La palabra de cada día. 2008. Zaguán de estrellas. Junio
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sábado, 31 de enero de 2009
LA FABRIL CERERA
viernes, 30 de enero de 2009
LA SOMBRA. (Capítulo séptimo)
El caso es que hasta que no regresé a la soledad de mi piso de soltero (al que no le vendría mal una limpieza), no pude prestar atención a aquellos susurros.
Siendo sinceros, creí que nunca podría enterarme del contenido de sus palabras porque, inocente de mí, creí que la penumbra invasora, al llegar ante la puerta se quedaría en el descansillo de la escalera, como durante la madrugada anterior. Pero no sucedió así.
Ambas siluetas, en cuanto que los tres cruzamos el cerco y cerré, se descosieron de mis talones, como si se quitaran un húmedo abrigo pesado. Me quedé sin sombra, nuevamente[1]. Pero esta vez no fueron a la alfombra que acaricia mis pies cuando me levantó de la cama, sino que se escondieron en las entrañas de las zonas más penumbrosas de la casa.
Era inútil que las siguiera. En cuanto estaba lo suficientemente cerca de ellas, las veía deslizarse en busca de otro lugar donde también se pudieran diluir sus tonos brunos con la grisura que en el suelo o en las paredes producían los objetos, los muebles, las mesas, las sillas.
En ningún caso llegué a escuchar con nitidez sus palabras. Ni siquiera estoy completamente seguro de haber entendido lo que me pareció entender. Aunque, como se verá en su momento, esto no tuvo ninguna importancia. Quizá sólo fue mi imaginación. Supongo que las sombras, por mucho que una de ellas haya crecido conmigo desde el día en que nací (¿estaba conmigo desde mi concepción? Mejor no echemos más leña al fuego sobre debates embrionarios), no estoy seguro de que emplearan el español (o castellano) a la hora de dialogar entre sí. Probablemente hablarían el shady, tal y como denominó al idioma de las siluetas el mentado John Black Shadow.
Sea como fuere, el caso es que mis neuronas interpretaron como frase de tres palabras unos sonidos que llegaron a mis orejas, atravesaron el pabellón auricular, percutieron sobre el martillo, el yunque, la apófisis lenticular, el estribo, se asomaron a la ventana oval y saltaron sobre el tímpano cayendo hacia el caracol, donde dieron vueltas hasta llegar al nervio auditivo que transmitió a mi cerebro esta idea salida de los labios de la sombra invasora: 'Será esta noche'.
En ese momento no podía saber si era cierto o no lo que había llegado hasta mi cerebro. Intenté tranquilizarme. Razoné como pude acerca de la imposibilidad de que yo hubiera entendido nada del shady, pero ya saben ustedes las cosas del cerebro y de la voluntad y de la imaginación.
Aquel susurro, el único que había interpretado de los pocos que escuché, se clavó en mi conciencia como una amenaza.
Lo peor del asunto es que a penas eran las tres y cuarto de la tarde y que había algo obvio en esa frase tan breve: la noche es el territorio más adecuado para las sombras.
Como bien suponen, esa frase la pude adivinar, porque fue la primera que dijeron en mi casa, después de refugiarse tras el hueco del cuadro que hay a la entrada de mi piso (una deleznable reproducción de un deleznable bodegón de unas deleznables flores de plástico, que por pereza no tiro a la basura). Después de aquello, todo lo que hablaron entre ellas, que fue mucho, quedó sin registrar en mi cabeza, y no porque no pusiera empeño en lo contrario. Fue una tarde agotadora. En cuanto me acercaba a donde suponía que estaban mis dos siluetas, primero cesaba su bisbiseo, luego se deslizaban veloces, y después volvían a esconderse. Yo actuaba como un sabueso auditivo y no olfativo. Cuando percibía la dirección de los susurros me acercaba lenta y sigilosamente; pero era imposible sorprenderlas, siempre caían en la cuenta a tiempo. Y enmudecían, y se deslizaban y desaparecían de mi vista, camufladas entre la turbamulta de sombras, que a medida que avanzaban las agujas del reloj fortalecían su musculatura inasible. Se acercaba el ocaso...
Será esta noche, será esta noche.
Qué quieren que les diga: mi corazón galopaba desenfrenado.
