquiera en pensamiento, menos aún con persona laureada por la benemérita institución sueca.
Hoy en día parece que está en boga salir a todos lados, conocer todo de todos los lugares. No haber estado en sitios significa una carencia imperdonable y parece que resta credibilidad o calidad a la obra. Como si viajar dotara de pedigrí a quien escribe.
Este escribidor pertenece a la misma cofradía de los sedentarios. Es de los que no ha salido de su casa, como quien dice. No se trata de una afirmación literal, pero se le parece bastante. Mis viajes son esporádicos y requieren de un proceso de interiorización en general largo y profundo. A este escribidor le sirve cualquier excusa para quedarse en casa tranquilamente, sin echar nada de menos. Aunque, lo reconoceré todo, algunas veces el hueco en una cama o el silencio a determinadas horas pesen como rocas de Acueducto.
Sé que puede llegar a ser un defecto, y decir esto en momentos de crisis, cuando se anuncia un inminente y extraordinario Consejo de Ministros en Ibiza que debata ayudas al sector turístico, uno de nuestros principales motores de desarrollo económico, no demuestra un alarde de corrección y oportunidad política por mi parte.
Pero qué quieren, uno es como es, y espero que sepan perdonarme.
Además, y puestos a justificarse, no vivo en una ciudad sino en dos.
Orhan Pamuk, según las escasas páginas que he leído (el día no me da para casi nada, y eso que no viajo), plantea el libro sobre su ciudad partiendo de la idea que atesora desde bien niño: en Estambul existe otro Orhan que es como su doble o su prolongación o algo por el estilo.
A mí no me pasa tal cosa.
Quizá yo sea más extraño aún.
Mi planteamiento es que vivo en dos ciudades. Les aseguro que es muy cansado ir de una a otra y escudriñar cada una de sus aventuras y de los sucesos que en ellas se producen, o me informan que se han producido. Parecen ambas, Segovia y Euritmia, pequeñas y adormecidas, como atacadas por la pereza y por la nostalgia. Quizá un poco pagadas de sí mismas debido a la historia que las carga de años y a los muchos monumentos que las han hecho famosas. Pero esto es mera fachada, la realidad no es así. Tanto en Euritmia, como en Segovia, pasan tantas cosas y hay tantas historias que relatar y tantos versos que amasar que me será imposible durante una vida apilarlos todos en papeles que, por otra parte, pocos leerán.
Se dice, y no sin razón (incluso yo lo digo y me lo digo muchas veces), que los viajes abren horizontes, enriquecen experiencias y amplian conocimientos, algo, en principio, trascendental para quien ha sido envenenado por el virus de la escritura…; pero añado, siempre y cuando en verdad uno desee abrir horizontes, enriquecer experiencias y ampliar conocimientos.
Y por favor, nada que objetar a quienes viajan de una parte a otra del mundo. Sus palabras nos llenan de visiones y engendran en nosotros nuevas perspectivas, si es que tenemos la suficiente apertura de mente. Simplemente digo y justifico mi sedentarismo, que, como el de Orhan Pamuk no es absoluto.
Pero ambos sabemos, él y yo, que por mucho que viajemos, en realidad nunca terminamos de marcharnos de estas ciudades que nos tienen atrapados.

