viernes, 16 de enero de 2009

LÁGRIMA ALARGADA


El sonido de su música brota de las entrañas de este ordenador, cual hialina (1) flor de cristal. Estoy convencido de que por efecto de su influencia vivificante las palabras se convierten en materia maleable, como la arcilla, como la piel amada, como si, de repente, las palabras tuvieran una calidez y una calidad diferentes a las habituales... como si fueran vidrio reblandecido por el fuego, único camino para que se tornen recipientes útiles y hermosos. Hace unos años, por navidades, nos obsequió con un disco cuya música había compuesto él mismo. Más de una hora y tres cuartos de melodías para soñar. Armonías que ahora mismo me deleitan y me emocionan y me relajan y me ayudan a encontrar el silencio. Curiosa paradoja: su sonido, como el de la fuente o el del arroyo o el del mar, me sirve para acurrucarme en el silencio. Utilizó, creo, los modernos elementos que la informática permite, y, sin embargo, los temas que nacen desde su interior y me llegan a lo más hondo de mis latidos, son, en muchos casos, retazos rescatados de la música barroca, ecos que el mejor Vivaldi le tatuó en su corazón.
Desde hace unos minutos, hoy, es el cumpleaños de mi hermano Antonio. Es el pequeño de los tres hermanos, el músico. Otro día hablaré (escribiré) de Mariano, el pintor, diseñador, escultor, ceramista…, pero hoy toca el músico.

Quizá porque la música sea tan abstracta, es el arte que me parece más sublime y que más me atrae. Si es cierto que mi inutilidad para cualquier expresión artística es manifiesta (preguntad a mis viejos profesores de dibujo, preguntad a cuantos me conocen un poco más), para la música, tal torpeza se torna tortura, porque me encantaría disponer de alguna habilidad o conocimiento que me permitiera disfrutar más de ella. Mi desmemoria musical, por ejemplo, es prodigiosa. Lo que, si se piensa bien, es una suerte, pues escuchar las piezas que me emocionan no me cansa, al contrario, me sigue estremeciendo. Su idioma se dirige, cual proyectil de vida, hacia el corazón, por ello es idioma universal, pues el latido del corazón de cualquier ser humano es universal, con independencia de su raza, religión o sexo. (Viene a cuento recordar aquí y ahora que el proyecto más serio para lograr una convivencia mínimamente civilizada entre palestinos e israelíes es la de un músico, la del hispano-argentino-hebreo-palestino Daniel Barenboim).
Antonio, desde niño, desde muy niño, demostró una afición apasionada por la música. Con una 'simple' ocarina lograba que melodías nada sencillas formaran parte de la brisa o podía tocar dos flautas dulces al mismo tiempo. Aprendió a interpretar con la guitarra de oído, justo cuando a mí me dio por aprender a aporrearla. Hoy en día es difícil que se le resista cualquier instrumento de cuerda y unos pocos de viento.

En nuestra época infantil, aunque existían los conservatorios de música, no estaba de moda que los padres completasen la educación de sus retoños llevándolos a semejantes lugares. Eso era demasiado exclusivo. Sólo unos pocos (hago comparaciones con la actualidad, claro, no se trata de una cuestión cuantitativa ni científica) recibían esa formación. Es verdad que en una década la cosa empezó a cambiar, y algún primo y prima nuestro dará fe de ello, pero justo entonces no se había roto el dique. La música en España nunca ha sido especialmente considerada, casi ni tenida en cuenta. Era como un adorno más en el currículum personal. Hoy en día, por suerte, el estudio serio de esta materia, de este arte sublime, toma mayor relevancia en el ámbito educativo, y si copiáramos de otras naciones, mayor preponderancia la otorgaríamos, y por pura lógica mejor nos iría en el campo de la cultura en general. En fin, cuando en casa se descubrió la cualidad que poseía Antonio para este arte, le pilló un poco talludito lo de ir al Conservatorio, por lo que prefirió estudiar por libre.