_________________________________________
[1] Para evitar suspicacias, el autor deja constancia en este punto que el cortometraje de animación publicado antesdeayer por el diario El País en su sección de cultura y titulado La increíble historia del hombre sin sombra que opta al Premio Goya 2009 en dicha categoría, ni ha inspirado ni ha conducido este relato. Hasta ayer no tuve noticia de su existencia. Más aún, una vez visto, diré un par de cosas. Primera: el corto me ha gustado. Segunda: el desenlace de este relato nada tiene que ver con el del film de dibujos animados (sirva esta pista para los más impacientes). En la película de dibujos animados es el diablo quien despoja de su sombra a un pobre hombre, a cambio de dinero… En el caso de esta historia, nuestro relator, como ha sido bien comprobado por los lectores, no es que se quede sin sombra, sino que llega a tener dos. Por lo demás, como he dejado dicho en algún comentario, a pesar de lo que se piense, en este instante el autor está como el propio lector, o es un lector más, pues lo último que conoce con certeza de esta extraña peripecia es lo publicado hasta la fecha.
jueves, 29 de enero de 2009
JOHANN SEBASTIAN BACH
“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”
(La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach).
Sentado, escucho el canto de tus labios, y la primera nota me estremece.
Mejor sonrisa que la tuya, viva, aguja cenital de la mañana,
no hay nada en todo el universo extenso.Mejor caricia que la tuya, viva, faro brillante en medio de la noche,
no hay nada en todo el universo extenso.
Mejor fragancia que la tuya, viva, dichoso címbalo de los ocasos,
no hay nada en todo el universo extenso.
Afortunado soy, pues si amanece, tú me sonríes con esa sonrisa,
aguja cenital de la mañana.
Afortunado soy, pues en la noche siento tus dulces dedos en mi piel,faros brillantes de la madrugada.
Afortunado soy, pues en la tarde el fresco aroma que despides siempre,
repiquetea intenso en mi cerebro, dichoso címbalo de mis ocasos.
miércoles, 28 de enero de 2009
MAÑANA FESTIVA
martes, 27 de enero de 2009
ALERGIA A LA VIDA.
y no obstante siempe hay quien se resiste a irse sin gozar, /sin apogeos sin brevísimas cúspides de gloria sin periquetes de felicidad
lunes, 26 de enero de 2009
CRÓNICA DOMINICAL
- Para ser domingo me levanté excesivamente temprano, siete y cinco de la mañana, porque sonó el despertador. Grave error sólo imputable a mi torpeza, ya que, por la fuerza de la costumbre, se me olvidó que los domingos, como la inmensa mayoría de los ciudadanos de bien, no trabajo. A pesar de intentarlo con todas mis fuerzas, fui incapaz de volverme a dormir. Así que a las ocho y media me levanté, con dos sensaciones bien clavadas en el plexo solar: madrugar así en la jornada del descanso del Señor suena a pecado; las siguientes horas no presentaban halagüeñas perspectivas.
- Después de desayunar, como siempre, entré en la ducha, pero a mitad del asunto, el agua caliente me abandonó. Pensé que la caldera se había estropeado. Salí del baño aterido y con la sensación extraña que produce no haberse aclarado el jabón de la piel.
- Tuve miedo de despertar a mis vecinos quienes, más inteligentes que yo, a eso de las nueve de la mañana descansarían en su cama, así que decidí salir a darme una vuelta y comprar la prensa dominical. Ya tendría tiempo de averiguar por qué el agua caliente se había tornado congelada sin previo aviso.
- Al poco tiempo de estar en la calle, me sorprendió una granizada violenta, acompañada de un viento racheado y frío que terminó por romperme las frágiles varillas del pequeño paraguas que había sacado. (Aclaremos: cuando miré por la ventana ni llovía, ni granizaba, ni nevaba, ni el viento era exagerado. Como el aspecto del cielo era tan amenazante, decidí, por si acaso, sacar un paraguas pequeño).
- Cuando llegué al quiosco de prensa, ya estaba empapado, y lo que menos me apetecía era hablar con el quiosquero, pero el hombre, se conoce que aburrido y sabedor de mi antibarcelonismo, se dedicó a contarme las excelencias del partido de la víspera (el del sábado) en el que los culés, durante el segundo tiempo, desarbolaron la férrea defensa numantina. A pesar de mi mirada, adusta, esquiva y demoledora, se empeñó en repetirme los lances más destacados del partido que, por otra parte, ya había visto.