domingo, 19 de julio de 2009

LA AMISTAD

*
La palabra de cada día. 2005
El camino que serpea
Abril

Me doy cuenta de que las cosas nunca son fáciles. Por lo común, lo fácil suele ser insignificante, incluso prescindible cuando no despreciable. Ante estas afirmaciones, un tanto dramáticas, conviene bajar el listón, y no ser tan elegíaco.
Cuando digo que las cosas no son fáciles, o que lo fácil suele ser insignificante, me refiero a lo que está cargado de valor, me refiero a lo que merece la pena en esta vida. Estoy pensando en la amistad, estoy pensando en el amor, estoy pensando en la sinceridad, estoy pensando en la humildad, en la modestia… Desde luego, no pienso en cosas materiales, o no especialmente.
Miro a mi alrededor. Intento penetrar en los corazones que me rodean, al menos de la gente que me importa, que es más de la que parece. Conservar su amistad y mantener el propio criterio, a veces no es fácil. Sobre todo cuando sus razonamientos no son fruto de un calentón mental pasajero, sino que están entreverados de verdades que lejos de ser insignificantes, son verdades que se podrían llamar centrales, o más castizamente, son verdades como puños.
En páginas anteriores, he escrito algo al respecto. Vivir en la aduana de la frontera, supone correr riesgos constantes. También implica un conocimiento mayor de su persona y de su corazón.
Las heridas que los amigos se provocan en el fragor de las batallas dialécticas son las más dolorosas, porque normalmente no hay escudos protectores, ni disposición mental previa que a uno le proteja el corazón y la mente. Todo el encontronazo es a cuerpo a limpio, nosotros mismos somos nuestra coraza y, en consecuencia, la carne trémula del alma, sangra.
Pero estas heridas, tienen algo bueno, no dejan huella, se lavan en el pilón común y ancestral de la amistad, sumergiéndose en el agua transparente y fría del olvido y de la sinceridad; uno sale sin rastro, ni siquiera una leve cicatriz, como recubierto de carne pura, limpia, santa...

sábado, 18 de julio de 2009

TIEMBLA EL AMANECER (segunda versión)



Tiembla el amanecer, niño desnudo.
Lloran rocío sus caricias rubias
mientras besan la piel rugosa y muda
de la madre que acuna risa y llanto


Un velamen de seda ciega mi alma:
amanece en mitad de una obertura
que acaricia el quicial del horizonte:
todos mis ojos huelen el relente,
toda mi carne tiende al firmamento
y todos mis latidos, vibran, cantan
la perfección del mundo que respiro.


Tiembla el amanecer, niño desnudo...


Cegado por la seda que me envuelve,
no veo que otras vidas se destruyen,
por los hachazos limpios de segures
con sed de yugulares indefensas,
inermes por el hambre que no cesa
por la injusticia eterna que galopa
sin detener sus pasos asesinos.


Tiembla el amanecer, niño desnudo…


Atento al manantial que me acompaña,
no escucho la estampida de unicornios,
que sobrevuela párpados dormidos,
ni percibo los gritos del planeta,
me acomodo en mi trono de ceguera,
y pronuncio palabras de colores
que no auscultan la senda del que sufre.


Tiembla el amanecer, niño desnudo…


Y busco a Dios en piedras y arquivoltas,
en dogmas, ritos, normas y liturgias,
y lo busco en tumultos y en milagros.
Olvido sus palabras más precisas:
las manos pobres gritan su presencia,
y supura su llanto en su gangrena
y la brisa es palabra de sus labios.
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viernes, 17 de julio de 2009

EL NIDAL DE LOS VENCEJOS. 4.

