lunes, 26 de enero de 2009

CRÓNICA DOMINICAL

Momento del partido Gimnástica Segoviana-Almazán. Foto de Juan Martín El Adelantado digital

Después de un día como éste, no me queda más remedio que dar gracias al cielo.
Podría haber sido mucho peor, pero he llegado al final de la jornada indemne, que es mucho. Me espera la calidez limpia de las sábanas recién cambiadas, estoy agotado, que es lo mínimo que me podía pasar, pero antes de situarme en horizontal vengo aquí para hacer un resumen pormenorizado de la jornada:
  1. Para ser domingo me levanté excesivamente temprano, siete y cinco de la mañana, porque sonó el despertador. Grave error sólo imputable a mi torpeza, ya que, por la fuerza de la costumbre, se me olvidó que los domingos, como la inmensa mayoría de los ciudadanos de bien, no trabajo. A pesar de intentarlo con todas mis fuerzas, fui incapaz de volverme a dormir. Así que a las ocho y media me levanté, con dos sensaciones bien clavadas en el plexo solar: madrugar así en la jornada del descanso del Señor suena a pecado; las siguientes horas no presentaban halagüeñas perspectivas.
  2. Después de desayunar, como siempre, entré en la ducha, pero a mitad del asunto, el agua caliente me abandonó. Pensé que la caldera se había estropeado. Salí del baño aterido y con la sensación extraña que produce no haberse aclarado el jabón de la piel.
  3. Tuve miedo de despertar a mis vecinos quienes, más inteligentes que yo, a eso de las nueve de la mañana descansarían en su cama, así que decidí salir a darme una vuelta y comprar la prensa dominical. Ya tendría tiempo de averiguar por qué el agua caliente se había tornado congelada sin previo aviso.
  4. Al poco tiempo de estar en la calle, me sorprendió una granizada violenta, acompañada de un viento racheado y frío que terminó por romperme las frágiles varillas del pequeño paraguas que había sacado. (Aclaremos: cuando miré por la ventana ni llovía, ni granizaba, ni nevaba, ni el viento era exagerado. Como el aspecto del cielo era tan amenazante, decidí, por si acaso, sacar un paraguas pequeño).
  5. Cuando llegué al quiosco de prensa, ya estaba empapado, y lo que menos me apetecía era hablar con el quiosquero, pero el hombre, se conoce que aburrido y sabedor de mi antibarcelonismo, se dedicó a contarme las excelencias del partido de la víspera (el del sábado) en el que los culés, durante el segundo tiempo, desarbolaron la férrea defensa numantina. A pesar de mi mirada, adusta, esquiva y demoledora, se empeñó en repetirme los lances más destacados del partido que, por otra parte, ya había visto.
  6. La granizada arreció durante mi regreso con lo que llegué, literalmente, chorreando. Lo cual no hubiera sido excesivamente importante, si no hubiera comprobado, incluso antes de entrar en casa, las verdaderas circunstancias de que me quedara sin agua caliente durante la ducha. Según un vecino que andaba como loco escalera arriba escalera abajo, todo se debía a un falta de previsión de los administradores de la comunidad de vecinos y nos habíamos quedado sin gasóleo en el depósito. Conclusión: sin calefacción ni agua caliente como mínimo hasta el lunes. Además había otra información adjunta: que la caldera siga funcionando sin combustible puede originar averías en ésta, cuyo arreglo, a lo peor, no es sencillo. Recomendación: cumplamos con el precepto dominical y recemos. En unas horas veremos.
  7. Parte meteorológico: descenso moderado de las temperaturas. Precipitaciones esporádicas. Cota de nieve, en la zona del Sistema Central, a partir de los ochocientos metros de altitud.
  8. Cambiarse de ropa se hacía urgente, pero confundí urgencia con precipitación. Por culpa de tanta prisa, al quitarme el vaquero, el pie se enredó en los bajos de su pernera izquierda y caí de bruces al suelo. Por suerte, salvo el moretón que me saldrá en la rodilla, no pasó nada más, pero a punto estuve de padecer una lesión algo más grave, pues mi cara casi se estampa, antes de llegar al suelo, con el picaporte de la puerta del dormitorio... Y todo por no sentarme en la cama para quitarme los pantalones, que uno ya no es el joven atlético que fue.
  9. La lectura de los periódicos (una vez que se secaron mínimamente) supuso que entrara en una especie de depresión melancólica. Mejor me hubiera ido conectar con cualquier cadena de televisión o leer un libro, cualquiera, pero parece que un domingo sin prensa es un domingo huérfano.
  10. Doce muertos causados por el vendaval, de ellos cuatro niños catalanes. Los espías siguen a lo suyo y la culpa es de la prensa, parece. La Casa de la Moneda de Segovia, en plenas obras de restauración, se inunda, porque el Eresma rebosa su cauce. En la provincia de Segovia un árbol está a punto de matar a un conductor de un autobús de línea... Mejor no abrumaré con lo que ya es sabido.
