lunes, 23 de febrero de 2009

"SOY, EN EL BUEN SENTIDO DE LA PALABRA, BUENO"

Foto del jardín de la Casa Museo de Antonio Machado

Momento en que se deposita un ramo de claveles ante el Busto de Antonio Machado realizado por Emiliano Barral que se encuentra a la entrada del jardín de la Pensión. Foto El Adelantado

Dormitorio que sirvió de reposo al poeta, durante los trece años que vivió en Segovia.

Como cada año, el veintidós de febrero, La Tertulia de los Martes organiza un sencillo acto en honor a D. Antonio Machado. El lugar siempre es el mismo: la Casa Museo del poeta, en la calle de los Desamparados. (Lo del nombre de la rúe tiene usía).
Estábamos apiñados en el jardincillo que da casa a la que fue pensión y hoy es santuario de los machadianos, tal y como se ha dicho al menos un par de veces durante el acto. El relente de la noche caía como una fina navaja de hoja afilada y las estrellas se preguntaban dónde se había metido el calor.
Las campanadas del reloj de la catedral daban las ocho y, con una puntualidad exquisita, un ramo de claveles rojos ha sido depositado bajo los pies del busto que en su memoria esculpiera Emiliano Barral... Pero para ese momento, en mi corazón, las palabras de Jesús Hedo no han sido de presentación del acto, sino su nudo gordiano. Los prolegómenos y la introducción los llevo viviendo desde el viernes pasado. A ver cómo me explico...
Desde ese día en España (Madrid, Baeza, Soria...) se vienen desarrollando distintos actos en recuerdo de la memoria del poeta y la prensa se ha ido haciendo eco de ellos. En el blog de Juan Cruz también se mencionó el asunto, y durante toda la jornada, hasta bien entrada la madrugada, anduvimos debatiendo sobre poesía. Digo anduvimos, porque también aporté mi granito de arena. Tales reflexiones, que tanto bien me hicieron, entre las que conviene que cite a dos visitantes de este cuaderno cibérnetico: Adrián Dorado y Ferran Gallego, me prepararon para la jornada de hoy.
He llegado a la Casa Museo con algo de anticipación y he tenido suerte.
Estaba la verja abierta. El jardincillo andaba ocupado ya por personas ávidas porque comenzara el acto. El propio interior irregular de la pensión estaba siendo recorrido por decenas de miradas. Los estrechos pasillos, los escalones de tarima y el suelo de losas rojas, la cocina intacta con sus viejos cacharros, con su pequeña bilbaína, con recortes de periódicos de la época. Fotos de D. Antonio, reproducciones de sus retratos, de carteles con su efigie, de manuscritos suyos, de ejemplares de primeras ediciones de sus obras... Los techos tan bajos, un poco opresivos, un poco combados... El aire de austeridad que todos imaginamos en el poeta se puede palpar en el ambiente. Si queréis tener una mejor idea del lugar y de sus actividades, os dejo el enlace directo para acceder a la información básica. http://www.academiadesanquirce.org/casamuseo.htm.
Mientras me paseaba por estos rinconces, ideales para la evocación o para jugar al escondite o para dar besos furtivos, en la cabeza me aterrizaba el recuerdo del catorce de junio de 2004...
Aquel día, la calurosa tarde aquel día, en este mismo lugar en su jardín interior, presenté Cuentos de Euritmia. Y la historia de este día es una de las historias más hermosas que me han sucedido y que mejor guardo en el recuerdo y que me acompañará mientras la memoria habite en mí.
Para presentar ese libro me fui a hablar con la que era y es Concejala de Cultura del Ayuntamiento, Clara Luquero. Estuvimos barajando algunos lugares, algunas fechas y de pronto me miró con esa mirada que suele anteceder a las ideas luminosas. '¿Qué te parece la Casa de Antonio Machado?', me dijo. Temblé como un niño, se me saltaron las lágrimas y ella también se emocionó un poco con mi emoción. Era imposible que me ofrecieran mejor lugar. No me importó lo reducido del espacio, ni me importó la incomodidad a la que tenía que someter a los posibles asistentes que tendrían que aguantar en pie todo el acto, ni lo poco habitual del hecho. Sólo me importó que mi libro sería bendecido por el espíritu que D. Antonio haya dejado en este santuario de la poesía. Para mayor abundancia de mi regocijo, según me dijo ella, sería el primer libro que se presentaba en tal lugar. Y así fue, la Academia de Historia y Arte de San Quirce no puso ninguna pega, al contrario. A cargo del periodista y escritor José Antonio Gómez Municio, ese catorce de junio, desde el jardín oculto y umbrío que acaso escuchó la voz de D. Antonio, el libro salió a la calle, escapó de mi jurisdicción y pasó a formar parte de la de los lectores, muchos o pocos. Lo que no sabía la concejala aquella mañana es que el relato correspondiente al mes de mayo de ese libro, El viejo profesor, es un homenaje a D. Antonio Machado y es uno de los relatos que más me emocionó escribir.
Porque para mí Antonio Machado es un referente ineludible. No tanto por estética (ya quisiera yo), sino por ética.
Precisamente esto es lo primero que ha destacado Jesús Hedo en su magnífica glosa del poeta.
En nuestra sociedad actual la figura del poeta, del escritor, del intelectual está demasiado cosida a la fama, a la aparición pública, a cierto aire de divismo. Quien no pasa por ese aro no existe. Algunas veces uno llega a la conclusión que lo de menos es la obra, que importa más que se hable de uno y que uno aparezca un día sí y otro también a pública exposición. Se trata más de vender que de ofrecer un trabajo. Tanto es así que muchas veces parece imposible acceder a la obra de ciertas personas, si están fuera de lo publicitado.
D. Antonio, junto con otros grandes hombres que coincidieron en esta ciudad como Blas Zambrano (el padre de María Zambrano la filósofa universal), Mariano Quintanilla, Francisco Giner de los Ríos, Julián María Otero, Mariano Graú, José Tudela, Emiliano Barral... trabajaron duro por esta tierra y crearon, por ejemplo La Universidad Popular, germen de la Academia de Historia y Arte de San Quirce que es patrona y conservadora del lugar donde estábamos. Con gran sacrificio y sin remuneración dedicaban los finales de la tarde y primeras horas de la noche en enseñar a hombres y mujeres sin estudios. También tenían sus tertulias en el café La Unión, también amaron, también se divirtieron. El catorce de abril de 1931 la primera bandera republicana que se izó en Segovia fue a manos de D. Anonio que desde entonces defendió la legalidad hasta su exilio y muerte, ayer hizo setenta años en Colliure, Francia.
Ha dicho esta tarde, Amelia de Paz, una estudiosa de Domenchina que ha preparado un librito en el que se recogen tres breves ensayos sobre Machado debidos a la pluma del poeta madrileño, que el destino de los poetas es ser olvidados o tergiversados. Con semejante idea tan negra me he venido a casa. Porque hasta lo mismo tiene razón. D. Antonio ha sido usado por unos y por otros, como si fuera un billete con el que se compran y se venden las cosas. D. Antonio que murió por la República, sin embargo, también supo criticar sus excesos.
Dicen que el veintidós de febrero de 1939 era miércoles de ceniza. El poeta murió triste, con la compañía de su madre y de su hermano, lejos de su patria y de su sueño. Setenta años después ha sido domingo de carnaval. Esta entrada ya va muy larga y simplemente apuntaré el hecho, sin añadir nada más, salvo que mi deseo es que llegue pronto la Pascua.
En todo caso, y con los ecos de las celebraciones festivas procedentes de la Plaza Mayor, hemos recordado con sus versos, con nuestros versos y con música a este poeta que, en el buen sentido de la palabra, fue bueno.
Y quizá el mejor homenaje sea el que se lea alguno de sus poemas. Si no tenéis algún libro en casa con su obra, podéis hacer otra cosa. Cerrad esta página, id a cualquier buscador en Internet y escribid Antonio Machado. Luego dejaos llevar...
Y si podéis, tanto los que vivís aquí, como los que nos visitéis, acercaos a su Casa Museo, que como su poesía es pequeña, humilde, austera, llena de recovecos pero transida por la verdad. Llegar hasta allí es sencillísimo: pasada la Catedral, camino del Alcázar a mano derecha os encontraréis con la calle de Los Desamparados, tan estrecha como un suspiro. A sus pies, junto a un conventillo, allí es.