(En el capítulo primero... En el segundo... En la entrega de la semana pasada)
* * *
La reacción de las cigüeñas fue de sorpresa, pues no esperaban que los vencejos salieran tan respondones, pero no les quedaba más remedio que aceptar provisionalmente la propuesta, pues de ese modo, al menos, ganaban tiempo y regresaban hasta aquí acompañados de mis ancestros.
A la primavera siguiente, los vencejos fueron recibidos como verdaderos héroes, salvo por golondrinas, tordos, aviones, murciélagos; los insectos, aunque conocidos por su lento modo de llegar a conclusiones, comprendieron que volvía a establecerse la dura batalla por la vida.
Sin embargo, cuando la Cigüeña Mayor transmitió las cláusulas del acuerdo y éstas comenzaron a conocerse, cundió cierto desánimo. Para las aves era imposible de todo punto acceder a nuestra petición, puesto que ellas no podían facilitar lo que pedían los vencejos. Alguien habló de un bosque próximo, pero pronto se dieron cuenta que en las ramas de los árboles no había nidos y que ninguno de ellos se lo iba a construir a los vencejos, hasta ahí no iban a llegar; por no hablar de que el espacio entre árbol y árbol era demasiado escaso e impedía que nuestro vuelo fuera seguro. Otros hablaron de una pared rocosa no muy lejana que tenía suficientes cuevas donde poder poner los huevos sin otro esfuerzo, pero pronto se percataron de que necesitábamos altura para montarnos sobre la grupa del aire, y allí no había elevación suficiente, por no hablar de que algunos depredadores podían acceder a tales escondites sin excesivas dificultades.
Algunas aves comenzaron a desesperarse, ya que consideraban inaceptables las condiciones de esos pájaros caprichosos (así nos seguían considerando), pero sus murmuraciones tuvieron que acallarse, cuando llegó a oídos del Consejo de Sabios que los vencejos amenazaban con marcharse en esos precisos momentos.
Por fin al Búho Anciano se le empezó a ocurrir el camino que debían de emprender para llegar a la solución. Propuso dirigirse a las criaturas invisibles del bosque, trasgos que vivían por los contornos, y que se dedicaban al cultivo de campanillas transparentes, al pastoreo de unicornios azules y al reparto de maravillosos sueños de colores a los niños de la zona; en algunos casos velaban porque los enamorados no sufrieran de celos, y otras veces ayudaban a resolver algunas dificultades en apariencia irresolubles. Dicen en murmullos quienes más saben del asunto, que también se reunían en un claro del bosque, las noches de luna llena de la primavera, con un coro de ángeles, pero esto, quizá, señor, sea una leyenda que nunca podrá ser demostrada y que ha nacido para explicar otra leyenda, que ahora le contaré.
El Búho Anciano, pues, se dirigió a los diminutos trasgos exponiéndoles la situación con todo lujo de detalles, sin reservarse ninguna información. ‘En resumen’, concluyó, ‘Lo que piden los vencejos es un sólido nidal, de fácil acceso, protegido de los ataques de las alimañas, resistente a las adversidades climatológicas, y que no tengan necesidad ni siquiera de adecentar, cuando al comienzo de la primavera regresen a Euritmia…’.