  11. Después de comer algunos restos que naufragaban desde hacía unos días por la nevera acompañados de una lata de sardinas en tomate, me quedé dormido mientras veía un documental de La 2 de TVE sobre no sé qué país árabe. La siesta me hubiera venido bien, sino llega a ser porque me quedé muy frío y porque el cuello sufrió el rigor del peso de mi cabeza. Conclusión: dolor de cuello y sensación estomacal extraña, algo así como si hubiera comido un par de cochinillos y me costara hacer su digestión.
  12. Como el frío me acechaba igual dentro que fuera, y no era cuestión de acurrucarse en la cama antes de la cinco de la tarde, decidí subir a la Albuera para ver a la Gimnástica, cosa que hago escasísimas veces, debido a la climatología, el pobre juego en esta categoría y el uniforme de nuestro equipo local. Quizá fuera por mi presencia, aunque con el día que llevaba lo dudo, por fin la Sego rompió su mala racha y derrotó por tres goles a uno al Almazán de Soria. En realidad, antes del descanso ya ganaba dos a cero. La verdad es que la tarde ha sido horrible en lo climatológico y encima éramos cuatro gatos en el campo que está como si hubiera sido objetivo militar. Quiero decir, como si los bombardeos hubieran acertado en el muro que está en obras.
  13. Después del encuentro, ya en la zona de San Millán, antes de meterme nuevamente en casa, entré en un conocido bar a tomarme un buen café, bien caliente. Allí me encontré con una antigua amiga, cuyo nombre verdadero cambiaré por el de Circe y no es que esté dando pistas sobre ella, pues ni trabaja en el ramo de la moda, ni fue causante de mi malestar gástrico..., ni tiene los ojos verdes. Ni, por supuesto, yo soy Odiseo.
  14. Como unas cosas llevan a otras (ella también andaba sola), el café se convirtió en cubata y la vuelta a casa en una entelequia.
  15. Acabamos en la suya. Pero mejor no haber acudido hasta allí. Resumiré: segundas partes nunca fueron buenas. Salvo el primer beso, lo demás mejor olvidarlo. Y para eso, para el beso, digo, hubieron de pasar dos horas de insustancial cháchara retrospectiva, que concluyeron, para mi vergüenza, tras el mentado beso, en un sonoro bofetón que vino a poner fin al encuentro y a aclarar que estaba confundiendo los términos del encuentro. Gracias al bofetón supe que Circe tenía pareja estable que, por pura casualidad, no estaba en aquel piso. (¿Estoy muy desesperado, o ella no está muy a gusto con su pareja y a ultima hora le entraron remordimientos de conciencia...? Estoy muy desesperado)
  16. Espero que el frío que me está haciendo dudar de si mis pies son o no míos, o si en caso afirmativo todavía los tengo debajo de mis tobillos, no me impida el descanso nocturno, pues de lo contrario, mañana los del banco sólo sabrán de mí lo que les cuente por teléfono..., si es que no se me estropea...
  17. También pudiera suceder que el estómago acabara por declararse en rebeldía.
  18. ¿Y si Circe me llama arrepentida...?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye Odiseo, que no es que quiera aumentar tu buena leche para la vida,que vá, ni que desesperes como para el suicidio, pero que esa a la llamas Circe (que yo se bien de quien se trata)le ha pegado a muchos de la zona una enfermedad de transmisión bucal terrible que, si no la tratas a la brevedad,se te empiezan a estirar los "coionis" y al cabo de una semana te llegan a los tobillos. Imaginaté la cantidad de problemas que trae esto de andar pateándotelos a cada paso. Se te ponen morados como berenjenas y de a poco van tomando unos tamaños!!!
Eso, tu sigue disfrutando con tu buena suerte y escribe y lee mucho porque cuando las cejas se te caigan, también por el mismo y pecaminoso chupeteo con la Circe, llegandote las cejas hasta los bigotes, pues no tendrás oportunidad de leer, ni escribir, ni na de ná.Así que aprovecha tu buena suerte hombre que te queda una semana de mirón na más y lee, lee todolo que puedas...

Tu amigo Nepomuceno Leporino

Anónimo dijo...

Nepomuceno Leporino:
No te falta razón en lo que dices.
Sin embargo en una cosa sí estás equivocado, Circe no es quien tú pienas, la estás confundiendo, si acaso una conocida.
Cuando regresaba a Ítaca, la verdadera Circe casi nos hace un buen estropicio, pero ella no, qué va.

S.C. dijo...

Jajajjaj, cojonudo.

Ten cuidado que esa Circe te convierte en uno de los cochinillos que creías haberte comido.

Rafa dijo...

Joder, con perdón, lo que se puede reir uno con el mal ajeno....

Amando Carabias dijo...

Mira que sois malvados. Pobre hombre, un poco de compasión. Ten amigos para esto.
Saludos.