domingo, 24 de mayo de 2009

PERSECUCIÓN.

Imagen tomada de Internet
La Palabra de cada día.
Diario de un opositor. Primavera de 2004

Como suele decirse, cualquier parecido
con la realidad es pura coincidencia.

Aquella mañana me sentí como una cucaracha que ha sido descubierta y no encuentra la salida. Noté un escozor en el estómago que, sin duda, era el aldabonazo físico de la angustia que me obturaba los canales de pensamiento.
Estaban allí, los intuía.
Por mucho que girara la cabeza en todas las direcciones no les veía. Era una sensación terrible. Sabía que me acechaban, con sus fauces ensalivadas, relamiéndose de gusto por la presa que estaban a punto de hacer suya, sin embargo, ninguno de mis sentidos podía demostrar que los hubiera oído, u olfateado, o tocado, o visto, y mucho menos, claro, saboreado. Ni la piel, ni la lengua, ni las narices, ni los oídos, ni los ojos habían detectado su presencia. Pero estaban allí. Nadie, si es que lo hubiera intentado, me hubiera convencido de lo contrario.
Acababa de salir a la calle. El sol de primavera ya iba muy alto, a pesar de lo temprano de la hora, pero la temperatura era mucho más fresca que en los días anteriores. Los brazos desnudos añoraban las mangas de la camisa y de la americana, aunque hubiera sido la americana turquesa, la más fina que tenía. Sólo pensar en el agobio de ocho horas más tarde, hizo que desistiera de la primera idea que cruzó por mi cabeza: subir de nuevo a casa y cogerla.
Si lo hubiera hecho, quizá la cosa no se hubiera complicado del modo que lo hizo.
Al poco sentí unos pasos extraños, como ruborizados. A tales horas, unos pasos tan tímidos no son habituales. Más bien uno recibe el taconeo seguro de las mujeres, o el paso firme de los zapatos masculinos. Incluso quienes a esa temprana hora calzan zapatillas deportivas, meten ruido, pues corren con toda la energía de los principios. Algo se coló dentro de mi organismo y adiviné que podían ser ellos, de nuevo. Lo habían intentado varias veces, pero la suerte me había acompañado.
Me extrañó, y mucho, la hora escogida. Esa circunstancia era la única que colocaba una duda acerca de si eran ellos, o es que me estaba volviendo paranoico.
Euritmia latía a buen ritmo. Las calles estaban muy transitadas. La ciudad y sus habitantes olían a limpios, a recién estrenados, a novedad, a pureza, a ilusión, a que todo está por delante, el día, sus afanes, sus luchas, sus ambiciones y preocupaciones, la vida en definitiva. Normalmente esta es la sensación que me ocupa cada mañana cuando camino hacia el trabajo: todos hemos sido renovados durante la noche, y todo es posible.
En mi opinión, las horas nocturnas son un hermoso e inmenso confesionario iluminado con bombillas blancas, donde se perdonan todas las culpas de la víspera. La mañana es la inmersión, de nuevo, en la dicha, en la vida, es el bautismo que nos abre las puertas a la sociedad en la que ingresamos con los ánimos completamente renovados. Pero a los pocos minutos de aquélla, antes incluso de haber desembocado en la Paseo de las Olmas, un poco más arriba de la Comisaría, donde concluye la calle en que vivo, esos muelles pasos, casi inaudibles instalaron el pánico en mi estómago.
(Cuando intuyo peligro, creo que la sala de máquinas del alma está en el estómago. Ya sé que es un pensamiento poco poético y nada espiritual, y sí muy material, pero así lo percibo).
Fue de inmediato, como si hubiera apretado el interruptor de la luz, que pensé en que ellos volvían a por mí... De nuevo... Y a pesar de los riesgos que corrían, y a pesar de la hora poco habitual y nada recomendable para este tipo de actividades, supe que en esta ocasión no tendría la suerte a mi favor. Habían decidido dar el paso definitivo para acabar de conseguir lo que se habían propuesto de mí y lo conseguirían.
La única solución era avanzar, como los autómatas, de frente, en busca del horizonte al que nunca se llega. Pero el miedo, como si fuera una cadena de cien toneladas, lastraba mi velocidad. Llegué a pensar que la fuerza de la gravedad se había hecho más potente en la zona de la calle por donde arrastraba a duras penas mi persona. En vez de nueve con ocho metros por segundo, según decía Newton, creo, podrían ser once con dos metros por segundo, por ejemplo, o quince, qué más da. No hacía más que girar la cabeza a cada paso y no los veía.