jueves, 16 de julio de 2009

DOMADOR DE LUZ

Teníamos miedo al calor, a ese visitante de todos los veranos que, en realidad, es su principal ingrediente, salvo para quienes viven en el norte de la Península, acostumbrados a un clima benigno. Pero nos decidimos, y el martes a las tres de la tarde, tras comer en un restaurante próximo, Marián y yo comenzamos la visita la exposición de Joaquín Sorolla.
Cuando entramos, es como si hubiéramos vuelto al sol, mejor dicho, como si los gruesos muros de la ampliación del Prado, donde se cuelgan los ciento dos cuadros, hubieran sido cubiertos, repentinamente, por multitud de ventanas por las que se cuela la luz del espléndido y caluroso día de julio. Efectivamente, la primera gran protagonista de esta exposición es la luz, mejor dicho, la capacidad del pintor valenciano de atrapar la luz, domeñarla y plasmarla con exactitud inequívoca sobre los lienzos.
La exposición se organiza en sentido cronológico, para que el espectador sea testigo de la evolución del pintor. Como en todo gran artista, y Sorolla lo fue, la obra evoluciona, pero en su caso no de modo drástico, aunque sí perceptible incluso para unos ojos no especialistas como los míos. Así, el detallismo excesivo al que le llevaba su militancia en el naturalismo durante la primera parte de su actividad artística, en la que el afán por representarlo todo, en vez de ayudar distrae de la contemplación de la obra, se supera en poco tiempo para que prevalezca la sensación de conjunto. También se simplifican las composiciones que, al tiempo se hacen audaces, en fin que busca y consigue que la impresión general predomine sobre el detalle. Camina por la senda del impresionismo sin abandonar nunca, ni en sus cuadros más atrevidos formalmente, como La siesta, el realismo figurativo. También alivia cierto dramatismo de sus temas, sin duda muy influenciados por la corriente en boga, sobre todo por escritores como Blasco Ibáñez o Benito Pérez Galdós (cuyo retrato fue uno de los primeros que hizo) y abandona prácticamente la carga social que abunda en su etapa más juvenil.
(En particular, uno de los cuadros que más me gustó fue “Y luego dicen que el pescado es caro”. Reconozco que ha sido más por el tema que por la calidad pictórica; sin dudar de ella ya que pertenece al Prado).
Desde aquí se accede a la información sobre la exposición.
Ahora me siento libre para escribir mi propia interpretación, que quizá sea muy subjetiva, pero es la que me ha quedado tras ser desbordado por esta pintura tan vital y radiante.
Para mí, Sorolla era la luz. Ya he dicho que la luz es la primera protagonista de esta exposición. De hecho, he sentido que contemplaba su obra a lomos de una fragancia de luz y de vida durante toda la exposición. A mi modo de ver, entendía la pintura como luz. Y en la luz, la exaltación del blanco, la interpretación del blanco, el canto al blanco. Pocos como él, acaso Zurbarán, hayan matizado tanto el blanco y hayan descubierto tantos miles de variantes en un mismo color: en las telas, en los vestidos, en la espuma de las olas, en los cabrilleos del sol sobre la piel, en las sábanas de una cama, en el velamen de una embarcación, en las paredes, en las sombras, en el fulgor de las pupilas, en las florecillas…Pero, paradójicamente, esto no me ha deslumbrado, pues lo esperaba, formaba parte de mi sustrato de conocimientos teóricos: Sorolla igual a luz mediterránea.
Me ha deslumbrado Velázquez. Otra vez Velázquez.
Y de Velázquez, sobre todo, Las Meninas. Y de Las Meninas la búsqueda de la luz, ese viaje hacia el fondo de la estancia donde sucede la escena, por donde se cuela o se escapa la luz. Ese punto de fuga donde está la puerta por la que aparece la efigie del secretario de los reyes. A ese modo de componer, rinde homenaje Sorolla en muchos cuadros. Y a La Venus del Espejo en su Desnudo de mujer y al modo de retratar velazqueño en tantos retratos suyos.
Quizá este artista mediterráneo sea uno de los que ha hecho más lecturas espontáneas sobre Las Meninas, evitando la copia literal del motivo. Las tenía tan interiorizadas, que muchas veces, supongo, ni era consciente de ello.
En el cuadro La familia de Don Rafael Errázuriz Urmeneta (diplomático chileno según reza la cartela que explica el cuadro), es la prueba más evidente de esto que digo, aunque no quizá la mejor. Y sin embargo, lo que más me gustó de este enorme lienzo fue la parte de arriba de la derecha, donde una ranurilla de luz se abre y alumbra un jarrón o tiesto de flores rojas.
La luz moldea los cuerpos humanos. El cuerpo humano es otro de los motivos de la obra de este pintor. El cuerpo humano en el sentido más clásico del término, el cuerpo humano donde habita, quizá, lo más perfecto de la naturaleza, y de entre los cuerpos humanos, el de los niños, quizá por su pureza. Quizá porque en el desnudo infantil la componente erótica sea nula. Es como si nos quisiera decir que la luz cobra su total sentido una vez que abraza el cuerpo humano que con ella se hace espléndido, más espléndido aún.
Ya me alargo en exceso, así que concluiré con una breve pincelada, imitando a Sorolla. Me sorprendió y me satisfizo. La gran musa de este artista fue Clotilde, su propia esposa, la madre de sus hijos, que utilizó como modelo y retrató infinidad de veces. Al igual que hizo con sus tres hijos (dos niñas y un niño). Algunas veces no hay que salir de casa para encontrar la inspiración.
Y aseguro que conozco a otro pintor que camina por la misma senda.