Por diversas causas que no vienen al caso, no ha accedido al mundo profesional de la música, con lo que, como uno en esto de las letras, se ha quedado en una ambigua situación. En cuanto puede colabora con este grupo, o con aquél o con el de más allá, acude a un ensayo o a otro, actúa en conciertos, participa en algún disco, compone alguna pieza (pienso que sería buen músico de los denominados incidentales), practica con su violín, con la viola, con la mandolina, con la balalaica, con la guitarra, con el bajo eléctrico, ¿con qué más, Antonio…? Pero ahí se queda, que a lo mejor no es poco. A lo mejor poder disfrutar de la música con su práctica y su escucha en privado, quizá sea premio suficiente; como quizá sea premio suficiente escribir cada día y leer los libros que otros han escrito.
Su sueño, como el mío, a pesar de todo, permanece indeleble en su corazón. Creo que por contumacia deberían otorgarnos su cumplimiento, pero se conoce que, de momento, no está nuestra petición en vía de solución. Quizá hayamos remitido la carta al negociado equivocado, quizá la hayamos enviado tarde, quizá nos falte alguna póliza, algún sello, alguna firma, algún peaje.

Su verdadero amor es el violín, pero para la mandolina reserva sus momentos más especiales.
Si tuviera dinero, que no lo tengo, le regalaría una mandolina italiana. Estoy seguro que este sería un magnífico regalo para él. En la consulta cibernética que he realizado, definen a este instrumento (el que figura en la ilustración de este texto) como aquél cuya caja se asemeja a una lágrima alargada.

Lágrima alargada...

Probablemente sea el mejor modo de definir el contenido de su música, la que casi nadie conoce, sólo un puñado de personas: sus hermanos, sus padres y algún amigo selecto. Lo cual, dicho sea de paso, es una suerte para nosotros.
Hoy, creo que tres años después de su edición, la escucha de sus poemas musicales me parece más enriquecedora que entonces. Se ve que he tranquilizado el ánimo y estoy en mejor disposición para captar los matices que se me escaparon entonces.
Escucho sus melodías serenas, que no tristes, y veo a través de ellas verdes paisajes del norte, latidos del corazón, bailes medievales, ríos rumorosos, contemplaciones serenas de lunas de plata, paseos solitarios y ensimismados, veloces carreras y risas y, también, de vez en cuando, alguna lágrima alargada en la que, como un espejo, se reflejan nuestros sueños imposibles.
A lo mejor, Antonio, no son tan imposibles.
Felicidades, hermano.

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  1. Hialina: Diáfana como el vidrio o parecido a él.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades para Antonio.

No soy nada aficionada a la música tradicional. Pero un día, un delicado cd (tanto en su diseño exterior como en su contenido)del grupo Landú, "Leyendas de la mujer muerta", llegó a mis manos. Lo tengo puesto en un lugar bien visible de mi música, junto a óperas y clásica. Reconozco que me encanta escucharlo en el salón de casa (no en el ordenador) y con un volumen alto, sobre todo algunas canciones. Felicidades por este magnífico disco.

Amando Carabias dijo...

No soy el interesado, pero casi seguro que en su nombre, gracias.

Adrian Dorado dijo...

Dale mis japibirzdai* al músico que yo también le envidio pues, como tú, creo que es el arte mas puro por excelencia. Y mas luego nos escribimos, si te ayuda profundizar, sobre la reiteración del tema de la falta de éxito.
Un abrazo.

AD

*Que quede claro que la fonetización extraforzada de palabrejas inglesas, no significan un homenaje, por el contrario son significante de mi rebeldía ante la penetración de ese idioma (sobre el cual en si mismo no tengo nada, hasta e produce placer hablarlo) y mi pueril fantasía de hacerles mierda alguna cosa.
Como lo que tengo a mano es el lenguaje y además me beneficia pues semejante delito, por lo menos aquí en la "sudacia" no es punible de castigo.
entonces..gudbai mai friend ai si iu leiter. Y a los americanos pues... ¡y a tomar por saco!

Anónimo dijo...

Sabía que Antonio tocaba algunos instrumentos, pero no que eran tantos. Le he escuchado en algún concierto y en alguna actuación y es cierto, no parece que se le dé mal; además el disco de Landú al que hace referencia S.V.-B me parece bastante bueno y algún tema en particular consigue erizarme el vello.
FELICIDADES ANTONIO