Sin embargo estaban... Me seguían... No había duda...
En contraste con mi lento avance físico, mi cerebro quemaba azúcar, como si un volcán hubiera entrado en erupción allá dentro. Sobre la marcha, decidí cambiar el rumbo habitual. Intuí que tenían estudiados mis movimientos y que quizá, cuando llegara a la calle Bataneros, justo antes del punto en el que se acaba para confluir en forma de T con la calle Arcipreste de Hita, tendrían puesto un coche que me cerraría el paso.
La calle de los Bataneros es muy estrecha, muy corta, muy solitaria, muy empinada. La utilizo cada mañana para acortar distancias; pero en caso de persecución, si los perseguidores lo han previsto, es uno de los mejores puntos para capturar a la presa.
No sólo decidí cambiar el rumbo, sino que busqué las calles más transitadas. Lo de menos era llegar tarde a la oficina. Incluso decidí no presentarme en mi puesto de trabajo, para despistar más aún, y si pudiera, volvería a casa, después de un rodeo; pero eso era lo más arriesgado, supuse, pues en ese momento quizá actuaran jugándose el todo por el todo, y olvidando la cautela, la escasa que les quedaba a tenor de lo que sucedía, quiero decir, de la hora en que sucedía lo que yo pensaba que sucedía.
Mi duda era no saber, ni siquiera imaginar, cuánto aguantarían sin aclarar todas las cuentas conmigo. Habían sido dos años. ¿Ya habían llegado al límite? ¿Aún podían esperar más...?
La respuesta a esta pregunta era parte de la clave de todo el asunto.
Cualquier cosa, menos dejarme capturar. Si me atrapaban sería mi final.
Las cosas se habían complicado demasiado en los últimos dos años y medio, como para esperar de ellos un mínimo de clemencia.
No era el momento de hacer historia, bastante me atormentaba el suceso a diario, sino de tomar decisiones. Ellos seguían sospechando que el culpable había sido yo, y contra esa sospecha no habían valido conversaciones, ni sentencias judiciales, ni protección policial.
Nada.
Ellos me querían a mí. Les había destrozado la empresa con mis decisiones administrativas y tenía que pagar por ello.
Lo habían jurado ante testigos que me conocían (empezando por mi propio abogado) y en ello gastarían todas sus fuerzas, aunque fueran las últimas que les quedaban
La pérdida de contratos millonarios. La multa del juez. La publicidad negativa de toda la prensa que se echó sobre ellos, como buitres ávidos de carroña que aún palpita.
Pasaron a ser una empresa en quiebra en menos de seis meses, cuando habían sido la empresa modelo para los nuevos jóvenes empresarios euritmitenses, y para los más veteranos, cuando les habían llovido premios por todas partes. En apenas cuatro o cinco años, tuvieron sucursales en todas las provincias de la Comunidad Autónoma y en las capitales más importantes del Estado.
Pero aparecí, descubrí el pastel y lo denuncié. Nada que todo buen funcionario de Hacienda no deba hacer. Se supo que todo había sido un castillo de arena construido sobre un lecho de agua. Estaban a punto de lograrlo, un par de años más y casi seguro que lo hubieran conseguido; pero llegué a tiempo. Mi único trabajo fue levantar la tapadera que cubría las cocinas pestilentes de la empresa. Lo demás no lo hice yo. Pero ellos no me lo perdonaron nunca. Los hermanos del Pino (Román y Zósimo) casi acabaron en la cárcel, solo su mucho dinero les permitió contratar los servicios del mejor bufete de abogados del país, y por ello evitaron la prisión.
Una lástima, no merecían otra cosa.
Desde entonces estoy vendido. Sé que un día me pillarán desprevenido. He de vivir con este pánico, pero no puedo dejar mi puesto. En otra ciudad que no conociera, sería peor, porque estaría a su merced. Y no dudo de que irían al fin del mundo a por mí.
Casi no salgo a la calle, casi nunca estoy solo; pero aún así hay momentos en que es inevitable. Esta mañana es uno de ellos.
Casi seguro que estén allí, pero dudo que entre tanta gente se atrevan a algo, quizá les he chafado el plan, otra vez...
¿Hasta cuándo?