miércoles, 15 de julio de 2009

¿QUÉ DECISIÓN TOMAR? 4


*
**
Virginia leía en la cama. Hacía cinco minutos había comprobado que era casi la una de la madrugada. Lo habitual era que Elio hubiera regresado a casa. Pero no era extraño que, en ocasiones, algo le demorase en el periódico, por tanto nada intranquilizaba su ánimo.
Sin embargo, había un problema. El sueño le seducía como un galán irresistible. Se aposentaba sobre sus párpados y sobre sus músculos con la indolencia de un amante que sabe que la amada no se resistirá a sus caricias. En realidad eran dos problemas, puesto que, esa noche, a Virginia le fastidiaba en especial caer bajo los brazos del sueño. Cualquier pensaría que el fastidio se debía a ser despertada durante la primera parte del sueño, que se rompería irremediablemente, por causa de la entrada poco cuidadosa de su novio en casa. Y no era esa la razón, sino que quería charlar con él. Esta noche necesitaba hablar. En realidad no había nada de lo que hablar, nada importante, salvo que necesitaba hablar con él.
Y escucharle.
Quizá más aún escucharle, sentir que seguía siendo importante para él.
Últimamente tenía la sensación de que Elio estaba muy lejos, habitaba un mundo que sólo ocupaba el periódico y el maldito proyecto de esa maldita novela que nunca iniciaba, aunque decía que la tenía en la cabeza. La joven tenía la sensación de haberse convertido únicamente en el receptáculo de sus ansiedades varoniles. Si al menos tuvieran un hijo. Pero el hijo tampoco era un tema discutible. Salvo que decidiera continuar adelante con o sin la colaboración de Elio.
Intentó mantenerse despierta bebiendo un largo vaso de agua. Quizá Elio no se retrasase mucho más; le habría llamado por teléfono, siempre lo hacía. Ella madrugaba mucho más que él. Además de beber a lentos sorbos, cazcaleó unos minutos por la casa en busca de algo desordenado, así lo ordenaría.
Si regresaba a la lectura, seguro que se dormiría.
'Quizá ponga la televisión', se dijo mientras contemplaba la luz de alguna de las casas de la acera de enfrente.
Al asomarse a la ventana del salón, no se dio cuenta que el coche gris oscuro continuaba allí, y seguía ocupado por el mismo hombre de rostro escondido.

martes, 14 de julio de 2009

TARDE DE ESTÍO

*
**


El tiempo fractura su cadencia al contemplar las sonrisas que me envías. Quedan algunos segundos rezagados del resto del racimo, y los demás instantes, que no han reparado en el bucle de rubíes de tus labios, rebrincan inquietos e impacientes al observar la ausencia de los compañeros, a quienes consideran esquiroles o meros inútiles que no deberían ostentar el título sagrado de segundo, de esa vital unidad de medida que determina el devenir del universo.
Por alguna razón secreta, por algo que sólo sucede en el cauce que han labrado nuestras miradas, esos segundos parecen mariposas juguetonas que se desenvuelven sobre la brisa de la sobretarde, como si se columpiaran anodinamente.
Todo queda suspenso, pero no incierto. Todo se detiene, pero no se deteriora. Todo enlentece, nada languidece.
Así transcurre la tarde del estío, como si un pintor impresionista la apresara eternamente sobre la superficie de su lienzo. Son pinceladas veloces. Algunas de ellas astutas, porque juegan con la percepción del espectador, pero otras son verdaderas pinceladas maestras que pasarán por sí solas a la historia de la pintura.
Pero nada, o casi nada, es eterno, llega un instante en el que hasta las mariposas se cansan de juguetear con los pétalos azules de la luz y deciden avanzar.
Así el tiempo: Quizá a empellones, quizá por sorpresa, quizá arrestados por sus compañeros, de pronto las manecillas del reloj han recorrido un trecho excesivo para nuestra incomprensión; de pronto, hemos envejecido una hora, o más, y ha sido una hora invisible, como si la hubiéramos evitado con una pértiga.
La sonrisa no fue sonrisa, sino millones de sonrisas, una infinita sucesión de sonrisas, hasta que el labio decidió abandonar la posición de curva infinita.


