domingo, 26 de abril de 2009

PÁJARO NOCTURNO

Carbonero común. Foto tomada de Internet

El humo del último cigarrillo, de una jornada que se hace pavesas entre los brazos del famoso Morfeo, no me desconcentra. Por el contrario, parece como si me ayudara a que el misterio del sonido tuviese el mismo tono que el de una novela de detectives.
Y no es para tanto.
Se oyen los trinos de plata, cristales que tintinean, melodías compuestas hace milenios, supongo, que se repiten sin cansancio. A mí me sorprenden, no porque no haya escuchado más veces la pieza de virtuosismo excelso, sino por el decorado.
Este mismo canto en medio de un bosque, o de un jardín recién amanecido, o con el crepúsculo que ha vestido de gris perla la tarde me llama menos la atención, a pesar de su belleza.
Pero a mis ojos les golpea la negritud de una noche, que se acentúa más por culpa de los gajos de pomelo que gotean bajo el paraguas de la farola.
Hasta las luces que maquillan los monumentos de la ciudad se han retirado hacia el descanso, con lo que la silueta de torres, espadañas, arcos y almenas es de fantasmas oscuros e inciertos.
Ni siquiera el tráfago interrumpe al silencio, si acaso los escasos vehículos que pasan lo subrayan, como si fueran rotuladores fluorescentes y auditivos.
Si durante unos segundos se calla este pájaro, el que sea, incluso el leve murmurio de la fuente de enfrente me llega.
En medio del silencio, pues, mientras el cigarrillo se me consume, mientras el cerebro exuda versos que se me olvidarán, como cada noche, el pájaro coloca un collar de aguamarinas en medio de la noche, que se convierte en princesa enamorada.
Y no dejo de pensar que alguien me recibe con alegría o no dejo de pensar que este pájaro canta una hermosa romanza para atraer a quien corresponda...
*
Como de tantas cosas, desconozco casi absolutamente todo lo relacionado con la ornitología. Y una de los apartados que más desconozco es el canoro. Y ya es desconocer. Por tanto, por los melodiosos trinos que llegan hasta mis oídos, no sé si trata de un mirlo, de un jilguero, de un ruiseñor, o de un canario encerrado en su jaula y que a pesar de las horas se encuentra en alguna de ventana. Por lo que recuerdo de mi infancia y mi primera juventud, diría que no se trata de un canario, pero mi inutilidad auditiva tiene pocos competidores.
*
Y este misterio no quiero que se desvele. Porque la voz revela más del pájaro que su silueta, que el color de sus plumas, que el tamaño de su cuerpecillo. Ese sonido es su único retrato. Y es un retrato tan hermoso.
Quiero continuar escuchando ese canto que me llega, como si fuera un canto independiente, un canto que no tiene cuerpo, por así decir. Canto puro, sonidos sin cuerpo.
Y en ese absoluto desconocimiento reside buena parte de la fascinación.
Porque el misterio añade belleza al trino de este pájaro...

9 comentarios:

Flamenco Rojo dijo...

El desconocimiento de las cosas ¿nos hace más humanos? ¿Nos hace, paradójicamente, más inteligente? Desconozco las respuestas.

Lamento no poder ayudarte con la ornitología. Cero patatero. Bueno hay una excepción, he estudiado algo a los flamencos para poder dibujarlos.

Amando Carabias dijo...

PEPE GONCE: Supongo, pero es sólo un suponer, que la inteligencia no está tanto en el conocimiento de las cosas, sino en el deseo de conocerlas.
Un saludo de mañana lluviosa.

Beatriz dijo...

Hola Amando,quería saludarte y decirte que te seguré desde esta tu casa ahora que no habitas otros lugares.¿Cómo está hoy el acueducto desde tu ventana?Aquí el mar ha adquirido el color de su epíteto marino después de una fuerte tarde tormentosa.
Sigo escuchando a Bach con tu link.
No cambies,un abrazo
Beatriz

Beatriz dijo...

Hola Amando,quería saludarte y decirte que te seguré desde esta tu casa ahora que no habitas otros lugares.¿Cómo está hoy el acueducto desde tu ventana?Aquí el mar ha adquirido el color de su epíteto marino después de una fuerte tarde tormentosa.
Sigo escuchando a Bach con tu link.
No cambies,un abrazo
Beatriz

Amando Carabias dijo...

BEATRIZ: qué gusto saludarte en esta casa que también es tuya, siempre que quieras. Verás, hoy el acueducto ha pasado del gris, al gris, pasando por el gris. Ahora se ha decorado con la iluminación nocturna y parece una gargantilla de oro.
Ahora que el sol se ha bajado por la escalerilla del lado de poniente, las nubes se disgregan. Quién sabe si volverán mañana.

Maria Sangüesa dijo...

Leer tu texto resulta una inmersión en un mar de sosiego. El silencio que rodea y permite escuchar el canto de un pájaro, sea el que sea, es un privilegio para quienes vivimos en este ajetreado y bullicioso ambiente madrileño.
Gracias por tus palabras. Un abrazo.

Amando Carabias dijo...

MARIA: Mucho más aún, si es pasada la media noche, esta es el gran privilegio, incluso para quienes vivimos en una ciudad pequeña.

Adrian Dorado dijo...

Picasso cansado que le preguntaran que significaban sus pinturas respondía si esa pregunta se la hacían a los pajaritos al respecto de porqué cantaban. Hay cosas a las que con las explicaciones y el conocimiento racional no le agrega nada, pues el secreto es quedar allí en la escucha atenta en el gorjeo, en el fraseo musical de estos instrumentistas formidables.
Muy tiernamente narrado, Amando, gracias

Amando Carabias dijo...

ADRIÁN: Ojalá que esta entrada fuera la mitad de tierna que los trinos del pajarillo. Gracias por la comprensión.