- La granizada arreció durante mi regreso con lo que llegué, literalmente, chorreando. Lo cual no hubiera sido excesivamente importante, si no hubiera comprobado, incluso antes de entrar en casa, las verdaderas circunstancias de que me quedara sin agua caliente durante la ducha. Según un vecino que andaba como loco escalera arriba escalera abajo, todo se debía a un falta de previsión de los administradores de la comunidad de vecinos y nos habíamos quedado sin gasóleo en el depósito. Conclusión: sin calefacción ni agua caliente como mínimo hasta el lunes. Además había otra información adjunta: que la caldera siga funcionando sin combustible puede originar averías en ésta, cuyo arreglo, a lo peor, no es sencillo. Recomendación: cumplamos con el precepto dominical y recemos. En unas horas veremos.
- Parte meteorológico: descenso moderado de las temperaturas. Precipitaciones esporádicas. Cota de nieve, en la zona del Sistema Central, a partir de los ochocientos metros de altitud.
- Cambiarse de ropa se hacía urgente, pero confundí urgencia con precipitación. Por culpa de tanta prisa, al quitarme el vaquero, el pie se enredó en los bajos de su pernera izquierda y caí de bruces al suelo. Por suerte, salvo el moretón que me saldrá en la rodilla, no pasó nada más, pero a punto estuve de padecer una lesión algo más grave, pues mi cara casi se estampa, antes de llegar al suelo, con el picaporte de la puerta del dormitorio... Y todo por no sentarme en la cama para quitarme los pantalones, que uno ya no es el joven atlético que fue.
- La lectura de los periódicos (una vez que se secaron mínimamente) supuso que entrara en una especie de depresión melancólica. Mejor me hubiera ido conectar con cualquier cadena de televisión o leer un libro, cualquiera, pero parece que un domingo sin prensa es un domingo huérfano.
- Doce muertos causados por el vendaval, de ellos cuatro niños catalanes. Los espías siguen a lo suyo y la culpa es de la prensa, parece. La Casa de la Moneda de Segovia, en plenas obras de restauración, se inunda, porque el Eresma rebosa su cauce. En la provincia de Segovia un árbol está a punto de matar a un conductor de un autobús de línea... Mejor no abrumaré con lo que ya es sabido.
- Después de comer algunos restos que naufragaban desde hacía unos días por la nevera acompañados de una lata de sardinas en tomate, me quedé dormido mientras veía un documental de La 2 de TVE sobre no sé qué país árabe. La siesta me hubiera venido bien, sino llega a ser porque me quedé muy frío y porque el cuello sufrió el rigor del peso de mi cabeza. Conclusión: dolor de cuello y sensación estomacal extraña, algo así como si hubiera comido un par de cochinillos y me costara hacer su digestión.
- Como el frío me acechaba igual dentro que fuera, y no era cuestión de acurrucarse en la cama antes de la cinco de la tarde, decidí subir a la Albuera para ver a la Gimnástica, cosa que hago escasísimas veces, debido a la climatología, el pobre juego en esta categoría y el uniforme de nuestro equipo local. Quizá fuera por mi presencia, aunque con el día que llevaba lo dudo, por fin la Sego rompió su mala racha y derrotó por tres goles a uno al Almazán de Soria. En realidad, antes del descanso ya ganaba dos a cero. La verdad es que la tarde ha sido horrible en lo climatológico y encima éramos cuatro gatos en el campo que está como si hubiera sido objetivo militar. Quiero decir, como si los bombardeos hubieran acertado en el muro que está en obras.
- Después del encuentro, ya en la zona de San Millán, antes de meterme nuevamente en casa, entré en un conocido bar a tomarme un buen café, bien caliente. Allí me encontré con una antigua amiga, cuyo nombre verdadero cambiaré por el de Circe y no es que esté dando pistas sobre ella, pues ni trabaja en el ramo de la moda, ni fue causante de mi malestar gástrico..., ni tiene los ojos verdes. Ni, por supuesto, yo soy Odiseo.