lunes, 13 de julio de 2009

LA LECTURA, LOS LECTORES Y LOS SOPORTES INFORMÁTICOS


El otro día comentaba a un amigo que llevaba mucho tiempo sin leer, que en el devenir de segundos y minutos en que hemos dividido nuestra existencia, no encontraba la cantidad suficiente de esos pedacitos de movimientos de la Tierra alrededor del sol, que me permitan tomar un libro entre las manos, acomodarme en mi sofá preferido y chapotear como un niño feliz en su bañera dentro de sus páginas.
Me detengo ante mi propia afirmación, y, aunque es cierta, en parte es rigurosamente falsa, pues no hago cosa diferente que leer y adentrarme en textos ajenos y propios.
Entonces, ¿qué es la lectura? ¿Leo o no leo? ¿Hay diversos modos de leer? ¿El soporte sobre el que se lea modifica la esencia de la lectura? ¿A todo lo que llamamos lectura es efectivamente lectura?
Quien escriba o quiera escribir debe invertir buena parte de su tiempo en leer, porque, como ocurre con cualquier otra actividad humana, se necesita de un combustible adecuado que permita recorrer su singladura sin miedo al desfallecimiento. Como en toda dieta equilibrada, no hay un solo alimento, pero hay algunos que son tan básicos que su aporte ha de ser diario. La lectura es uno de esos nutrientes imprescindibles para un escritor, cuánto más para un escribidor.
Esto mismo es ya una clave que explica, o al menos advierte, que la lectura no representa lo mismo para cada persona. Como para un deportista de élite son imprescindibles, y base de su alimento, los hidratos de carbono, así para el escritor (o quien aspire a serlo), es la lectura una de sus herramientas cotidianas.
Ahora parecería menester preguntarse por cuestiones tales como el tipo de lecturas, el tiempo que se dedique a ellas, la conveniencia o no de seguir determinado canon… Pero creo que hay otra cuestión previa que hemos de analizar y a la que normalmente se presta poca atención: el lector.
Creo que el escritor es antes que nada lector, un lector impenitente que ha descubierto que la vida y su interior se pueden convertir en textos que otros disfruten. Y en semejante aserto anida parte del problema planteado. Pero esto no quiere decir que todo lector vaya a ser escritor, es más, no todo lector quiere ser escritor. (En este matiz habita un sutil problema que se apunta, pero no se desarrolla: una cosa es ser algo, y cuestión bien diferente es querer serlo). ¿Quien escriba ha de pensar en sus posibles lectores? O, preguntado de otro modo ¿El lector tiene un papel en el proceso de la creación literaria?
Comenzaba estas líneas apuntando que hace meses no leo un libro como a mí me gusta leer un libro, y, sin embargo, no hago otra cosa que leer textos literarios aquí y allá. La introducción de textos literarios (aún no sabemos con qué futuro y menos aún con qué destino) en el mundo inasible de internet supone una revolución similar a la que produjeron inventos tales como el alfabeto, o el papel vegetal, o la imprenta, o la prensa diaria. Cada vez que el ser humano ha dado un paso en orden a la universalización y accesibilidad a la lectura, se ha producido una radical modificación en muchos ámbitos. El creador de la obra escrita, del mismo modo, tuvo que adaptar su modo de escribir.
El otro día en el Ateneo de Madrid, así lo ha recogido la prensa, Umberto Eco sostuvo que el libro tradicional no desaparecería. Es posible que así sea, en tanto en cuanto es un ‘objeto’ que permite el acceso directo y cómodo, fácil y manejable a la lectura. Es el paso que resta a los informáticos para derrotar al papel. Todavía no existe una alternativa mejor que el libro para leer, por ejemplo, El Quijote. Por mucho que uno se lo pueda bajar a su ordenador esta novela (que, por cierto ni sé ni me importa si ya es posible realizar tal pirueta), por mucho que uno la lea en un PDA (creo que así los llaman), es mucho más incómodo que en su edición en papel. Quizá una novela ejemplar de Cervantes, por no cambiar de autor, se goce a través de una pantalla electrónica sin que el lector padezca algún tipo de angustia o perplejidad.
O dicho de otro modo, en la propia extensión de la obra escrita encuentro una de las diferencias capitales entre el lector de libros y el lector de pantalla de ordenador. Este último no puede ser agredido por una extensión desmesurada. La propia concepción del espacio virtual sobre el que lee está concebida para la velocidad, la agilidad, la inmediatez, lo escueto y directo. Por lo que sé, por lo que me dicen, por lo que experimento, cuando un lector cibernético se enfrenta a un texto que roza o supera el folio y medio, aquello se hace complicado de leer. Y sin embargo se pueden leer al cabo de la jornada muchos folios, pero de textos bien diferentes.
¿Dispersión, falta de hondura, intrascendencia, lectura compulsiva, adición a la red…?
Quizá estemos en los albores de una nueva época. Cuando hacia 1450 Johans Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles, no sabía que había hecho por la cultura tanto o más que los filósofos de la Grecia clásica. Su mejor obra, según dicen los que saben, fue su impresión de la Biblia. Se me hace cuesta arriba imaginarme una edición de la Biblia en un archivo de pdf, aunque seguramente existirá.
Quizá es que aún esté por llegar el Gutenberg cibernético, que permita la lectura de un libro en soporte electrónico que se pueda llevar al metro o a la playa o a la cama, que permita ser retomado en la misma línea sin mucho esfuerzo, con un simple papelito, por ejemplo un billete de metro, que haga de marcador de página, que en caso de pérdida no suponga un tragedia económica (no hablo de las ediciones de lujo, claro), sobre el que se subraye o anote con un instrumento similar a un lapicero, que para ser leído sólo necesite la claridad del día…
Probablemente Umberto Eco tenía razón…, salvo que alguien descubra un soporte electrónico que permita todas esas cosas y muchas más… a un precio razonable. Cuando esto suceda, no es que haya desaparecido el libro, sino que habremos dejado de utilizar celulosa para impregnarla con nuestras ideas. Por tanto, Italo Calvino tenía razón, pues el nuevo soporte seguirá llamándose libro.
Otra cosa bien distinta, y si ustedes quieren sobre ello podremos reflexionar al próximo mes, es la labor creadora del escritor ante las nuevas herramientas informáticas.

