miércoles, 28 de enero de 2009

MAÑANA FESTIVA

Le había dicho que trajese, además de la prensa, media docena de pasteles. Tras la madrugada, la mañana se merecía una inauguración especial. Cuando hojeó los titulares, llevaba aún prendida de los labios la calidez de su beso de despedida. Mientras el quiosquero le daba las vueltas, pensó que se había equivocado de día. Comprobó la fecha de la cabecera del rotativo con los dígitos del calendario de su reloj. ¿Era posible semejante coincidencia? Se extrañó que en el mundo persistiese el sufrimiento y el mal galopase aún sin oposición, y tanto horror sin que sus latidos se dieran por enterados. Sospechó habitar un mal sueño. Voló hacia su casa. El olor a café recién hecho subrayó la desnudez, no solo de la sonrisa, con que le recibió. Volvió a temer protagonizar una pesadilla, esta vez contradictoria, pues la intensidad del sentimiento de gozo era inabarcable. Pero un nuevo beso suyo le recordó el anterior, pues su sabor era inconfundible. Comprendió, al mirarse tan despacio, que en el mundo, a pesar de todos los periódicos, siempre hay hueco para el amor y que los titulares de la prensa normalmente no afectan al corazón(1).

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(1) Cuestión a pie de página: El autor pensó utilizar los nombres de dos personajes en el relato. Pero no encontró el lugar adecuado. En uno de los repasos se dio cuenta de lo siguiente: sobraban los nombres.
El texto funcionaba sin problemas si escribía Alberto y Lucía, por ejemplo. O en orden inverso, es decir, que el contenido era similar si Lucía era quien compraba la prensa y los pasteles.
Los siguientes pasos fueron vertiginosos. ¿Y si Alberto esperaba a que Daniel trajese la prensa y los pasteles? ¿Y si era Lucía la que recordaba el sabor del beso de Azucena? ¿Y si cada lector@ se imagina que espera la llegada de su pareja, mientras el aroma del café inunda su piel desnuda...?

2 comentarios:

Adrian Dorado dijo...

No puedo los pasteles por el colesterol, tampoo el café por lo de la arritmia, al periódicono accedo porque ayer se me cayeron las gafas y ¡Zás! 38.422 pedacitos de cristales.Y, entonces los que no podemos ná de eso y encima vivimos solos que hacemos? Siempre imaginando, siempre imaginando?
Jo, me compraaré una inflable!

Bueno veo que el micro te ha prendido como a mi prima el embarazo. Bien. Bien, creativo el hombre!

Abrazo

Anónimo dijo...

Alberto y Lucía, Daniel y Alberto, Lucía y Azucena...., ¡qué mas da!, si lo realmente importante es la esencia. ¿Acaso el texto tiene sexo?
Coincido con Adrián en que te mueves perfectamente en el microrrelato.