7 comentarios:

Adrian Dorado dijo...

"Benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin, o conformidad con lo inepto, sino voluntad de bien."

Adrian Dorado dijo...

Obviamente lo escrito nateriormente es un aforismo de Machado, claro!

arquitecturach dijo...

y para cuando " cuentos de euritmia II"??????

Amando Carabias dijo...

ADRIÁN: Mil gracias por la aclaración que recoges del propio Machado, me refiero al primer comentario. Es la mejor ilustración al título. Ser bueno, también se dijo en el acto, no es ser imbécil, sino optar por el bien, no callarse ante la injusticia, la ruindad...

CHUS: No dices ná... Y el caso es que me lo he planteado en alguna ocasión... Sí quizá tenga que coger otra vez esa madeja...

Anónimo dijo...

Recuerdo con cierta nitidez el día del que habla Amando, la presentación de su libro en la Casa de Antonio Machado. Acostumbrada a asistir a este tipo de actos, debo decir que no sólo fue original, sino emotivo. Las personas que allí estábamos lo estábamos de verdad, porque lo que nos llevó hasta allí fue el cariño.
La Casa Museo, una gran desconocida para mí; creo que la visité por primera vez a los veintitantos años, casi ni sabía de su existencia y debo decir que me emocionó verla y lo bien cuidada que estaba. Después he vuelto con mis hijos, cuando eran pequeños, para que grabaran en su retina el ambiente que allí se respira.
Machado no podrá ser nunca olvidado, ni tampoco tergiversado. Está por encima de todo eso.

Anónimo dijo...

Coincido con el comentario de S.V.-B., original, emotivo; y de incómodo como ha comentado Amando nada. Me ha agradado mucho leer esta entrada, entre otras cosas, porque cuando comenzaba el segundo párrafo se me ha venido a la cabeza la presentación de "Cuentos de Euritmia", y me he alegrado mucho más al comprobar que Amando hacía alusión de ese momento.
Siento haber leido esta entrada tan tarde.

Amando Carabias dijo...

Bueno, Javier, uno lee cuando puede. Espero que estas lecturas, al menos sirvan para quitarte los nervios de tu próxima aventura.