domingo, 12 de julio de 2009

ESCRIBIR

*
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Continúo con los mismos problemas. No sé si será cuestión de este equipo, o del blog, el caso es que no puedo hacer otra cosa que no sea insertar el texto. Al menos parece que puedo usar la negrita y la cursiva del mismo modo que lo hago en la ventanita de los comentarios. Y acabo de aprender a justificar márgenes. Y si utilizo la misma ilustración que ya aparezca en otra entrada la puedo subir Lo siento, de veras.

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La palabra de cada día 2005. El camino que serpea. Enero.

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Escribir menos cantidad. Escribir más despacio. Escribir como si cada frase fuese a ser leída por todo el mundo. Escribir diciendo lo máximo con las menos palabras, con las palabras justas. Escribir buscando la riqueza en el léxico, sin que resulte pedante o rebuscado. Que el adjetivo no sea un ornamento baladí, sino el vocablo preciso que ajuste o delimite al máximo las sustancia del nombre. Que el verbo resplandezca como diamante en la frase. Creo que son mejores dos ideas en tres frases, que una frase con tres ideas. Precisión, brevedad, exactitud, elegancia, variedad, riqueza en el vocabulario. Pero sobre todo, ideas. Sin ideas todo lo demás será mera decoración fútil. Sin ideas, sin argumentos, sin historias, sin temas, la labor del escritor no existe. Si acaso, podemos ser tomados por pirotécnicos de la palabra, nada más. Escribir porque sienta que hay alguien a quien le puede interesar, a quien le pueda hacer falta, lo que uno escriba. Escribir porque este mundo necesita de los escritores para que mostremos a los demás cada penuria, cada ausencia, cada dolor, cada injusticia. Porque en este mundo de la incomunicación en red, es necesario que alguien recuerde que el alma del ser humano es tan importante como sus ojos, su estómago o su sexo. Escribir, porque las palabras fluyen en el tiempo, en el espacio y son el arma más potente con el que cuenta el ser humano. Porque, al fin y al cabo, la gran diferencia entre nosotros y el resto de los seres vivos es que somos capaces de razonar un pensamiento y expresarlo con palabras, y somos capaces en convertir en poema la gloria de una puesta de sol, o la lágrima de una novia abandonada, o el dolor de una herida profunda, o la ausencia de la razón. Escribir, en fin. Escribir.

sábado, 11 de julio de 2009

INFILTRABAS ESTRELLAS EN TUS VENAS



Infiltrabas estrellas en tus venas.
Su hilatura de plata entró en tus poros,
trocó tu piel en faro de azucenas,
almenar que mis besos bendecían,
simbiosis de rocío y luz sedienta
que desplazaba los escombros ciegos
de mi pasado en ruinas de cenizas.


Infiltrabas estrellas en tus venas.
Mis ojos exploraban su camino,
quietud de geografía despojada,
territorio usurpado a lunas de alba;
mis pupilas, guardianes de frontera,
custodiaban el vuelo de tus sueños,
el horizonte blanco de tu cuerpo.


Infiltrabas estrellas en tus venas.
Era tu piel escarcha ardiente y muda
cristal, reflejo, cosmos, universo,
el recipiente frágil de lo eterno...
Desde ahora sé que Dios existe y vive
pues tu piel es escarcha ardiente y muda,
donde se ocultan todas las estrellas.
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viernes, 10 de julio de 2009

EL NIDAL DE LOS VENCEJOS. 3.