- Como unas cosas llevan a otras (ella también andaba sola), el café se convirtió en cubata y la vuelta a casa en una entelequia.
- Acabamos en la suya. Pero mejor no haber acudido hasta allí. Resumiré: segundas partes nunca fueron buenas. Salvo el primer beso, lo demás mejor olvidarlo. Y para eso, para el beso, digo, hubieron de pasar dos horas de insustancial cháchara retrospectiva, que concluyeron, para mi vergüenza, tras el mentado beso, en un sonoro bofetón que vino a poner fin al encuentro y a aclarar que estaba confundiendo los términos del encuentro. Gracias al bofetón supe que Circe tenía pareja estable que, por pura casualidad, no estaba en aquel piso. (¿Estoy muy desesperado, o ella no está muy a gusto con su pareja y a ultima hora le entraron remordimientos de conciencia...? Estoy muy desesperado)
- Espero que el frío que me está haciendo dudar de si mis pies son o no míos, o si en caso afirmativo todavía los tengo debajo de mis tobillos, no me impida el descanso nocturno, pues de lo contrario, mañana los del banco sólo sabrán de mí lo que les cuente por teléfono..., si es que no se me estropea...
- También pudiera suceder que el estómago acabara por declararse en rebeldía.
- ¿Y si Circe me llama arrepentida...?
domingo, 25 de enero de 2009
PENSAMIENTOS
sábado, 24 de enero de 2009
CONFESIONES
viernes, 23 de enero de 2009
LA SOMBRA. (Capítulo sexto)
La paralización de mi sangre fue evidente, pero duró un instante..., dos..., tres..., ya.
Probé a moverme en el asiento y tampoco sucedió nada. Mis compañeros de oficina no me prestaban ninguna atención, ni siquiera don Evencio lo hacía, es como si se le hubiera pasado el enfado por mi tardanza. Mis movimientos no sufrieron ninguna alteración. Nada había cambiado, en apariencia. Mis músculos no apreciaron un mayor peso que les empujara hacia la tierra, tampoco percibí ninguna invasión de ninguna clase.
Tendría que levantarme, ésa sería la solución para comprobar si ya mis talones disponían de dos sombras cosidas a su piel, si la sombra vigilante había fagocitado a mi vieja sombra o si las cosas continuaban como hasta ese momento.
Pero dada mi habitual costumbre de no moverme del sitio, salvo contadísimas excepciones relacionadas con la ingesta de algún café en el bar cercano, los presentes hubieran extrañado demasiado mi movimiento… Claro que si se me cayera algo, por ejemplo un bolígrafo…
¡Plof!
‘¡Cagüental...!’, exclamé, como si su caída hubiera sido uno de los mayores contratiempos que podía sufrir. Aquel exabrupto fue el escudo necesario para conseguir que la indiferencia de mis compañeros hacia mi persona no se moviera ni un ápice. El bolígrafo, azul obviamente, acabó debajo de la mesa. Este leve contratiempo me sirvió para agacharme (con evidente peligro para mis lumbares anquilosadas) y observar con lentitud la verdadera situación de mis sombras, sin ser fisgado por otros ojos, sobre todo los de Diana, quien desde que se empeñó en cortar nuestra relación, me miraba como quien contempla al futuro manipulador de la guillotina que sajará su lánguido cuello.
Ninguna de mis dos penumbras se movió.
La verdad es que la luz cenital y poderosa y blanca de la oficina no ayudaba en exceso a analizar sus respectivas situaciones. No había la suficiente perspectiva y parecían aplastadas o abrazadas o acurrucadas o confundidas la una sobre la otra. A pesar de ello, pude distinguir con nitidez que sus cabezas seguían siendo dos. Es decir, y por no ser exhaustivo en las explicaciones, como mal menor poseía una sombra bicéfala. Podría ocurrir que siguieran siendo dos espectros aún independientes, pero tal cosa no podía asegurarla.
jueves, 22 de enero de 2009
CONTRA EL VIENTO DE LA TARDE. (Poema en prosa)
miércoles, 21 de enero de 2009
¿SERÁ CIERTO...?