17 comentarios:

Isolda dijo...

Ay Amando, otra vez nos dejas con la miel, léase intriga, en los labios. Supongo que por las fechas, este relato corresponde a los "Cuentos de Eurritmia".¡Qué melodioso nombre, para una ciudad! Puedo preguntar cuánto tiempo nos a tener a la espera? Aunque bien mirado, resulta emocionante. Porque nos haces sentir que somos el protagonista de la historia.
En cuanto a la música, te diré que la del Tercer Hombre, me ha asustado toda la vida, igual que la música de los tiovivos, supuestamente alegre, pero que yo detesto.
La de psicosis, la tenemos más asumida, creo yo.
Hoy en el sitio de J.C, el amigo Paco os ha nombrado con el ruego de siempre, supongo que lo habrás visto.
Muchos besos desde el sur, que no se si lo has percibido, pero ten cuidado, que e persigue…

***
No sé que pasa con mi B gordota, es un misterio como los que nos dedicas, ella sola decide cuándo aparecer y cuando no. De modo que ahora probaré a entrar con open Id. a ver que sucede.

Amando Carabias dijo...

ISOLDA: Este relato es de la época en que Cuentos de Euritmia ya estaba en imprenta. Ahora que lo dices podría continuar, no aseguro nada, pero en principio el texto está así completo...
La música la cambié sobre la marcha, ahora es otra..., todavía más inquietante, ya nos dirán.
Euritmia, efectivamente, Buen ritmo o equilibrio sería su traducción literal. Y se vas al diccionario verás que hace referencia a un término que, sobre todo, se usa en Arquitectura.
Lo de la B...
Pues no sé, pero creo que el único modo de que aparezca es que completes, la primera vez que entras en algún comentario como 'bloger', lo de nombre del usuario y la contraseña, que tiene que ver con la cuenta de correo que hayas dado de alta como B.
Claro que esto son meras deduccíones, tampoco estoy seguro de que en la red no haya misterios por resolver, mandaré a uno de mis gnomos a que investiguen.
Seguiremos informando.
Un beso

Flamenco Rojo dijo...

Hola Amando, lo he leido de prisa y apenas me he enterado. Me esperan para ir a almorzar fuera. A la noche lo volveré a leer con más detenimiento.

Un abrazo.

Adrian Dorado dijo...

A medida que transcurre el relato voy tomando ritmo y empiezo (mentalmente) a correr. Debo tener un paranoico mayúsculo dentro mío (no quiero decir que a todos nos ocurra igual para no ofender) pero eso sí que lo sabe el autor, pues a esa construcción involuntaria apela para tenernos siempre colgados de las narices y en la espera. A ello le suma, con verdadera habilidad un cuantuum notable de curiosidad , también propio de todo lector y allí las claves de su argucia que hoy denuncio pues digo: ¿Siendo domingo tienes derecho a dejarnos con el suspenso de siempre?...
Y claro que sí. ¡Precisamente!. Sabio (aunque lo niegue) el escribidor conoce su oficio y maneja el mecanismo de la oportunidad a la perfección pues me dirán: ¿Qué mejor momento que el del descando para resaltar una intranquilidad, ¿Qué mejor que operar con los opuestos?
Un marco de laxitud en el lector resalta la inquietud del personaje del relato (que como es costumbre encarnamos)...hummmm...pillín pillín y siempre me tomas de sorpresa!!!
Y como si todo lo denunciado fuera poco para aumentar la intriga se da el gusto de concluir preguntando

¿Hasta cuando?

Bien narrado, hombre, bien que sí.

maririu dijo...

A mí me parece muy del presente ¿no había un sastre entre las empresas?
Lo del escarabajo es demasiado Kafka, puede ser otro bichejo
Muy buenos días
Maririu

Amando Carabias dijo...

PEPE: Pues si lo has leído deprisa, con la prisa que lleva el perseguido... ofú, demasiada prisa, luego seguimos... Y buen provecho en ese almuerzo, alárgalo lo que puedas que las sobremesas con amigos es uno de los placeres hermosos de la vida... Si es que no te persiguen, claro

Amando Carabias dijo...

ADRIÁN: Pues yo también seré paranoico porque es una de las cosas que me gusta de los relatos así como policíacos o de misterio, que te sientes de esa manera.
Tu comentario sobre el final abierto de este relato, se viene a unir al de Isolda. Es decir que ya sois dos, los que pensáis que no debo dejar al pobre protagonista en la estacada de esa eterna duda.
O sea que he de seguir barajando la posibilidad de continuar con la historia.
Respecto de las habilidades del escribidor con el suspense, agradezco semejante comentario, que me anima, (¿también se trata de ello, no?) a continuar explorando estas técnicas narrativas. Pero en todo caso, como dices, qué mejor que un domingo para aprovechar la supuesta laxitud de la jornada y poner a volar la imaginación.
Abarzos.

Amando Carabias dijo...