(En el primer capítulo... En el capítulo anterior...)
*
* *
Una primavera, tan lejana que nadie es capaz de determinar cuántas han pasado desde entonces, los vencejos permanecieron en el sur, no regresaron a estas tierras.
Al principio, don Cosme, pocos se dieron cuenta de lo terrible del caso, de hecho ni nos echaron en falta y los poquitos que se percataron que nuestro estridor no amenizaba las auroras y los ocasos, llegaron a pensar que, sin haber hecho casi nada, salvo murmurar, habían logrado el propósito de hacernos desaparecer de estos cielos.
Pero, en poco tiempo, se dieron cuenta de su gran error. Había comida de sobra para todos; demasiado invertebrado volador, tantos, que no podían mantener a raya a los insectos que atacaban sin piedad a sus polluelos. Entre los mamíferos la cosa fue peor aún, sobre todo entre los humanos, que se dirigieron al Consejo de Aves Sabias para pedirles que establecieran el modo de eliminar a tanto insecto que causaba innumerables molestias, e incluso enfermedades.
El Consejo, compuesto por la Cigüeña Mayor, el Búho Anciano, el Milano Comandante, el Buitre Monarca y el Ruiseñor Albo de los Bosques Oscuros, que actuaba como secretario, fedatario y portavoz del Consejo, estudió, según se cuenta, el asunto con todo detalle.
Se dice, don Cosme, y así se nos ha transmitido de generación en generación, que los debates y las discusiones se alargaron en el tiempo y que la impaciencia de algunos mamíferos, sobre todo la impaciencia de los humanos, que son los menos preparados para soportar el ataque de los insectos, no pudo acortar las deliberaciones, y que toda aquella estación, así como el verano, fueron los días más gloriosos para moscardones, tábanos, polillas, mosquitos, cínifes y demás manjares que nos sirven de alimento.
Algunas aves, como golondrinas, tordos, aviones, así como los murciélagos, únicos mamíferos que son capaces de competir con los pájaros, no parecieron preocuparse en exceso y, según refieren las crónicas, por entonces aumentaron sus poblaciones de modo más que notable, lo que no gustó a otros, aunque para algunos pudo ser una solución que estuvieron a punto de proponer como única plausible para salir del atolladero y contentar a todos.
En fin, señor, había demasiada inquietud por todas partes. Con nuestra ausencia habíamos provocado el desorden, la zozobra, la inquietud, casi el caos…
Por fin, unos amaneceres antes de iniciar el viaje de retorno, el grupo de cigüeñas fue comisionado por el resto de aves para negociar con los vencejos y pedirles que volvieran a estas tierras. La propuesta que nos harían llegar consistía en que nunca más se pondría en duda nuestra actividad y que se respetaría nuestro modo de vida.
Cuando tales palabras llegaron hasta el lugar donde volábamos plácidamente, parecieron insuficientes e inconcretas al Concejo del Vencejo que, si bien agradeció la oferta y aceptó las disculpas que implícitamente se pedían con aquella reparación, la consideró retórica e insuficiente. Los vencejos, de pronto, habíamos descubierto, no sólo que éramos necesarios, sino que anhelaban nuestro retorno, así que era la oportunidad de obtener alguna ventaja práctica y duradera para nuestra especie, en fin, algo menos teórico que el contenido de una promesa tan genérica.
Tras una reunión, según se dice corta y tranquila, se acordó solicitar al resto de las aves que dispusieran las cosas del modo preciso para que se nos facilitara un lugar donde anidar sin dificultades y que no necesitara mucho trabajo de adecuación al principio de cada primavera. Como señal de buena voluntad por parte de nuestra especie, no se establecía fecha límite para obtener tan ansiado nidal, sino que se daba el periodo de tiempo imprescindible para que se construyera del mejor modo posible. Lo único que se pedía es que se empezaran a tomar medidas de inmediato. A cambio el Concejo del Vencejo prometía que no volvería a fallar en su cita anual, lo que incluía el regreso a la zona a la primavera siguiente, sin más dilaciones.