lunes, 15 de diciembre de 2008

EN OTRA PARTE DEL MUNDO, EN LA MISMA RED

Mis conocimientos informáticos son más bien nimios, casi ridículos. Lo que sé, mejor dicho, lo que aplico, lo hago intuitivamente, y muchos (la mayoría) avances tecnológicos me pillan en pleno descuido y con la cara llena de asombro. Por eso el día en que la informática dejó los códigos binarios y otro tipo de lenguajes herméticos, pude acceder a este mundo, poco a poco.
Fui, en su momento, detractor del teléfono móvil, hasta que la vida vino a estrellarse en forma de puño contundente sobre mi existencia, y lo del telefonillo que uno lleva encima como quien lleva las llaves de su casa, se hizo más que necesario o conveniente, vital.
También dije que lo de internet no era necesario para continuar con mi existencia.
En esencia, tal afirmación es cierta, quiero decir, que sin usar este invento mis días y mis noches estarían perfectamente cubiertos, y, probablemente uno viviría un poco más tranquilo, puesto que pretendo seguir con lo que antes hacía.
Sin embargo si no fuera por esto, no estaría ante vosotros. Quien escribe, por mucho que afirme lo contrario, aspira a que sus textos, o una parte de ellos, sea visto por otros ojos.
Existimos en la medida en la que los demás responden a nuestra presencia, quizá por ello la soledad sea tan dañina (a veces mortal) y sólo con que una persona nos ame es suficiente para creernos el centro del universo. La red, en este sentido, aumenta la posibilidad de crecimiento del espectro de relación. Es cierto que se pueden hacer o construir muchas mentiras y barbaridades en esta autopista atascada que es la red. Pero es cierto que en la calle se ven y se perpetran muchas barbaridades.
Un poeta amigo, un manchego entrado en años que vive en Madrid, Pepe Fernández Arroyo, opina, y me lo ha escrito, que publicar en la red (se refería a este Pavesas y cenizas) es como la nada dentro de la nada. En apariencia no le falta razón. Pero, pienso, ¿qué diferencia hay entre publicar aquí estas cosas breves (a pesar de lo que piense Marián) o autopublicarse libros que tengo que obligar a comprar a los conocidos (¿verdad Santi?).
Sin embargo, puede suceder, que, gracias exclusivamente a este canal uno encuentre en el otro hemisferio del planeta a un artista plástico con afanes literarios (¿O eres, Adrián Dorado, un poeta con pujos de escultor y pintor?).
Es verdad que el encuentro fue azaroso: otro blog, una cierta inquietud lírico-cultural, la creación de un blog, participar desde ese momento en los foros con el URL de uno y..., zas. Aquí está él, allí estoy yo. Gracias a Internet no importa la diferencia de edad, ni la distancia que nos separa (allá, por ejemplo, debe ser ahora el mediodía de una jornada casi veraniega y aquí va a comenzar el crepúsculo veloz del invierno (de este invierno que ha empezado en el otoño y ha revestido de frío y nieve nuestros días).
Y esta complicidad se concreta en que uno de los comentarios que le he hecho a uno de sus entradas (un poema hermoso que habla sobre la esencia del otro, sobre la libertad, sobre el compromiso, sobre la solidaridad), me ha recordado unas frases que escribí en mi diario, creo que el año pasado, precisamente cuando reflexionaba sobre la figura del otro. Estas palabras las he escrito rápido, a vuela pluma, de memoria. No se las dejé textuales, quiero decir, que no se las escribí tal y como figuran en alguna de las páginas de mi diario. Han sido éstas:
Mi mirada no es mirada porque te vea, sino porque me miras. Mis palabras no son palabras porque las digas, sino porque me escuchas. Mis caricias no son caricias porque te rocen, sino porque las sientes.
Pero le han gustado, qué se va a hacer, y ahora, hace unas horas, supongo que en el inicio de la mañana bonaerense, las ha sacado del rincón de los comentarios y las ha colocado en una entrada.
Adrián, amigo, ahora sé que habrá unas cuantas personas en el Cono Sur que les sonará mi nombre. Esa responsabilidad es un acicate para mí, y te agradezco en lo que vale tu gesto, que es más que un gesto. Casi es como si te hubieras convertido en mi editor del Sur.
Como contraprestación, y con el mismo permiso que te concedí trascribo parte del poema que ha dado pie a este asunto:

El otro
clausura los espejos
reflectantes,
y encarna la
precisa
parte del cristal
que ennoblece
tus visiones,
completando
tu tiránico y
monóculo
anteojo,
descorriendo
tu venda tuerta
de arpillera
y que te hará ver,
verte,
no reflejarte.
En el otro hay un secreto,
no menor a tu estatura.
JUAN CAYO

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace unos días que no te sigo, las circunstancias de la vida. Compruebo, sin sorpresa ninguna, que el fútbol se lleva la palma en cuanto a volumen de comentarios.
No dejes de escribir, lo que se queda en un cajón o se reparte a cuatro amigos ahí termina. Lo que se deja en la red, aunque esté en una galaxia desconocida, la nada o como se quiera llamar, será siempre patrimonio de todos.

Anónimo dijo...

S.V-B
Sé que las cosas son como son, y aquí, en este espacio semipúblico, te mando un abrazo, el mismo que ya te he dado en persona.
Estamos hechos de cierta materia interna que es más fuerte acaso que la externa, que la carne, quiero decir. La pasión a la que dotamos de afectos extremos, o al revés quíén lo sabe, nos juega estas pasadsa.
Si el fútbol levanta más comentarios, es porque, probablemente desnuda más nuestras pasiones, o porque de otras cosas pasamos más de largo, como que nos afectaran menos.
No estaría de más, que sobre las otras cosas, se opinara más.
Y esto te lo digo a ti, que sin embargo hablas, pero lo digo para otros que sé que se asomarán a estoas palabras de ahora mismo.
Hay varias formas de manifestar la opinión o el pensamiento, creo que es mucho más que la lectura de un libro, y sin embargo los ojos pasan, leen y asienten o disienten, sin más trabajo. Ni siquiera aprietan en la celda preparada para decir si esto esta bien, regular o mal.
Claro que uno tiene libertad de expresarse, y el silencio es una manera de hacerlo, por mucho que parezca una contradicción.