¿Será cierto que el camino a transitar se inicia en la humildad y con el recuerdo a nuestros ancestros? ¿Será cierto que después de la tempestad llega la calma? ¿Será cierto que el dolor de tantas familias que han perdido hogar, trabajo y sueldo se debe a la avaricia de los más ricos y a la falta de valentía?
¿Será cierto que la esperanza puede con el miedo?
¿Será cierto que todos somos iguales y libres y merecemos una oportunidad para buscar la felicidad absoluta?
¿Será cierto que la grandeza no es un regalo, sino una tarea? ¿Será cierto que el viaje es de quienes se arriesgan, emprenden y crean, y que gracias a ellos avanzamos hacia la libertad?
¿Será cierto que las dificultades que hoy atravesamos no afectan a nuestro corazón ni a nuestra imaginación ni a nuestras manos, y ahí está el secreto para superarlas?
¿Será cierto que el portón de la nueva era se abrirá construyendo puentes, caminos, redes eléctricas, líneas digitales, restaurando a la ciencia al servicio de la vida, aprovechando la energía del sol y el viento y el suelo, mejorando las escuelas y las universidades?
¿Será cierto que los hombres y mujeres libres superan cualquier dificultad cuando la imaginación se une con propósitos comunes?
¿Será cierto que los gobiernos han de trabajar, han de ayudar a las familias a encontrar empleo con un salario decente y un sistema de salud que se puedan costear y una jubilación digna?
martes, 20 de enero de 2009
NOTICIA SIN PERIÓDICO
lunes, 19 de enero de 2009
¿EL PODER AUTORIZA A DISPONER DE LAS VIDAS?
(El Alcázar de Segovia, residencia real, contemplado desde la Cuesta de los Hoyos, zona donde se ubicaba el cementerio de los segovianos judíos. Foto tomada por Marián.Los ojos de los judíos expulsados por los Reyes Católicos en 1492 divisarían una imagen similar, acaso desde más abajo..., si es que sus lágrimas se lo permitieron)
José Antonio Abella y yo estamos de acuerdo en una cosa. Mientras nadie escuche algo tan sencillo como lo propuesto por Barenboim, no hay solución posible. Y ambos también coincidimos en otra pregunta: ¿Quién escuchará al director de orquesta? Transcribo, por si acaso el resumen de su propuesta, según la anoté en la entrada del día seis de enero:guerra tras guerraasí transcurre el mundo¿y la paz cuando?
La violencia palestina atormenta a Israel y no sirve a la causa; la venganza militar de Israel es inhumana, inmoral y no garantiza la seguridad. Como he dicho anteriormente, son los destinos de dos personas cuyos destinos están relacionados inextricablemente, lo que les obliga a vivir lado a lado. Son ellos los que deciden si quieren hacer de esto una bendición o una maldición.
domingo, 18 de enero de 2009
HABÍA UNA VEZ UN NIÑO...
Y aquella mañana de invierno, sin embargo, quedó olvidada de la memoria del niño. Es una mañana inexplicable, porque no la archivaron sus neuronas, o es que la memoria en los niños no existe, y quizá sea este el secreto de su felicidad: no existe el futuro, no existe el pasado, sólo un presente continuo y eterno.
Y si queda algún rastro de aquella mañana perdida de hace unos cuarenta años, quizá se deba a que alguien, el padre enamorado de tantas cosas, fue capaz de apretar el disparador de la vieja cámara Kodak, para congelar, y acaso atrapar, la sonrisa de felicidad de aquel niño, y los gansos que huyen, y el vetusto portón del corral y el erguido tronco de la vieja parra, y la pared de adobes del corral, y la puerta abierta de la casa del abuelo, y la ventana cerrada y enrejada, la que daba a la sala, y el arbusto sin hojas, y la fachada encalada, y el mediodía radiante de enero...
