lunes, 13 de abril de 2009

EL PROFESOR

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En el barrio le conocían por el profesor. Su aspecto austero, casi siempre de antiguo endomingado, su porte erguido, su mirada de neblinoso páramo abierto, su gesto circunspecto, la negra cartera vieja y desgastada...
Cada mañana, salía temprano, tanto que los vecinos sólo oían el ruido de sus pisadas de goma.
Retornaba cada jornada poco después de la hora en que habían regresado de clase los últimos chavales.
A esa hora crepuscular, eran más las miradas que comprobaban las escasas huellas que el día había depositado en su atuendo. De vez en cuando, alguien cruzaba breves frases, casi tan cortas como monosílabos. Pero en tal instante de la tarde, sus ojos, aunque mantuvieran el neblinoso horizonte de páramo, parecían llagas, como si hubieran deglutido el abandono ajeno.
Nunca nadie supo la causa de tales heridas.
A la marquesina del autobús llegaba poco antes del amanecer; allí tomaba el que le dejaba en la estación de tren; una vez que la locomotora había atravesado la gran ciudad, tras un viaje veloz y silencioso, donde el sueño de los otros viajeros era su mejor aliado, bajaba en el andén de la segunda parada: un apeadero batido por el viento. Se cruzaba con individuos que aún parecían alienígenas o robots con aspecto humanoide.
Avanzaba raudo, sin detenerse.
En un rincón del vestuario gris, se vestía el uniforme de trabajo: una camisola de rombos blancos, verdes, azules y amarillos, unos pantalones decorados con la misma geometría, una peluca de rizos dorados y una bola roja convertía su nariz en satélite de la luna.
Sus ojos buscaban, ávidos, las caritas demacradas. Cuando alguna, ya familiar a su mirada de neblinoso páramo abierto faltaba, una cuchilla cortaba un poco más el latido de su corazón, pero eso nunca se supo.
El resto de niños gritaba, reía, palmoteaba, en la medida que sus fuerzas se lo permitían.
¡¡¡¡ Buenos días, amiguitos!!!
Algunas enfermeras sonreían aliviadas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El payaso, también tiene su vida, y no sabemos, donde empieza a interpretar.

Quizás todos deberíamos ser un poco más -infantes-, y bastante más -payasos-

Adrian Dorado dijo...

¡Salvacastrapasplúm! ¡Albricias zambombadas amiguitos!...
¿Queeeeeeeeeé gusto tiene la saaaaaaaalll?
¡¡¡¡Me...me se ñusquerca un suerto así que yo
voy y vengo
y si en el camino
me entretengo,
no importa,
porque yo voy y vengo!!!

javier dijo...

Fantástico Amando, como te he comentado en alguna otra ocasión, me encanta la forma en que describes a tus personajes. Esta entrada aunque breve, dos veces buena.

Amando Carabias dijo...

ANÓNIMO: Si los gobiernos del mundo los dirigieran payasos quizá nos creeríamos niños y descubriríamos el lado positivo de todos los corazones.

ADRIÁN: Si el arma arrojadiza más peligrosa es una tarta, si una persecución es para que los niños se rían, las palabras han de ser un juego, un juego para la vida.

JAVIER: Contigo como lector, mejoro mi escritura. Gracias.