MARIA: Buenos tardes querida. Como siempre es un honor y un placer leer tus palabras mordaces e irónicas. Fue precisamente por lo del sastrecillo valiente por lo que he colocado la advertencia, aunque tanbién se podría pensar en una empresa de sellos o en una promotora urbanística o quien ha hecho de su vida un capital ficticio a base de traficar con aire o humo... Por tanto va resultar que el parecido con la realidad no es precisamente casual, sino que una de las posibles consecuencias de la realidad es la causa del relato.
Me gusta escribir después de haberme hecho alguna pregunta.
La primera versión de este relatillo que, a lo que parece va a crecer (no prometo nada), duerme en mi diario hablaba de cucarachas, pero sé que es un animal menos 'apreciado' que el literario escarabajo. De todos modos, nuestro protagonista no se sintió escarabajo en el mismo sentido que el pobre Gregorio del oficinista de Praga.
Un beso.

Amando Carabias dijo...

MARÍA (BIS): Ay, María, que debes estar en mi cuaderno no cibernético, porque es todo a la inversa... Mira que es el escarabajo el que tengo en el diario, y que aquí, precisamente para evitar lo que tú denuncias lo troqué en cucaracha, a pesar de que resulte menos apreciado. Pero tú, con esa vista de rayos X que atraviesas los corazones leíste lo que escribí una vez pero no he publicado nunca. En fin que escribí escarabajo, publiqué cucaracha, leíste escarabajo y te he contestado al escarabajo... ¿Qué lío, no?

Isolda Wagner dijo...

Aprovecho ahora, que estais aquí reunidos, Maririu, Adrian y Amando, para deciros, que me he tirado cerca de una hora intentando descifrar los malentendidos del blog de jc.
Es difícil, pero os comprendo a vosotros y a los que se fueron.

No lo digo para echar más leña al fuego, sino todo lo contrario. Me siento a gusto en este sitio y deseo que la cordialidad y la amistad, puedan con cualquier afrenta. No se ecuentran personas como vosotros todos los días.
Así que el beso más gande es para Amando por acogernos y después más, con mucho cariño, para el resto.

Amando Carabias dijo...

ISOLDA: Me alegra que hayas recuperado la B buidiza, esto huidiza, la de los B(esos) grandes.
Como ya dije en su momento y vuelvo a repetir lo de "Mira que te lo tengo dicho" es la prueba evidente de que los errores de bulto son los que más daño hacen.
Las normas en principio son muy simples, pero justamente son las que no se cumplieron, y si se cumplieron, se disimuló muy bien.
No creo que sea cuestión de volver a la cuestión.
Lo cierto es que aquí lo único que no admito son insultos, difamanciones y comentarios soeces. Creo que dos veces he censurado (bueno a mí mismo varias, la última hace uno minutos,pero yo no cuento) y las dos veces lo he dicho. Éste será mi modo de operar. Espero no confundir nunca estas cosas con la discrepancia. Pero esto no es un medio de información pública, por tanto su trascendencia es mucho menor.
Me alegra eso que dices sobre mí, pero el honor es para mí porque hayáis tenido a bien acercaros a este rincón.
Te devuelvo los besos.

javier dijo...

Dominas este tipo de relatos, quizá sea en los que más me haces experimentar lo que siente el personaje.
Me sumo a la opinión de Isolda y Adrián de continuar con este relato, y ya somos tres; así es que por favor, además de barajar la posibilidad, intenta hacer un huequito. Ya se que esto no es "Peticiones del Leyente", pero creo que lo tendrás en cuenta. Un saludo.

Amando Carabias dijo...

JAVIER: Pues no es que se trata de peticiones del oyente, sino de otra cosa.
Como se está comentando en otra parte esta tarde (ver blog de Adrián) la parte colectiva de la creación ha de tenerse en cuenta en los tiempos que corren.
Andaba barajando una posibilidad en las últimas fechas (Hay tres testigos de lo que digo) y en cuanto que aclare algunas cosas, lo más probable es que haya algún tipo de sorpresa.

Adrian Dorado dijo...

Bueno, bueno, si ya has hecho el anticipo es que la decisión está tomada así que ya puedo decirte (y en público): ¡¡Enhorabuena hombre!!

Me sorprendes muy bien

Arbazos a zurda y siniestra

Amando Carabias dijo...

ADRIÁN: Efectivamente la decisión está tomada, pero necesito un tiempo que necesariamente será breve, si no quiero recibir unos cuantos gorrazos de vuestra parte.
Espero que todo salga bien.

arquitecturach dijo...

asi que tienes material para " cuentos de euritmia 2"....

Amando Carabias dijo...

CHUS: Sí y no, no sé... Estoy hecho un lío bastante considerable.
Creo que en alguna próxima entrada haré referencia más explícita al asunto.