De todo ello no queda nada. Ni el niño, ni el abrigo, ni los pantalones, ni las botas, ni la mañana de enero, ni la fachada, ni el arbusto, ni la ventana enrejada, ni la puerta abierta, ni los adobes, ni el tronco de la parra, ni el portón del corral, ni los gansos que huyen, ni el ganso que se acerca, ni la sonrisa… Pero queda el tiempo congelado en ese instante, como testimonio veraz de que hubo una vez, una radiante mañana de invierno, acaso de enero, en que un niño era feliz mientras intentaba que un ganso, casi tan alto como él, comiera de su mano un trozo de pan. Su padre apostado a la búsqueda del instante supremo, como si la cámara fuera un cazamariposas de hermosura, atrapó aquel segundo. Y el segundo, no quedó en la memoria, pero quedó detenido en la película de la vieja cámara marrón, cubierta siempre por una funda de cuero, esa vieja cámara cuya misión fue convertir en eterno presente la fugacidad de los segundos idos…
sábado, 17 de enero de 2009
LA METAMORFOSIS DE LOS ALHELÍES
bajo la tierra ensangrentada, blanda
de vísceras resquebrajadas, rotas.
Duermen los alhelíes rojos, tiemblan
acurrucados en la sombra inerme
de este dolor inabarcable, negro.
Duermen los alhelíes rojos, sueñan
con que el frescor de su perfume intenso
muera esta madrugada repugnante.
Duermen los alhelíes rojos, niegan
la opción de que su aroma desdibuje
la nauseabunda fetidez de sangre.
Duermen los alhelíes rojos, oran
para evitar ser cómplices incautos
de olvidos, desmemorias y mentiras.
Duermen los alhelíes rojos, borran
tirabuzones negros que sonríen
seda en los labios que musitan salmos.
Duermen los alhelíes rojos, miran
las ilusiones desgajadas, yertas
sólo aptas para pudrideros negros.
Duermen los alhelíes rojos, niegan
repartir el fragor de su perfume
dentro del territorio devastado...
Duermen los alhelíes rojos, sueñan
con marchitarse en este instante nítido.
¿Sabrán ellos que son inmarcesibles?
Duermen los alhelíes rojos, duermen,
ajenos a una voluntad más alta
que determinará un milagro oculto,
que su perfume ondeará en la brisa
de esta sangrienta madrugada bruna
Quizá, al amanecer, los alhelíes
rojos de sangre que declina y llora,
se conviertan en alhelíes blancos,
en alhelíes albos: vida y vida.
viernes, 16 de enero de 2009
LÁGRIMA ALARGADA
El sonido de su música brota de las entrañas de este ordenador, cual hialina (1) flor de cristal. Estoy convencido de que por efecto de su influencia vivificante las palabras se convierten en materia maleable, como la arcilla, como la piel amada, como si, de repente, las palabras tuvieran una calidez y una calidad diferentes a las habituales... como si fueran vidrio reblandecido por el fuego, único camino para que se tornen recipientes útiles y hermosos. Hace unos años, por navidades, nos obsequió con un disco cuya música había compuesto él mismo. Más de una hora y tres cuartos de melodías para soñar. Armonías que ahora mismo me deleitan y me emocionan y me relajan y me ayudan a encontrar el silencio. Curiosa paradoja: su sonido, como el de la fuente o el del arroyo o el del mar, me sirve para acurrucarme en el silencio. Utilizó, creo, los modernos elementos que la informática permite, y, sin embargo, los temas que nacen desde su interior y me llegan a lo más hondo de mis latidos, son, en muchos casos, retazos rescatados de la música barroca, ecos que el mejor Vivaldi le tatuó en su corazón.
Desde hace unos minutos, hoy, es el cumpleaños de mi hermano Antonio. Es el pequeño de los tres hermanos, el músico. Otro día hablaré (escribiré) de Mariano, el pintor, diseñador, escultor, ceramista…, pero hoy toca el músico.
Quizá porque la música sea tan abstracta, es el arte que me parece más sublime y que más me atrae. Si es cierto que mi inutilidad para cualquier expresión artística es manifiesta (preguntad a mis viejos profesores de dibujo, preguntad a cuantos me conocen un poco más), para la música, tal torpeza se torna tortura, porque me encantaría disponer de alguna habilidad o conocimiento que me permitiera disfrutar más de ella. Mi desmemoria musical, por ejemplo, es prodigiosa. Lo que, si se piensa bien, es una suerte, pues escuchar las piezas que me emocionan no me cansa, al contrario, me sigue estremeciendo. Su idioma se dirige, cual proyectil de vida, hacia el corazón, por ello es idioma universal, pues el latido del corazón de cualquier ser humano es universal, con independencia de su raza, religión o sexo. (Viene a cuento recordar aquí y ahora que el proyecto más serio para lograr una convivencia mínimamente civilizada entre palestinos e israelíes es la de un músico, la del hispano-argentino-hebreo-palestino Daniel Barenboim).
