jueves, 22 de enero de 2009

CONTRA EL VIENTO DE LA TARDE. (Poema en prosa)



Del poemario inédito Jirón de viento (Segovia, 2005)
Inútil dedicatoria a los inocentes muertos en Gaza.
In memoriam

Contra el viento de la tarde plúmbea serpea el cortejo enlutado, flébil, extendido en lo más recóndito del cosmos. El camino albo cansinamente parpadea por no libar lágrimas de caliza ausente. La perenne angustia de la nada se esfuerza por retener entre sus garfios metálicos, fríos, azabaches, el hálito de cada paso, las vahara­das de una noche ojival y negra y cercana donde podía caber un milagro luminoso, mas utópico. El afán no fue suficiente. Cargó la parca eterna con su guadaña oscura contra el corazón ínfimo, exánime, contra el postrer latido agónico, ya vacilante. Nadie quiso estar allí, aunque todos lo estuvieron dentro de cada neurona agarrotada, paralizada, asustada. Un grito, un quejido de desesperación, filtró su veneno inmisericorde, aunque impotente. A lo lejos, reposa como dormido el lecho de eternidad con cabellos carmesíes y nívea faz. Una fosa abierta trocará en cuna su infeliz destino. La hojarasca otoñal se agita en el último deseo de prorrogar el último suspiro. Nada es posible ya, todo está consumado y resta tan solo dejarse llenar por el dolor que todo lo sana, que todo lo cauteriza. Dos cipreses centenarios han encorvado su corpachón secular al contemplar el blanco ataúd en el lejano horizonte. La luna quiso llorar lágrimas argénteas. Ulula el viento entristecido. Una viejecita, cual cósmico signo de interrogación del universo, pliega sus cabellos plateados a la tierra. Mientras, una lágrima gris perla riega la cripta donde las alas del universo han detenido su caminar cotidiano para llenarse de dolor. Sufre la madre que recuerda con la exactitud de un espejo quebrado en su centro la calentura del amanecer, la angustia de millones de insectos haciendo inútiles cada una de las caricias, acaso rudas, pero llenas de la pasión maternal. Por fin, el sideral latido ha roto su indiferencia de dios olímpico y ha crujido en un estremecimiento, en un llanto que todo lo inunda. Nadie entiende tanto dolor, tanta angustia, tanta guerra. Contra lo imposible, serpea el cortejo endrino hacia el lecho de la eternidad de cabellos carmesíes y nívea faz, donde una fosa abierta trocará en cuna amable su infeliz destino de hediondos insectos fagocitadores. El unicornio azul, cernido sobre la cima del monte esmeralda, ha gemido con un relincho de cristal y oro y baja al galope para alzar hacia las estrellas al ser, pero solo el lirio vespertino sabe de su meta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien, Amando me gustó, super español!! Ese dramatismo castellano presente.
Felicidades está bueno, un placer leerlo.
Un Abrazo

laescorpiona