Antonio, desde niño, desde muy niño, demostró una afición apasionada por la música. Con una 'simple' ocarina lograba que melodías nada sencillas formaran parte de la brisa o podía tocar dos flautas dulces al mismo tiempo. Aprendió a interpretar con la guitarra de oído, justo cuando a mí me dio por aprender a aporrearla. Hoy en día es difícil que se le resista cualquier instrumento de cuerda y unos pocos de viento.
En nuestra época infantil, aunque existían los conservatorios de música, no estaba de moda que los padres completasen la educación de sus retoños llevándolos a semejantes lugares. Eso era demasiado exclusivo. Sólo unos pocos (hago comparaciones con la actualidad, claro, no se trata de una cuestión cuantitativa ni científica) recibían esa formación. Es verdad que en una década la cosa empezó a cambiar, y algún primo y prima nuestro dará fe de ello, pero justo entonces no se había roto el dique. La música en España nunca ha sido especialmente considerada, casi ni tenida en cuenta. Era como un adorno más en el currículum personal. Hoy en día, por suerte, el estudio serio de esta materia, de este arte sublime, toma mayor relevancia en el ámbito educativo, y si copiáramos de otras naciones, mayor preponderancia la otorgaríamos, y por pura lógica mejor nos iría en el campo de la cultura en general. En fin, cuando en casa se descubrió la cualidad que poseía Antonio para este arte, le pilló un poco talludito lo de ir al Conservatorio, por lo que prefirió estudiar por libre.
Por diversas causas que no vienen al caso, no ha accedido al mundo profesional de la música, con lo que, como uno en esto de las letras, se ha quedado en una ambigua situación. En cuanto puede colabora con este grupo, o con aquél o con el de más allá, acude a un ensayo o a otro, actúa en conciertos, participa en algún disco, compone alguna pieza (pienso que sería buen músico de los denominados incidentales), practica con su violín, con la viola, con la mandolina, con la balalaica, con la guitarra, con el bajo eléctrico, ¿con qué más, Antonio…? Pero ahí se queda, que a lo mejor no es poco. A lo mejor poder disfrutar de la música con su práctica y su escucha en privado, quizá sea premio suficiente; como quizá sea premio suficiente escribir cada día y leer los libros que otros han escrito.
Su sueño, como el mío, a pesar de todo, permanece indeleble en su corazón. Creo que por contumacia deberían otorgarnos su cumplimiento, pero se conoce que, de momento, no está nuestra petición en vía de solución. Quizá hayamos remitido la carta al negociado equivocado, quizá la hayamos enviado tarde, quizá nos falte alguna póliza, algún sello, alguna firma, algún peaje.
Su verdadero amor es el violín, pero para la mandolina reserva sus momentos más especiales.
Si tuviera dinero, que no lo tengo, le regalaría una mandolina italiana. Estoy seguro que este sería un magnífico regalo para él. En la consulta cibernética que he realizado, definen a este instrumento (el que figura en la ilustración de este texto) como aquél cuya caja se asemeja a una lágrima alargada.
Lágrima alargada...
Probablemente sea el mejor modo de definir el contenido de su música, la que casi nadie conoce, sólo un puñado de personas: sus hermanos, sus padres y algún amigo selecto. Lo cual, dicho sea de paso, es una suerte para nosotros.
Hoy, creo que tres años después de su edición, la escucha de sus poemas musicales me parece más enriquecedora que entonces. Se ve que he tranquilizado el ánimo y estoy en mejor disposición para captar los matices que se me escaparon entonces.
Escucho sus melodías serenas, que no tristes, y veo a través de ellas verdes paisajes del norte, latidos del corazón, bailes medievales, ríos rumorosos, contemplaciones serenas de lunas de plata, paseos solitarios y ensimismados, veloces carreras y risas y, también, de vez en cuando, alguna lágrima alargada en la que, como un espejo, se reflejan nuestros sueños imposibles.
A lo mejor, Antonio, no son tan imposibles.
Felicidades, hermano.
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- Hialina: Diáfana como el vidrio o parecido a él.